LO QUE NO SABÍAS DE...

Los secretos del rodaje de 'Akelarre' explicados por su director, Pablo Agüero

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Eduardo de Vicente

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Las brujas han sido tradicionalmente consideradas como unos seres malignos de aspecto repugnante a los que convenía evitar. Sin embargo, en los últimos tiempos están siendo reivindicadas como un ejemplo de mujeres avanzadas a su época, víctimas de la incomprensión social. Un buen ejemplo es la recién estrenada Akelarre, el nuevo trabajo del realizador argentino Pablo Agüero (Salamandra, Eva no duerme). El reparto está encabezado por Àlex Brendemuhl y Amaia Aberasturi (Vitoria, 3 de marzo, 45 revoluciones) y un grupo de chicas, en su mayoría, debutantes.

La acción transcurre en el siglo XVII, cuando un grupo de inquisidores recorren las aldeas vascas y aprovechan la ausencia de hombres, que están pescando en alta mar, para buscar brujas e interrogarlas. Unas jóvenes son sospechosas de haber realizado ceremonias paganas y deciden detenerlas y encerrarlas para averiguar más sobre ellas. Es un juicio en el que, como en otras ocasiones, el veredicto parece estar escrito de antemano y las muchachas se ven obligadas a trazar una estrategia para intentar sobrevivir. El filme está hablado, en su mayor parte, en euskera y pretende dar una visión diferente de las denominadas brujas y convertirla en una reivindicación femenina y una denuncia de los abusos cometidos por la Santa Inquisición. La tensión va creciendo por momentos desembocando en un desenlace con elementos fantásticos. El realizador nos explica los secretos de la película.

-Fuego en el cuerpo. “En todas mis películas hay fuego. Es mi materia. Y siempre es complicado. En mi documental Madres de los dioses, Geraldine Chaplin, que interpretaba a Dios en persona, debía iluminarse a sí misma con una vela y su pantalón de cuero acabó arruinado. Akelarre comienza con cinco grandes hogueras en las que están quemando mujeres. Tuve que discutir con el encargado de efectos especiales para  convencerlo de trasladar hasta la colina la más grande de sus turbinas para generar un viento tan potente que hiciera inclinarse las llamaradas. Quemamos muñecos reales que luego fueron completados con efectos digitales.

-Una solución de emergencia. “Meses después del fin del rodaje, cuando ya estaba acabando los últimos detalles de color de la copia final, me di cuenta de que algunos espectadores no se daban cuenta de que había cuerpos dentro de las llamas. Pero ya no tenía ni dinero, ni equipo técnico, nada. Entonces le pedí a una amiga que me fabricara un muñeco de yeso, salí a las calles a recoger trozos de madera de la basura, hice una hoguera en la terraza de una amiga y la filmamos con dos cámaras de fotos. El resultado son los dos primeros planos de la película, filmados sin un centavo… ¡para insertarlos en una película de tres millones de euros!”

-Una secuencia peligrosa. “En la última escena de Akelarre fue un desafío armar una coreografía de seis chicas, pasando muy cerca de las llamas y encadenadas entre sí, con dos cámaras corriendo detrás, en medio del bosque, con turbinas encendidas, máquinas de viento y dos técnicos arrojando partículas de falsa nieve para crear un ambiente más mágico”.

-El vestuario de época. “Las escenas de acción eran complicadas con vestidos dobles. Los actores que hacían de guardias se resbalaban con sus botas, se llegaron a caer hasta cuatro veces en una misma toma, se había convertido en un gag, nos dieron ataques de risa…”

-Los animales. “El coche con caballos solo podía subir la cuesta si venía a una gran velocidad. Los pobres soldados debían correr detrás con pesadas armaduras y siempre llegaban tarde. El cerdo se puso a gritar como desaforado durante la escena del aquelarre, lanzaba mordiscos, se puso peligroso, nadie se imaginaba que un cerdillo pudiese ponerse en tal estado. Su amo se puso a hablarle y acariciarlo hasta calmarlo. ¡Pero entonces se quedó dormido!”

-Escogiendo a las chicas. “Hicimos casting  durante un año. Probamos a cerca de 1.000 candidatas, algunas llegaron a pasar hasta cinco pruebas. Con las seis elegidas ensayamos durante meses, canto, danza, improvisación ante cámara…”

-Rodando en euskera. “Yo no hablo euskera. Pero la situación es aún más complicada, casi surrealista. Existen siete euskeras muy diferentes entre sí, de cada una de las provincias. Las seis actrices hablaban seis euskeras diferentes. Existe un euskera unificado, pero que no es “familiar”. Hay variaciones del euskera que se hablan solo en familia, o solo entre chicas, o solo entre varones. Originalmente, los vascos no tenían escritura. Lo que sabemos sobre la manera en que se hablaba en el siglo XVII nos llega a través de transcripciones de clérigos, que tenían su propia visión parcial de las cosas. En medio de todo ese embrollo, fuimos buscando, con traductores, actrices y consejeros, una lengua que resultara fluida para lograr una interpretación que tuviera frescura”.

-De la ficción a la realidad. “La caza de brujas fue una realidad en todas las regiones de Europa y en gran parte del continente americano. Durante la investigación leí los relatos escritos por jueces de varios países. Uno de ellos, Pierre De Lancre, se diferenciaba de todos los demás por la manera apasionada en la que describía a esas jóvenes “demasiado” libres y hermosas que literalmente lo “hechizaban”. De Lancre ejerció una represión atroz y una tarea de exterminio, como todos los otros jueces, pero él en particular tenía un imaginario cautivante. Contemporáneo de Shakespeare, impregnado de ese pensamiento barroco que sospecha voluntades ocultas detrás de todas las cosas, De Lancre veía al mundo como “un teatro donde el diablo interpreta múltiples personajes”.

-Comiendo hasta reventar. “En la escena de la comida, todos comían y bebían de verdad y, a la quinta o sexta toma, estaban por explotar. Los sonidos de los hombres comiendo en realidad fueron hechos con ruidos de animales, cerdos, perros y otros”.

-Peluquería Agüero. “Algunas actrices aparecen en determinados momentos con la cabeza rapada y, sí, las rapamos de verdad. Un inconveniente para la protagonista era tener que esperar a que le creciera el cabello para actuar en una serie que iba a rodaba después. Otro problema es que, como una película casi nunca puede rodarse en orden cronológico, tuvimos que organizar todo el rodaje teniendo en cuenta el corte de pelo, porque ya no se podía volver atrás”.

-Desnudos y torturas. “Todas esas escenas estaban escritas en el guion, también las hablé detenidamente con las candidatas en el casting antes de confirmarlas. Pero aun así, en algunos casos fue sumamente complicado. Es una situación delicada humanamente”.

-Una acróbata en el rodaje. “Todas las acrobacias que se ven en la pantalla son reales. Se hicieron con mucho tiempo de entrenamiento. Una de las actrices, Garazi, es genéticamente hiperflexible, lo cual le permite hacer contorsiones excepcionales en circunstancias difíciles”.

-El último jedi. “Rodamos siete semanas con dos cámaras, llegando a acumular 100 horas de material para solo 90 minutos de montaje final. Los productores, un poco asustados, me hicieron notar que había rodado más material que la última Star Wars”.

-Las canciones del filme. “Están inspiradas originalmente en una melodía tradicional, pero las fuimos modificando para quitarles la rigidez que pueden tener las reconstituciones de cosas antiguas, les fuimos dando vida, les hicimos arreglos específicos para las voces de las seis protagonistas… y las fuimos transformando a lo largo de la película para pasar de lo bucólico a lo diabólico”.

-El mítico guionista Jean Claude Carrière, en los créditos. “Le hice leer una de las primeras versiones del guion hace años. Me recibió en su casa, que es un antiguo cabaret en pleno París, con una gran escalera central de mármol. Me mostró su biblioteca personal, me leyó fragmentos de grandes libros originales en latín del siglo XV, entre ellos uno escrito por un obispo que consignaba las confesiones más exóticas de los fieles, como orgías con hombres con dos penes y otros mitos que circulaban en la época”.