CUMBRE DE POP METAFÍSICO

Ferran Palau: "La normalidad siempre me ha aburrido"

El músico de Esparreguera, miembro del grupo Anímic, presenta su brillante 'Kevin' en Apolo compartiendo cartel con su alma gemela, El Petit de Cal Eril

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Jordi Bianciotto

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Paso a paso, como si siguiera el pausado ‘tempo’ de sus canciones, y “sin cambiar tu personalidad para gustar, sino pensando qué hacer para que tu personalidad guste”, ha llegado Ferran Palau a ‘Kevin’, su cuarto disco en solitario, portador de música aérea y enigmática, de cadencia lenta y dispuesta para que el oyente le dé su último significado. Otra obra de altos vuelos cuyo alcance se multiplica cuando en la foto incluimos a su alma paralela, Joan Pons, El Petit de Cal Eril, con quien comparte cartel este viernes en Apolo, concierto con las entradas agotadas desde hace más de un mes.

Ferran Palau, componente del grupo Anímic, y El Petit de Cal Eril llevan un tiempo coprotagonizando una historia prodigiosa: dos creadores que trabajan en paralelo desarrollando una estética musical común, influyéndose mutuamente, fabulando con etiquetas ocurrentes (el pop metafísico) y citándose a veces en los escenarios. “Somos gasolina el uno para el otro, él me empuja a mí y yo a él”, explica Palau, que integra en la ecuación al productor de ambos, Jordi Matas. “La cola que lo une todo”.

Pop que se puede silbar

En ‘Kevin’ gana más altura si cabe ese discurso labrado por Palau en sus tres brillantes álbumes anteriores, ‘L’aigua del rierol’ (2012), ‘Santa ferida’ (2015) y ‘Blanc’ (2018), moviéndose desde el folk gótico hasta ese pop de peso ligero, envolvente y narcótico. Sí, pop después de todo, porque lo suyo dispone de “estribillos que puedes silbar” y aspira a demostrar que “la música lenta puede ser ‘mainstream’”. En eso consiste su “curro”, desliza, en comunicarse mejor a través de la música sin dejar de ser él.

El álbum salió a la venta el 18 de octubre: días de furia en la esfera pública, política, ciudadana, y se diría que el ruido ambiental enfatizó, por contraste, la serenidad clínica de estas canciones. “Sopesamos la posibilidad de cambiar la fecha de salida, porque sabíamos que coincidiría con la sentencia [de los presos del ‘procés’], pero decidimos mantenerla porque pensamos que este disco podía tener su espacio en este momento”, explica Palau, que ve ‘Kevin’ como un disco “con el que poder desconectar de la realidad, no solo la política, y permitirte un momento para ti”.

Un folio en blanco

Sus nueve canciones, con sus atmósferas por rellenar y sus títulos de una sola palabra, tiene algo de folio en blanco, de obra misteriosamente inconclusa, como si Palau esperara que sea el oyente quien las haga suyas a su manera. Le gusta, en efecto, “soltar unas piezas sobre la mesa y que la gente construya algo con ellas”.

El título del disco se acoge a ese principio: el nombre de Kevin comenzó a salir de su boca (“después de ver con mi hijo, por enésima vez, ‘Solo en casa’, con Macauley Culkin haciendo de Kevin McCallister”) aplicándolo a personas de su entorno más cercano. “Durante un tiempo me dio por llamar a Kevin primero a mi hijo, luego a mi hermana, y a algunos amigos, y ellos me terminaron llamando también así”, explica. ‘Kevin’ le pareció le pareció un título “feo” pero, como dicen los anuncios de esos pisos que son ratoneras sin luz, brindaba muchas posibilidades. “Apuntaba a un territorio por explorar, con la esperanza de construir algo a lo que la gente diera significado”.

Amigo de las “cosas extrañas”

Las canciones, con títulos como ‘Univers’, ‘Estrany’ o ‘Flora’, revelan una tendencia a lo críptico que él asocia a su gusto por “las cosas extrañas y diferentes”, confiesa. “La normalidad siempre me ha aburrido”. Hay un lenguaje musical tendente a la economía de notas y arreglos que, bien mirado, no está tan lejos del minimalismo de artistas como Frank Ocean o la misma Rosalía. “Ya era hora que las músicas negras y latinas estuvieran de moda, y que se acabaran los prejuicios con el ‘mainstream’”, celebra Palau, admirador de Taylor Swift, Justin Bieber y del portento del hip-hop Tyler, the Creator.

Mientras el Palau solista avanza, el grupo madre, Anímic, parece haber quedado estacionado. Hay cierta dispersión entre sus miembros, pero el grupo volverá, sostiene. “Tenemos que encontrar el momento”. Está en marcha otra banda, Baus, un trío completado por Louise Sansom, su pareja, mánager y cómplice en Anímic (“mi todo”, resume) y el batería Marc Eugeni. “Un grupo de caña y de ruido”, anuncia. “Ya tenemos seis o siete canciones”.

Cruzando barreras lingüísticas

Lo llamativo es que una parte de su público actual (“la mayoría”, precisa) desconoce esa otra vida artística. “Veo gente muy joven, un público muy transversal”, asegura Palau, que observa cómo su música en catalán salva las fronteras lingüísticas. “Recibo muchos mensajes de diversos lugares de España y noto que estoy difuminando un poco esa barrera, lo cual no deja de ser curioso dada la situación política en la que estamos”.

Tras el doblete de Apolo, se vislumbra otra cita: el 20 de marzo en la sala 2 del Auditori (festival Guitar BCN). Concierto este de Palau con invitados como Clara Viñals (Renaldo & Clara), Núria Graham y otros por revelar. La venta de entradas va a muy buen ritmo y él no oculta la sorpresa. “Todo esto es nuevo para mí”, suspira. Encuentra la razón de la bonanza en haber encontrado “una rendija por la que no se ha colado nadie, un espacio desocupado en el que te sientes a gusto”.