HISTORIA Y EXPERIMENTACIÓN

Flamenco patas arriba

El proyecto 'Mundos paralelos', planteado como ruta turística, recorrió párkings, portales y plazas del Raval, el Poble Sec y Sant Antoni conjugando memoria histórica y baile experimental

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Nando Cruz

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La multitud que bloqueaba la calle Nou de la Rambla no era ni medio normal. De hecho, triplicaba el número de turistas que hacían cola frente al Palau Güell. ¡Esperaban para entrar en un párking! ¿Por qué? Nadie tenía ni idea. Pero, de repente, se abrió uno de los coches estacionados y de él salieron tres mujeres. Un cuarto individuo abrió el maletero y se puso a tocar un sintetizador mientras dos guitarristas rasgaban compases flamencos y esas mujeres se arrancaban a bailar. Estaban perpetrando una actuación de rumba frenética.

La rumba frenética era uno de los reclamos que anunciaban los carteles el Edén Concert, el bullicioso local que existió en el mismo lugar donde hoy aparcan los clientes del Hotel Gaudí. Hablamos de los años 20 del siglo pasado. Sí, cuando Peret aún no había nacido ya se bailaba la rumba frenética en Barcelona. ¿Cómo sonaría aquello? Quién sabe, pero las bailarinas del Laboratori de Recerca des del Flamenc del Institut del Teatre lo estaban recreando en una 'performance' intuitiva mientras su profesor, el coreógrafo Juan Carlos Lérida, explicaba la situación a un cliente que solo quería sacar su coche del párking.

Así arrancó la ruta 'Mundos Paralelos' guiada por la historiadora Montse Madridejos: como un sonar que detectaba vestigios remotos de vida flamenca en las calles de Barcelona y entablaba diálogo con el flamenco contemporáneo de las bailaoras. Historia y experimentación. Psicofonías y danza. Y lo mismo ocurrió luego ante el Bagdad. Mientras la historiadora resumía las mil vidas anteriores del local, sonaban repiqueteos de castañuelas. ¿Dé dónde provenían? Ni idea. Pero en medio de la comitiva de oyentes, cada vez más numerosa, las bailarinas, que ya no eran tres sino una docena, izaron un árbol de brazos, tal vez una palmera datilera. Luego arrastraron sus cuerpos hasta la placita de Raquel Meller mediante movimientos sigilosos que, durante unos segundos, enmudecieron el tráfico de la avenida del Paral·lel.

Domadores y contorsionistas

Hace un siglo, la sala Barts acogió todo tipo de espectáculos cuando era el Gran Teatro Español: desde domadores de cacatúas hasta contorsionistas. También, vodeviles y flamenco. Las bailaoras iniciaron allí otra danza de danzas (unas más estilizadas, otras más arrebatadas) mientras un bailarín dialogaba con ellas mediante movimientos propios de un 'breaker' neoyorquino. ¡Hacía el pino y frotaba las botas contra la pared! Vecinos del barrio de todas las nacionalidades se detuvieron a mirar. Uno que solo pasaba por allí se les acercó, sin bajar de su bicicleta, para felicitarles efusivamente. No te encuentras cada día un espectáculo de danza flamenca en la vía pública. Ni de tantísimo nivel.

Pero estos cazafantasmas del flamenco andaban sembrados invocando espíritus centenarios y sacándolos a bailar a plena luz del día. Y cuidado con la que se armó en el número 72 de la avenida del Paral·lel. En el sótano del extinto Café Sevilla, estaba el Cabaret de la Muerte, otro antro de perdición ante el cual la guitarrista Isabelle Laudenbach y su homólogo Guillermo Castro perpetraron una terrorífica improvisación de ruido a doce cuerdas. Detrás suyo, el rótulo del Teatre Victoria anunciaba el espectáculo del Mago Pop: 'Nada es imposible'. ¡Desde luego! Aunque cueste creerlo, en ese preciso instante pasó por ahí el más flamenco de los cantautores: Kiko Veneno. Y si eso no es magia...

Igual habrá que cruzar el Paral·lel, ¿no? A ello invita el programa 'Creuem el Paral·lel' que impulsa la gente del Arnau y en el que se enmarca esta ruta. Y en un último arrebato flamenquicida, la cantaora Alba Guerrero vociferó un cante de ida y vuelta desde la acera de Poble Sec al que Laudenbach puso el toque con su guitarra, desde la mediana central, y Lérida respondió bailando desde la otra acera. Un motorista quedado atrapado y no sabía si pitar o dar palmas. ¿Y el público? Hipnotizado, absorto, dando valor con su silencio a una acción artística en plena calle. Arrebatadora y efímera. Silvestre y estética. Por derecho.

Vamos a un bar

Como no hay juerga flamenca sin bar y Los Juanele estaba a la vuelta de la esquina, bailaoras, activistas, historiadora, coreógrafo y el resto de público enfilaron hacia allí como una ola. ¡Qué mejor lugar para estrechar lazos y crear comunidad que un bar de sevillanas! Fue allí donde se desveló el misterio de las rayas. "Vamos de rayas / Los del Laboratorio / Vamos de rayas / No tenemos lunares / Vamos de rayas", cantó el dramaturgo Salvador S. Sánchez. En efecto, la veintena de artistas que participaron en la ruta-performance vestían camisas y jerséis de rayas. Rayas paralelas como la avenida alrededor de la cual ha nacido esta insólita y valiosísima ruta turística para los habitantes de Barcelona.

Este espectáculo se ha producido con apenas mil euros. Y no, tampoco era un encargo del Festival Grec o el Teatre Nacional. Detrás de esta ruta está el Teatre Arnau, sí, pero también otras pequeñas células que operan en ámbitos comunitarios, artísticos y de memoria como el Col·lectiu de Companyies (de teatro independiente), Tot Raval, Transductores, Laberint Cultura, Paral·leles y, de forma tangencial pero omnipresente, esa Sociedad Flamenca El Dorado a la que pertenecen varios artífices de este paseo por los 'Mundos paralelos' de Barcelona. La pregunta ahora es si algo tan irrepetible pudiera repetirse algún día. En ello están.