CRÍTICA DE CINE

'El magnífico Iván': un drama que resulta demasiado familiar

La verdadera historia de un gorila en cautiverio sirve a Disney para poner en práctica viejas tácticas emocionales

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Juan Manuel Freire

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De la historia del verdadero gorila Ivan pudo salir un drama animal claustrofóbico y amargo, como la parte del acuario de 'Happy feet' elevada al cubo en cuanto a tristeza. Capturado en el Congo, el primate pasó un tiempo conviviendo con humanos, pero al crecer se convirtió en atracción de un centro comercial de Tacoma (Washington). A pesar de todo, encontró la inspiración para aprender a pintar. Tras las protestas de defensores de los derechos animales, acabó siendo trasladado a las inmensidades del zoo de Atlanta.

A partir de un libro juvenil de Katherine Applegate, Disney ha convertido la odisea de Ivan en una aventura de animales infográficos (a veces, con extra de expresión gracias a la 'motion capture') que se hablan entre ellos con voces de actores famosos. La banda reunida es casi un popurrí de iconos de la marca: Iván (Sam Rockwell) recuerda, aunque no sea tan grande, a 'Mi gran amigo Joe', y a su lado hay un chucho muy Vagabundo (Danny DeVito) o una pequeña elefanta, Ruby (Brooklynn Prince), prima hermana de Dumbo, junto a otras criaturas salidas del 'valle inquietante'.

Tras una colorida presentación de personajes, comedia y diversión ceden casi todo el espacio a la penuria existencial. Estos animales no quieren vivir entre rejas, pero, a la vez, tampoco saben huir, como se nos explica en un conato de aventura que dura poquísimo. Al fin y al cabo, el maestro de pista, Mack (Bryan Cranston), tampoco les trata tan mal.

Es a Cranston al que toca pulsar el lagrimal como esos animales humanizados no pueden hacer. Cada pequeña cosa que hace este actor es verdad, algo que no puede decirse todavía de la fauna fotorrealista de Disney, aquí víctima, además, de traumas y situaciones ya sufridas en muchas ocasiones en clásicos de la marca. Esta aventura, o mejor drama, resulta demasiado familiar.