CRÓNICA

Joe Crepúsculo, al rescate de la música en directo

El músico reanudó el ciclo Sala Barcelona con un edificante concierto en el castillo de Montjuïc en el que estrenó en Catalunya su formato de banda y presentó su nuevo álbum, 'Supercrepus II'

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Jordi Bianciotto

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Cuando Joe Crepúsculo dejaba caer en las entrevistas que le gustaban Supertramp y Dire Straits, no se estaba mofando, y para muestra, el celofán de rock-FM con el que envuelve su nuevo álbum, ‘Supercrepus II’, y más aún su puesta en escena, en ese formato de banda que estrenó hace unos días en el madrileño teatro Calderón. Crepúsculo, diciendo adiós, o hasta luego, al synth-pop y a las pulsiones ‘makineras’, y proyectándose como un señor artista de la venerable liga pop-rock, este domingo a mediodía en el reactivado ciclo Sala Barcelona; sesión vermut derivada de la reubicación, por amenaza de lluvia, del bolo previsto para el sábado.

Las vista como las vista, las canciones de Crepus son distintivas por su peculiar literatura romántico-costumbrista (ahora, a través del cristal pandémico) y su don para la melodía y el estribillo con miga, de modo que este ejercicio nos puede invitar a reflexionar sobre el peso de las estéticas sonoras, las tendencias y las modas en nuestra percepción de la música. Ese material sonó más convencional que cualquier otro que él haya facturado hasta ahora, aunque de una convencionalidad de antes, con raíces en los 80 y 90, es decir, un poco excéntrica después de todo. Ahí estuvieron, como bienvenida, los radiactivos toques country de ‘Te brilla la cara’ o el baladismo de ‘Luna estúpida’, una canción que si la cantaran Revólver o Fito y Fitipaldis serían corridos a gorrazos.

Canciones al sol

Aunque seguramente él no se lo tome así, porque es menos retorcido de lo que pueda parecer, lo de Crepúsculo tiene algo de desafío a los prejuicios de cada uno, y fue una extraña victoria que una trama ‘funky’ a lo Radio 80 Serie Oro como la de ‘Serenata’, o el solo de guitarra con toque ‘knopfleriano’ de la repescada ‘Gabriela’, fueran recibidos con deleite en el castillo de Montjuïc. Patio de armas convertido en terraza a la parrilla, con el sol cayendo a plomo, y las localidades agotadas (350), pese a las devoluciones a causa del confinamiento perimetral del fin de semana.

Crepúsculo presto al diálogo ("¿queréis que os toque una ‘heavy’ o una balada?") y subidones con cenefas de sintetizador, como en las boyantes ‘Hoy no sale el sol’ y ‘Discoteca en ruinas’, del nuevo álbum, con el aparato de rock tirando a adulto aportado por el grupo, llamado The Crying Cowboys y que incluye al cómplice habitual Aaron Rux. Su ingenio como autor no se apaga, y ‘Supercrepus II’ lo certificó en una sesión que nos suministró vitaminas muy bienvenidas en estos días ingratos y que en su tramo final reservó algunos hitos domésticos: el público, finalmente en pie, celebrando el retorno de la música en directo como un ritual pagano, a golpe de ‘Pisciburguer’ y ‘Mi fábrica de baile’.