LA PARÁLISIS DE LA MÚSICA EN DIRECTO

Los músicos de las estrellas, en el paro

La supresión de los conciertos deja al colectivo de instrumentistas y cómplices de las figuras de la escena sin ingresos y con un horizonte incierto

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Jordi Bianciotto

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De vislumbrar un verano a todo gas, combinando bolos de todos los tamaños y fiestas mayores, quizá de festival en festival, sacando todo el jugo a la temporada más intensa del año, a encontrarse en una situación sin apenas ingresos un mes tras otro. Así de violento ha sido el aterrizaje en la era del covid-19 de los músicos que suelen operar junto a los grandes nombres del espectáculo, profesionales que viven, sobre todo, o totalmente, de los bolos, y que ven como su modo de vida se ha esfumado de un día para otro.

Como el reputado bajista y 'sideman' Miquel Sospedra, cuya gira con la ex-'triunfita' Amaia ha saltado por los aires, así como sus compromisos con otros artistas: Mazoni, Sanjosex, Xarim Aresté, Paula Vall y Guillem Roma. "Yo solo tengo ingresos de la música en directo, y algo de las grabaciones. No doy clases, ni tengo otra ocupación. Y tengo, o tenía, bastante trabajo. Me ha ido bien así", explica el hijo del también bajista Sebastià Sospedra (Los Salvajes, Lone Star). Ahora, lo que más le agobia es la incertidumbre. "¿Hasta cuándo tendré que aguantar así? No lo sé".

Ayudas restringidas

Como autónomo, Sospedra ha podido alegar el cese de actividad, que le reporta 661 euros al mes, un ayuda accesible solo para quienes estuvieran dados de alta y al día en las cuotas mensuales cuando se decretó el estado de alarma (y en marzo, muchos ejecutantes no lo estaban, porque era temporada baja en materia de conciertos). Hay otro estatus posible, el que da la relación laboral, vía empresa o cooperativa, que ahora, desde el martes, tienen derecho a una ayuda, medida que, para Guillem Arnedo, portavoz de la PLAM (Plataforma Estatal por la Música, que reúne a 7.600 músicos, así como salas, festivales y promotoras) va “en la buena dirección”, si bien es "restrictiva e insuficiente al no cubrir todo el espectro de instrumentistas, técnicos y trabajadores del espectáculo". Estos músicos 'laborales' pueden quedar fuera de la prestación, por ejemplo, si tienen cualquier tipo de ingreso, como el que pueda derivarse de los derechos de autor. "Y no es retroactiva", añade Arnedo, "ya que solo cuenta a partir del momento en que se reclame, sin considerar todo el período desde la declaración del estado de alarma".

Y cada caso es un mundo. A Txell Sust, el confinamiento la ha pillado con ahorros tras sus últimas giras como corista de Alejandro Sanz. "Estábamos en Colombia, a punto de actuar en Bogotá el 12 de marzo, cuando se suspendió todo y volvimos a casa", explica desde su domicilio en Caldes d’Estrac. La caída de actividad es también completa para ella, si bien se busca la vida con las locuciones y la publicidad. El 'tour' de verano con Sanz parece estar en la picota (ya cayeron sendos bolos en el suspendido Polo Festival), y hay dudas respecto al de otoño en Latinoamérica.

La vida nómada

Cuando Sust comenzó a trabajar con Sanz, en la gira 'El alma al aire' (2001), todavía era posible hacerlo en calidad de autónoma, pero ahora toda la tripulación se acoge a un contrato por 'tour’. No llega al extremo de gigantes como los Stones, cuyos músicos "cobran cada mes, aunque no estén de gira", ilustra ella, que conserva el buen humor pese a ver congelarse toda su ocupación musical: también sus vidas paralelas con August Tharrats, el trío con Pep Poblet y Nito Figueras, y el musical ‘Les dones de Frank’. Y ese disco con temas propios que tiene en la cabeza. "Pero yo llevo así toda la vida, sin saber nunca muy bien lo que va a pasar".

Transatlánticos como el de Alejandro Sanz sitúan a los músicos en otra liga, pero la pandemia no ha hecho distinciones. También Antonio García de Diego, un puntal de las giras de Sabina, se encuentra en el dique seco. "Afortunadamente, ya tengo una edad, y no me afecta como a un chaval de 30 años. Estoy con ingresos cero, sí. Bueno, algo de autores. Pero me siento privilegiado, porque he tenido la suerte de trabajar con gente bastante importante. Y hay sectores en la música que están incluso peor, como el de los técnicos", reflexiona el coautor (con Sabina) de 'El blues de la soledad', balada que grabó Miguel Ríos y que parece ajustarse a este estado de las cosas.

Jubilación, puerto seguro

Atisbando un horizonte de "un año o más sin trabajo", y por lo que pueda pasar, De Diego (70 años) ha procedido a tramitar la jubilación. Ve el futuro "poco halagüeño para la profesión" y sospecha que "el Gobierno va perdido y difícilmente echará un cable al sector a corto plazo". No se llegó a anunciar, pero la gira de Serrat y Sabina iba a retomarse con "12 o 14 conciertos por España este verano". Ahora espera que el segundo lance disco en el 2021. "Y ojalá haya una gira en el 2022". Se ha quedado también sin sus 'Noches sabineras', los bolos a tres bandas, con Pancho Varona y Mara Barros. "Y teníamos muchas actuaciones cerradas".

Todos sienten que "es como si el tiempo se haya parado, pero sin tener que dejar de pagar el alquiler", sintetiza Núria Maynou, violoncelista que salva la situación trabajando en proyectos con la discográfica Seed Music, una vez terminada, el pasado enero, su gira con Joan Dausà. Ha visto caer grabaciones y bolos con Invisible Harvey, Flamaradas y Lluís Bòria (Estúpida Erikah), y confía en que el planeta no haya implosionado el 24 de abril del 2021, fecha en la que Dausà ha fijado su vuelta a los escenarios.

Hambre de escena

Aunque la perspectiva de conciertos en aforos muy reducidos, contemplados a partir de la Fase 2, es incierta, porque "es difícil que salgan los números", como precisa Miquel Sospedra, se advierte en los músicos un anhelo por pisar los escenarios, sean del tamaño que sean, que conecta con lo más profundo de su vocación. "Yo puedo tocar tanto para una persona como para mil, y sigo siendo la misma, porque lo importante es que haya un respeto, un amor a la música y unas ganas de compartir", asegura Olvido Lanza, violinista que compagina sus proyectos propios y su tándem con Juan Esteban Cuacci con el largo vínculo con Manolo García.

Sabe bien que "con filosofía no se come", pero aboga por "perder el miedo y buscar recursos para trabajarnos el respeto y la dignidad del arte, que, seguro, hay más de los que conocemos". Este parón, en su opinión, no hace más que "evidenciar algo que estaba camuflado, y es que la gente de la música somos los últimos de la lista". Y aquí cada uno "va muy a la suya", observa. Todos coinciden: los músicos son "los olvidados de la sociedad en cuanto a reglamentación y ayudas, cuando la cultura también mantiene vivo un país", señala Txell Sust.

Hablamos de "un colectivo que necesita una normativa específica porque su actividad es muy intermitente", considera Guillem Arnedo, de la PLAM, entidad que se creó en el 2019 para impulsar el Estatuto del Artista. "Sin ese marco es muy difícil ayudar al sector". Más allá de todo eso, Olvido Lanza invita a aprovechar esta oportunidad para afrontar la "reflexión profunda" en torno a la función de la música y para preguntarse por las motivaciones originarias, por "el porqué de hacerla, para qué y para quién".

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