EL IMAGINARIO LITERARIO DEL AUTOR DE 'SPACE ODDITY'

Los 100 libros que marcaron a Bowie

'El club de la lectura de David Bowie' recoge los volúmenes más influyentes para el cantante británico y establece conexiones con su trayectoria musical

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Jordi Bianciotto

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Literatura y ensayo; historia, autobiografías, antologías de entrevistas y diccionarios de conceptos; mitología, nuevo periodismo, historia del rock, arte, cábala... Sabíamos que David Bowie (1947-2016) era un devorador cultural de pro y un lector glotón, y a muchos de sus seguidores les habría encantado introducirse en su biblioteca portátil, aquellos baúles llenos de volúmenes con los que viajaba. Ahora es posible colarse en ella a través de otro libro, ‘El club de lectura de David Bowie’, que tanto puede servir como acopio de hallazgos editoriales a veces ignotos como de complemento a su obra musical: muchos de esos títulos atesoran pistas que ayudan a contextualizar sus canciones.

El libro, iniciativa de la editorial barcelonesa Blackie Books, recorre las cien lecturas que Bowie tachó de más “importantes e influyentes” en su vida, cien lecturas que Bowie tachó de más “importantes e influyentes” en su vida, no necesariamente sus favoritas, precisa su autor, el periodista británico John O’Connell. La lista vio primero la luz en la exposición ‘David Bowie is’, inaugurada en Londres en el 2013 y que cuatro años después viajó al Museu del Disseny de Barcelona. O’Connell la desarrolla reseñando cada uno de esos volúmenes y, para el seguidor de Bowie, lo interesante es que rastrea el influjo del libro en su obra musical, incluyendo al final la mención a una canción o álbum que la reflejen.

El influjo del Gran Hermano

Como ya sospechábamos, Bowie chupaba de todas partes y todo lo filtraba para luego alimentar su cambiante obra. Ziggy Stardust y los Spiders from Mars bebían del sentimiento de pandilla ajena a las reglas de convivencia, realzado por la ‘Novena sinfónia’ de Beethoven, que se desliza en ‘La naranja mecánica’ (1962), de Anthony Burgess. Resulta también meridiana la inspiración del álbum ‘Diamond dogs’ (1974) en el apocalíptico Orwell de ‘1984’. Relato que trató primero de convertir en un musical teatral o en un programa televisivo y que, ante la negativa de la viuda del escritor, acabó reflejando en canciones como la misma ‘1984’, ‘Big brother’ o ‘We are the dead’.

Al principio se concentran títulos clásicos, como ‘El extranjero’ (1942), de Camus, que O’Connell asocia a Bowie por la vía de la identificación con el adolescente atrapado en un entorno pusilánime; ‘Infierno’ (1320), de Dante Alighieri, que se aconseja leer mientras se escucha ‘Scary monsters’, o ‘Madame Bovary’ (1856), de Flaubert, con su fondo de escapismo asociable a ‘Life on Mars?’. Las sucesivas etapas de la obra de Bowie se van perfilando a través de las citas a libros a veces remotos, como ‘Dogma y ritual de la alta magia’ (1856), del ocultista francés judío Eliphas Lévi, volumen que Bowie llevaba consigo en sus tiempos de mayor amistad con la cocaína, en 1975, y que enmarca el proceso que llevaría hasta el álbum ‘Station to station’, publicado al año siguiente: las ‘estaciones’, como sucesivas etapas del ‘árbol de la vida’ utilizado por la cábala.

De Berlín a Trípoli

En ‘Berlín Alexanderplatz’ (1929), de Alfred Döblin, encontramos señales de su huida de Los Ángeles hasta los pies del telón de acero. La decadencia de la República de Weimar y, por extensión, de la cultura europea que transmite la obra arropó a Bowie (y a Iggy Pop) en sus discos electrónicos e industriales grabados en los estudios Hansa. En ese desolado pero romántico imaginario incide ‘Antes del diluvio’ (1972), de Otto Friedrich, para leer envuelto en los disonantes oleajes de la pieza instrumental ‘Neuköln’. Y la tribal ‘African night flight’ (del lunático álbum ‘Lodger’, 1979) tiene, como documenta O’Connell, antecedentes en ‘Una tumba para un delfín’, novela colonial cuyo autor, Alberto Denti di Pirajno, fue gobernador de Trípoli, Libia, en tiempos de la ocupación italiana.

La selección de libros es eminentemente anglosajona, si bien incluye libros de autores rusos (Mijaíl Bulgakov), japoneses (Yukio Mishima) o alemanes (Christa Wolf). Ningún escritor en español entra en la lista, que se introduce en territorio de no ficción a través de volúmenes como ‘Silencio’ (1961), de John Cage, influyente en Bowie a través de Brian Eno. Ahí, el creador vanguardista explica como la ausencia de nota alguna en su pieza ‘4’ 33’’’ no es sinónimo de silencio, ya que los sonidos que ocupan la estancia en la que se escucha, incluyendo los latidos de tu corazón o tu respiración, pueden ser formas de música.

La literatura musical asoma por varios flancos: volúmenes como los canónicos ‘Mystery train’ (1975), de Greil Marcus, y la ‘Historia del rock’ (1970), de Charlie Gillett, en torno a las tendencias del siglo XX. También obras genéricas de consulta como ese ‘Diccionario de temas y símbolos artísticos’ (1974), de James Hall, que se proyecta en los inquietantes vídeos, llenos de códigos por descifrar, de las canciones que Bowie publicó muy poco antes de morir, ‘Lazarus’ y ‘Blackstar’. Enigmas que, de la mano de O’Connell, y tirando del hilo de las lecturas seleccionadas, pueden llegar a serlo un poco menos.