CRÍTICA DE CINE

'System crasher': furia mocosa

La película nos pone en la piel de los adultos que intentan cuidar a una niña procedente de una familia rota e incapaz de contener su rabia contra el mundo

Estrenos de la semana. Tráiler de 'System crasher'

Estrenos de la semana. Tráiler de 'System crasher'. / periodico

Nando Salvá

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La protagonista de ‘System Crasher’ es una niña procedente de una familia rota e incapaz de contener su rabia contra el mundo, y demasiado joven para el internamiento pero demasiado violenta para convivir en hogares de acogida. Mientras la contempla manipular a maltratar a quienes la rodean, la directora Nora Fingscheidt nos pone en la piel de los adultos que intentan cuidarla y buscan lo mejor para ella.

Lo hace sin dejarse llevar por el afán didáctico, sin endulzar la niñez y sin caer en moralismos; la niña es retratada como una persona vulnerable pero también como alguien que no desaprovecha una sola oportunidad para empeorar las cosas, y eso hace que dudemos entre hacerla responsable de sus actos o culpar por ellos a una sociedad que no sabe protegerla. La película, eso sí, cae en el simplismo cuando apunta al poder transformador del amor como la mejor solución y desecha de forma desconsiderada otras más impopulares -una farmacología responsable, por ejemplo-, y cuando defiende un sistema asistencial que no deje a nadie atrás sin tener en cuenta las dificultades prácticas que algunos casos plantean. Asimismo, cae en el histerismo con una intensidad y una frecuencia que resultarían difícilmente soportables de no ser por el estupendo trabajo de la joven actriz Helena Zengel, capaz de moverse entre la fiereza y la más desesperada fragilidad con asombrosa agilidad.