TITÁN DE LA ELECTRÓNICA

Muere Florian Schneider, cofundador de Kraftwerk, a los 73 años

El músico alemán, que abandonó el grupo en el 2008, falleció de cáncer la semana pasada y ha sido este miércoles cuando la noticia ha trascendido

Imagen de 'The man machine' de Kraftwerk, con Florian Schneider en primer plano

Imagen de 'The man machine' de Kraftwerk, con Florian Schneider en primer plano

Jordi Bianciotto

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David Bowie le dedicó una composición electrónica, ‘V-2 Schneider’ (del álbum ‘Heroes’, 1977), atribuyéndole el poder colosal de un cohete V-2 como los utilizados en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Una ocurrencia quizá un tanto estridente, pero da idea del efecto que las innovaciones de Florian Schneider, siempre a bordo de Kraftwerk, tuvieron en la esfera de la música moderna. Cofundador del grupo alemán y pionero, por tanto, en el desarrollo de la electrónica en contacto con el pop, Schneider falleció hace una semana de cáncer, a los 73 años, y fue este miércoles cuando saltó la noticia, confirmada por la discográfica Sony Music.

Junto a Ralf Hütter, dio forma a una música innovadora que se situó al margen de las corrientes anglosajonas, desenganchada de los fetiches del rock (guitarras eléctricas, rituales de entrega física) y con poder para transmitir emociones a través de una estética fría y maquinal. Sonido que el grupo quiso tan vanguardista como popular, atendiendo a la etiqueta de ‘elektronische volksmusik’, y muy ostentosamente germánico (y europeo).

El sombrío encanto de Düsseldorf

Aunque su primera experiencia discográfica, ya con Hütter, en el grupo Organisation (1969-70), revelaba debilidades por la psicodelia y Pink Floyd, el artefacto sucesor, Kraftwerk (que significa Central Eléctrica), dio un paso al frente en su primer álbum, homónimo, de 1970: tiempo de bucles hipnóticos y cósmicos, sí, pero también de tramas industriales, ruidos de planta metalúrgica y vibraciones disonantes, que acusaban el influjo de vanguardistas como Stockhausen, Riley y Cage. Ayudaba el contexto: la fabril Düsseldorf, suministradora de un imaginario opresivo y nublado. Kraftwerk grabó el álbum en una vieja refinería mano a mano con Conny Plank, productor que se involucraría en otros tres álbumes del grupo, así como de diversas obras de cabecera del rock alemán o krautrock, como las de Cluster, Neu! y Harmonia.

En esa primera versión de Kraftwerk, la más aventurada, Schneider aportaba dibujos de flauta y violín procesados electrónicamente, y fue más tarde cuando incorporó los sintetizadores. ‘Autobahn’ (1974), un álbum que arrancaba con el carraspeo de un automóvil Volkswagen, marcó el camino a seguir con sus piezas de tacto robótico (la titular, de más de 22 minutos) y sus voces distantes. Y aunque la propuesta siguió ganando definición con ‘Radio-activity’ (1975), el gran clásico es ‘Trans-Europe Express’ (1977; ‘Trans-Europa Express’ en su versión alemana, cantada en este idioma), oda romántica al Viejo Continente a partir de un imaginario deudor del viejo futurismo. Schneider y compañía (aquí el grupo se estableció como cuarteto) posaban en la portada con rostro hierático, vestidos como oficinistas o científicos atómicos, a las antípodas de la ‘rock star’, y la fascinación por la máquina cristalizaba en bellas composiciones con un halo mágico, como ‘The hall of mirrors’.

Un influjo gigantesco

La proyección de ese álbum alcanzó áreas imprevistas, como la música disco del productor Giorgio Moroder (la pista repetitiva de sintetizador Moog de ‘I feel love’, de Donna Summer), haciendo notar el toque funk de Kraftwerk. En el tránsito de los 70 a los 80, el influjo del grupo se hizo monumental: del mismo Bowie berlinés a todo el synth-pop (Depeche Mode, OMD) y entidades como New Order Pet Shop Boys, y al otro lado del Atlántico, en el electro de ‘Planet rock’ (1982), hito a cargo de Afrika Bambaataa con producción de Arthur Baker, apuntalado en la melodía de ‘Trans-Europe Express’. También en el techno de Detroit y el house de Chicago.

A medida que Kraftwerk se asentaba como referente visionario y clásico moderno, y crecían las expectativas por ver en vivo a semejante leyenda, su actividad discográfica tendió a decrecer. No hubo tampoco proyectos en solitario, ni de Schneider ni de Hütter. En los 80, ‘Computer world’ y ‘Electric café’ ahondaron en perfiles más pop, y apenas hubo señales a partir de los 90. En Barcelona, el grupo actuó por primera vez en 1981 (Palau Blaugrana 2), debut seguido de los bolos en Zeleste-Razzmatazz (1991 y 2004) y el Sónar (1998). En visitas posteriores, ya entrado el siglo XXI y a lomos de sus ‘grandes éxitos’ en 3D, Kraftwerk compareció sin Florian Schneider, quien se dio de baja del grupo en el 2008 sin que trascendiera una explicación oficial. Su última actuación con el grupo fue en España: el 11 de noviembre del 2006 en el M2 Indoor Festival, de Zaragoza. Calificado por Hütter de "perfeccionista del sonido", Schneider patentó en 1990 un artilugio, el sintetizador de voz Robovox.

Desde su salida de Kraftwerk, Schneider mantuvo una actividad muy discreta, y ahí cabe señalar la composición, con trasfondo ecologista, ‘Stop plastic pollution’ (2015), con producción del belga Dan Lacksman (exmiembro del eurovisivo grupo techno-pop Telex). Fundido discreto, el suyo, a juego con el cultivado misterio que envolvía su figura, poco dada a las entrevistas. Este miércoles lloraban en las redes su pérdida creadores como Midge Ure, de Ultravox (que le vio “adelantado a su tiempo”), Jean-Michel Jarre, OMD, Nick Rhodes (Duran Duran), Gary Kemp (Spandau Ballet), Thomas Dolby y Alva Noto.