EQUIPAMIENTO MUNICIPAL

Fabra i Coats peligra como epicentro musical de Barcelona

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Nando Cruz

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Los festivales musicales en la Fabra i Coats penden de un hilo. Hace unas semanas el equipo técnico del recinto comunicó a los responsables del Mira, del AM Fest, del Say It Loud y del Bis que buscasen otra ubicación para el 2020. Y el Cara B, que se celebra este fin de semana en el equipamiento de Sant Andreu, ha salvado su edición in extremis gracias a la mediación del Icub. Hace años que se ha estado edificando un bloque de 48 viviendas dentro del recinto fabril y se sabía que en cuanto se habitasen la continuidad de los festivales en la fábrica sería más que incierta. Los vecinos empezaron a llegar en noviembre y el conflicto ha estallado ahora, cuando los festivales ya trabajan en sus próximas ediciones.

En las últimas semanas, el Icub ha estado maniobrando para revertir un desenlace que dejaría a la ciudad sin un equipamiento público en el que puedan desarrollarse y crecer proyectos musicales de tamaño medio que no caben en centros cívicos, que no quieren trabajar bajo los requisitos que marcan las grandes salas y que están a años luz de los macrofestivales. Por un lado, se ha mantenido un encuentro con los nuevos inquilinos para facilitar la convivencia entre festivales y vecinos. Por otro, se ha pedido un estudio de insonorización para tantear la posibilidad de realizar obras que reduzcan su impacto sonoro.

Difícilmente esas obras estarían presupuestadas, aprobadas y realizadas antes de otoño, de modo que este pacto con los vecinos es clave para que Mira, AM Fest y Say It Loud se puedan celebrar en otoño. "Los festivales se pueden seguir celebrando este año", afirma el delegado de cultura del Ayuntamiento de Barcelona, Dani Granados. Y aclara que no es una medida puntual, sino que la voluntad del ayuntamiento es "construir un proyecto musical vinculado a un espacio público, sea en la Fabra u otro lugar, donde tengan cabida un tipo de festivales que van más allá de la explotación comercial, que interpelan a un circuito cultural a veces poco reconocido, que tienen retorno social e implicación territorial".

Más fuera que dentro

La postura de los festivales no es tan optimista. Tras el jarro de agua fría que les cayo a finales de enero al verse expulsados de la Fabra i Coats en plena época de contratación de artistas, se sienten "abandonados" y "mareados" con tanto cambio de rumbo. En las últimas semanas, todos han rastreado la ciudad en busca de espacios a los que mudarse. Say It Loud ya tiene apalabrado un recinto en Barcelona. El AM Fest no lo ha encontrado, de modo que se plantea trasladarse a otra ciudad. Ambos se celebran en octubre y se sienten más fuera que dentro de la fábrica, aunque se han marcado como fecha límite para tomar la decisión el 1 de marzo. El Bis no tenía tanto margen: se hace en abril y ya se planteaba aplazar su edición a septiembre, también lejos de la Fabra.

Para el Mira, encontrar otro recinto es más complicado ya que además de los conciertos de música electrónica ofrece instalaciones audiovisuales. La incertidumbre que se ha abierto respecto a su continuidad en la Fabra le impide contratar artistas para su edición de noviembre. Su director, Oriol Pastor, baraja una tercera opción más allá de quedarse allí o ir a otro sitio: la de cancelar su edición del 2020. "Sería una lástima porque este año cumplimos diez", remarca. Tanto él como los otros directores se han emplazado a una reunión con el Icub y el equipo técnico de la Fabra para fijar por escrito en qué condiciones se podrían seguir celebrando los eventos. No quieren más sorpresas de última hora.

En el 2019 el Mira ya tuvo un susto. "Semanas antes del festival, me anunciaron que los nuevos vecinos entraban a vivir en octubre y que era muy posible que el distrito no me aprobase los controles de sonido, lo cual implicaba tener que cancelar dos semanas antes", recuerda. Al final, las elecciones generales de noviembre salvaron el festival por los pelos, pues la entrega de llaves a los primeros vecinos se pospuso a después de la campaña electoral. Los 48 pisos están delante de la fábrica que acoge los festivales y, aunque muchos aún están vacíos, alguno está a solo 20 metros de distancia. Viviendas y fábrica forman parte de un edificio patrimonial, lo cual limita la intervención arquitectónica. 

Otros modelos, otros espacios

Cada festival tiene sus particularidades. "Nosotros necesitamos hacer una gestión colectiva del festival y eso implica desde cómo te atiende la persona de seguridad hasta el precio de las bebidas. No queremos delegar esas responsabilidades en manos de nadie", argumenta Sergio Picón, director del AM Fest. Por eso se trasladó hace dos años a Fabra i Coats. "Pero no podemos arriesgarnos a volver y que en abril nos digan que tendremos que reducir el volumen o acabar los conciertos tres horas antes. Quiero un compromiso escrito", avanza.

Pablo Tudela y Xavi Urbano, impulsores del Say It Loud, también recelan de futuros encontronazos técnicos y administrativos. "Somos un equipo pequeño y tanta incertidumbre nos impide dimensionar el festival", explican. Pero, sobre todo, reclaman un gran equipamiento público donde desarrollar este tipo de proyectos. "Sin él, festivales como el nuestro chocan con un techo de cristal que nos impide crecer". "Festivales de ese tamaño no tenemos continuidad posible en Barcelona. Esa carencia de la ciudad es lo preocupante", añade Picón.

Hasta ahora, ese gran equipamiento era la Fabra i Coats, pero las viviendas eran una espada de Damocles cada vez más cercana, por mucho que nadie quisiera verla. La directora de la fábrica, Joana Hurtado, explica que ya se sabía "que se habitarían los pisos". "Yo entré a trabajar aquí en mayo y entonces ya se decía que venían los vecinos, pero no han llegado hasta ahora y ahora lo empezamos a ver", prosigue, refiriéndose a cómo abordar la situación. Esta falta de previsión por parte de la administración, ya fuese avanzando el plan de insonorización o buscando otro enclave en la ciudad, es lo que critican los festivales.

Tanto Hurtado como Granados aseguran que la receptividad de los nuevos vecinos es "fantástica", pero, para el director del Mira, el problema de Fabra i Coats no es solo de convivencia entre vecinos y música. "Este recinto es un polvorín en el que se han metido proyectos sociales, de educación, de cultura... Estás montando tu festival y entran los 'castellers', los camiones no pueden descargar a la hora que los niños salen del colegio... Nunca ha habido una dirección estratégica del recinto y eso hace muy difícil la convivencia", resume. A escasas horas de la sexta edición del Cara B, su codirector Adrián D. Bóveda, solo reza: "Ojalá se resuelva la situación. Por el bien del público de la ciudad".

Los inquilinos musicales de Fabra i Coats

Mira