ESTRENO DEL FESTIVAL DE VERANO DE BARCELONA

El Grec conjura el temor al covid-19 con 'A tocar!'

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Marta Cervera

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Arte, poesía, circo, música, teatro y danza, pero también denuncia y humor. De todo un poco hubo este martes en 'A tocar!', el espectáculo inaugural del Festival Grec a cargo de Baró d'Evel surgido como consecuencia de ese covid-19 que ha obligado a reinventar la tradicional cita veraniega. Realizado con una decena de colaboradores de diferentes edades y disciplinas, el espectáculo interpeló al público y a los políticos de manera directa.

La compañía recicló escenas de otros espectáculos, pero también hubo sorpresas 

Fue un montaje muy esencial y orgánico, basado en el contraste, con momentos sugerentes, imágenes poéticas, reflexiones profundas y denuncias contundentes servidas a veces con el sarcasmo y el humor del eterno payaso Jaume Mateu, el famoso Tortell Poltrona del "'Què bèstia!". Entusiasmó al público tanto o más que el resto de su familia biológica de Baró d'Evel: su hijo Blaï Mateu Trias y su pareja Camille Decourtye y la hija de ambos, Rita, para quien, a sus 6 años, estar en escena parece algo tan natural como respirar. También su otra familia, la decena de colaboradores, se compenetraron con ellos sin tocarse casi, como mandan los protocolos en el escenario en esta nueva realidad. Este tema fue cuestionado en el espectáculo junto a otros que pusieron en evidencia desde la fragilidad del ser humano hasta su capacidad de autodestrucción, ante su incapacidad para hacer frente a otras amenazas como la contaminación del planeta y el cambio climático.

Naturaleza protagonista

Todos los intérpretes brillaron en un escenario donde la naturaleza cobró protagonismo desde el minuto cero, con unos inmensos ojos cambiantes proyectados en la pétrea pared del anfiteatro de Montjuïc, convertida a la sazón en un lienzo sobre el que se proyectaban formas y símbolos negros creados en directo por Frederic Amat, que también aprovechó el suelo del escenario para dibujar. La música de Raül Refree acompañando al piano la cálida voz de la fadista portuguesa Lina sonó espectacular en piezas como 'Medo' y 'Destino'. Pero también tocó la fibra siguiendo a Rita -esta niña promete- con la guitarra. Sus acordes y los del guitarrista francés Nicolas Lafourest sirvieron para enlazar las interacciones entre los sólidos protagonistas de esta propuesta, a veces tan contundente en el fondo como delicada en la forma.

El montaje evocó la locura vivida en el confinamiento y abogó por un cambio real en el mundo 

Muchas ideas se apuntaron, tanto a través del monólogo de Imma Colomer como de las acciones de Blaï y Camille. Ambos hicieron reír, mostraron su parte más animal y primaria. Aunque tiraron de elementos ya conocidos de otros espectáculos, también crearon momentos únicos. Camille, por ejemplo, al interpretar varios temas propios -entre ellos un rap-. El veterano Tortell Poltona recordó al final algo que ha vuelto a poner muy de manifiesto el coronavirus: que "no somos nada", y que todos nacemos con fecha de caducidad.    

Preguntas desde el escenario

Muchas preguntas lanzadas desde el escenario invitaban a la reflexión. Sabemos que el plástico contamina el planeta, que el cambio climático avanza y que la contaminación solo se detendrá si cambiamos nuestra forma de vida. Pero, ¿lo haremos? y ¿qué quedará de esos deseos de un mundo mejor? Y los políticos, directamente interpelados por el lúcido payaso: "¿Qué hemos de hacer?", les preguntó. "Lo hemos cambiado todo para seguir exactamente igual. Esta nueva normalidad nunca debería haber sido normal". María Muñoz e Imma Colomer también apelaron con la danza y la palabra respectivamente a la necesidad de un cambio real. La primera, acompañada por una suave melodía de Lina, y Colomer con un monólogo cargado de humanidad. "La vida es un abrazo", decía.

Entre el público asistente había muchos profesionales del sector sanitario

El público no escuchó nada que no supiera acerca del covid-19, de la vida y de la muerte, porque entre la gente había muchos profesionales de la sanidad. ¿Debían reír o llorar cuando se recordó el absurdo vivido en España a causa de la falta de material básico de protección en los hospitales? Se escucharon algunas risas y también hubo aplausos durante un espectáculo que evocó la locura vivida en el confinamiento, la imposibilidad de tocar a los mayores, la rabia y la impotencia sentida. Pero también hubo momentos de belleza, de pasión y de ternura. Tanto por la escenografía como por el vestuario, dominado por colores opuestos, el blanco y el negro, así como por las ideas expuestas y sentimientos que removió, el primer reencuentro de los artistas con el público tras más de tres largos meses de parón fue mágico. Chapeau.