CRÍTICA DE CINE

'La luz de mi vida': paternidad y apocalipsis con Casey Affleck

Affleck siempre ha sido un intérprete conmovedoramente minimalista, y aquí extiende ese enfoque también al otro lado de la cámara mientras captura la serena desolación de una civilización destruida

Estrenos de la semana trailer de 'La luz de mi vida' del 2019.

Estrenos de la semana trailer de 'La luz de mi vida' del 2019. / periodico

Nando Salvà

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Habrá quien diga, con cierta razón, que 'La luz de mi vida' funciona como un intento algo obvio de hacer contrición por parte del actor que la ha escrito, dirigido y protagonizado. Después de todo, Casey Affleck lleva años perseguido por las dos demandas por acoso sexual presentadas contra él en el 2010, y la historia que aquí se cuenta es la de un padre que debe proteger a una de las últimas mujeres que quedan en el mundo: su hija. En concreto, la película se sitúa en un futuro sin esperanza en el que la población femenina ha sido diezmada a causa de una pandemia, y en el que es inevitable que el miedo, la soledad, la paranoia y la desesperación se impongan a medida que la pareja avanza a través de bosques silenciosos, ciudades semidesiertas y casas inquietantemente vacías.

Affleck siempre ha sido un intérprete conmovedoramente minimalista, y aquí extiende ese enfoque también al otro lado de la cámara mientras captura la serena desolación de una civilización destruida. Su mirada prioriza la intimidad sobre el espectáculo y, por lo tanto, no se ocupa demasiado de las consecuencias más generales de la plaga; le interesan más las interacciones entre padre e hija que generar energía narrativa. Como consecuencia de ello el relato llega a pecar de esquemático y repetitivo pero, en su camino hacia su previsible pero desgarrador clímax, va acumulando pequeños momentos fascinantes que nos empujan a empatizar profundamente con los personajes y su viaje.

'La luz de mi vida' será comparada para siempre con dramas distópicos como 'Hijos de los hombres' (2006) y 'La carretera' (2009), y con motivo. Sin embargo, al final Affleck se muestra menos interesado que esos títulos predecesores en asuntos como el colapso social o el coste de la supervivencia, y mucho en uno más íntimo y personal: la mezcla de instinto de protección y sensación de impotencia que la paternidad conlleva, y el dolor que causa la imposibilidad de mantener a nuestros vástagos aislados de un mundo que podría hacerles daño.