a los 89 años
Muere Juan Genovés, comprometido pintor de 'El abrazo'
El artista de las multitudes simbolizó en su obra las ansias de libertad de la transición y el espíritu de reconciliación
Anna Abella
Periodista cultural
En esta casa desde 1990. Periodista cultural. Buceando en el mundo de los libros desde 2005.
Anna Abella
"El motor de mi vida ha sido el miedo, la resistencia al miedo a una autoridad que te podía quitar de en medio", decía. Como tantos niños durante la guerra civil, Juan Genovés, nacido en 1930 en una familia obrera de València, vio fusilamientos y pasó hambre –“La guerra es monstruosa, no se olvida nunca, el ser humano saca lo peor de sí mismo. Es también una lucha con uno mismo”-. Aquel miedo se le grabó a fuego, confesaba, se afianzó durante la posguerra y le acompañó durante más de siete décadas de trayectoria artística y compromiso social y político por la recuperación de las libertades y contra la dictadura. Conocido como “pintor de multitudes”, el autor de ‘El abrazo’ (1976), símbolo de la reconciliación de los españoles tras el franquismo e icono del espíritu de la transición, fallecía por causas naturales este viernes, 15 días antes de cumplir los 90 años, sin dejar de trabajar hasta el último lienzo en su taller de Aravaca, en Madrid, donde se instaló ya en los 60.
Artista convencido del poder transformador del arte, que llegó a exponer en Nueva York (en el MOMA y en el Gugenheim), Berlín, Ciudad del Cabo, Viena, París, Bélgica, Japón, Bruselas, Chile o México, con 11 años, Genovés repartía carbón y con él ya dibujaba en las paredes. Quería ser futbolista pero su padre no le dejó. Con 14, falsificó su edad para estudiar Bellas Artes en València, pero el academicismo y la “ignorancia” de los profesores lo impulsó a Madrid, donde formó parte de grupos artísticos de posguerra como Los Siete (1949), el Grupo Parpallós (1956) y Hondo (1960) donde cultivó una pintura de carácter expresionista y provocador.
Oposición al franquismo
Allí se sumaría a la oposición al franquismo desde la clandestinidad como militante comunista. Contemplar unos niños abrazándose a la salida del colegio le inspiró el dibujo que se convertiría en su obra más conocida, ‘El abrazo’, que desde hace cuatro años luce en el Congreso de los Diputados. Fue la imagen que en 1976 eligió su amigo José Sandoval, dirigente del Partido Comunista, para un cartel que debía reivindicar la amnistía de todos los presos políticos, por encargo de la Junta Democrática, que solía reunirse en el taller de Genovés.
Aquella icónica imagen de un grupo de hombres y una mujer de espaldas que se disponen a abrazarse se difundiría en medio millón de carteles. Pero antes le costó a Genovés seis días de arresto, pues la policía secuestró la difusión cuando estaba en imprenta y le detuvo. Siempre recordaba cómo mientras le llevaban esposado gritaba que le habían detenido por luchar por la libertad y el miedo que pasó cuando el temible torturador franquista Billy el Niño (fallecido de covid-19 el pasado día 7) le amenazó con incrustarle en la cara su gran anillo de oro. No llegó a hacerlo pero sí le interrogó durante horas otro comisario, que como solía recordar el artista, le había confundido con Veronés, el pintor renacentista italiano.
De Amnistía a la matanza de Atocha
Aunque Genovés cedió los derechos de ‘El abrazo’ a Amnistía Internacional, que contribuyó a su popularización, el original fue vendido a un coleccionista estadounidense y recuperado por Adolfo Suárez en 1980 para devolverlo a España, donde se expuso en el Museo Español de Arte Contemporáneo para pasar varios años fuera de la vista del público en los almacenes del Museo Reina Sofía. En el 2002, para recordar la matanza de los abogados de Atocha de 1977, Genovés lo convirtió en la escultura de la Plaza de Antón Martín. “Los que luchamos en la resistencia teníamos una idea fija, la reconciliación de los españoles –afirmaba-. Ese cuadro pertenece a toda la gente que lo hizo suyo por medio de ese cartel”.
Su compromiso político y social se diversificó en manifestaciones por los derechos humanos, contra la guerra de Irak y desde el comité español del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Y los reconocimientos se multiplicaron, entre otros, la Medalla de Oro de la Bienal de San Marino (1966), Mención de Honor en la Bienal de Venecia (1966), Premio Nacional de Artes Plásticas (1984) y Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2005).
El drama en colores
Casado con la pintora Adela Parrondo, con quien tuvo tres hijos, también artistas, cultivó primero la pintura en blancos, negros y grises – “eran recuerdos de la guerra”-. Hasta que conoció a Francis Bacon y este le dijo, contaba, que quería pintar el drama en colores. Y a partir de los 80, vinculado a la Galería Marlborough, experimentó con el color, y las concentraciones humanas se alejaron para mostrar los espacios de la soledad en el paisaje urbano. “Podría decirse que siempre pinto el mismo cuadro. Pinto el miedo y la soledad del ser humano –afirmaba-. No hay mayor soledad que la que se vive en compañía”. “El arte debe de ser contado como se cuenta la vida, porque el arte es la vida”. Ese es su legado.
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