CRÓNICA

Serrat y Sabina, un privilegio histórico en el Sant Jordi

Ambos cantautores recrearon y compartieron sus repertorios, combinando el 'entertainment' con la incursión profunda, en el generoso recital de la gira 'No hay dos sin tres'

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Jordi Bianciotto

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El roce de modos y canciones de Serrat y Sabina en un mismo concierto fue un gran hallazgo que se llevó por delante a amplias audiencias en el 2007, reincidió en el 2012 y parece despedirse, de nuevo a lo grande, en la gira ‘No hay dos sin tres’, que este sábado llenó una vez más el Sant Jordi. Última ocasión, o no, de vérnoslas con sendos repertorios de cabecera de nuestra canción contemporánea, servidos con humor, generosidad (casi tres horas de recital) y cuidado por ambos imaginarios creativos.

Esta vez no había disco con canciones nuevas que presentar, y las de ‘La orquesta del Titanic’ (2012) desaparecieron del atril, con lo cual la entente volvió a las esencias, a los clásicos, a partir de un arranque suave (‘Esta noche contigo’) y de un primer diálogo jocoso no exento de sentidos piropos recíprocos: Serrat llamó a Sabina “tontolaba” y este le replicó con un ordinario “gilipollas”. La parodia de la tensión competitiva, que no falte, y el pitorreo: esos ‘Cinco lobitos’ que cantaron como alumnos aplicados, camino de ‘No hago otra cosa que pensar en ti’.

Espectáculo y recogimiento

Hubo sentido del ‘entertainment’, con despliegues de vídeo y de color, profusión de éxitos y la brisa del compadreo, proyectada a veces en pláticas demasiado largas. También momentos de hondura, en particular cuando uno y otro se quedaban solos: Serrat, guitarra en mano, evocando ‘Cançó de matinada’ y haciendo enmudecer el Sant Jordi, como con 'Barcelona i jo', ‘Me’n vaig a peu’, ‘Plany al mar’ o ‘Pare’, canciones en catalán que marcaron diferencias con los recitales de Madrid. Y homenajeando al desaparecido Alberto Cortez en las ‘Nanas de la cebolla’. Sabina, recreando su mundo, desde la atalaya madura de ‘Lo niego todo’ a las cuitas de ’19 Días y 500 noches’. Cada uno, con sus escuderos: Miralles y Kitflus, Varona y De Diego.

La sensualidad mediterránea de Serrat, y el realismo de tierra adentro de Sabina, observándose con risueña prudencia. Pero tras el subidón de ‘Princesa’ y ‘Cantares’ vino otro recital, este más compartido y encaminado a la celebración, quizá un poco menos genuino, pero más espectacular. Un festín de clásicos que nos recordó que, más allá de las diferencias de estética musical, estamos hablando de canciones, material tuteable, y no de unas cualesquiera: logros universales que han acompañado muchas vidas, de un poder difícil de igualar en nuestra actualidad tan fragmentada. ‘Y sin embargo’ y ‘Aquellas pequeñas cosas’, ‘Contigo’ y ‘Fiesta’. Y la vaga sensación de privilegio histórico por ser contemporáneos de todas ellas.