ANIVERSARIO DE UNA RECONSTRUCCIÓN

El apuntador del Liceu: "Cuando vi la reconstrucción detecté 46 diferencias"

Jaume Tribó, el trabajador más antiguo del Gran Teatre, lleva 44 años susurrando a los cantantes

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Marta Cervera

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Jaume Tribó es el trabajador que más años lleva en el Liceu: 44. Y lo conoce todo el mundo. Para los cantantes es un ángel de la guarda que, escondido en la escenografía -la antigua concha se ha perfeccionado y se disimula mejor- siempre está a punto para darles la entrada si se quedan en blanco.  

Cuando entró en "la casa", como él la llama, había 424 trabajadores en el Liceu. Ahora son 325. "Cuando empecé a trabajar la gestión la llevaba el señor Pàmies y las temporadas no duraban más de tres meses", recuerda. Entonces no era extraño para él que Montserrat Caballé le diera trabajo en otros teatros donde ella cantaba el resto del año. Ahora, las cosas son distintas. La actividad en el Liceu se ha multiplicado. La reconstrucción del teatro permitió ganar espacio hacia el escenario y se pueden preparar varias óperas a la vez.

¿El cambio más importante en estos 20 años?

Todo. Es que el teatro es otro. Ni siquiera la arquitectura y decoración son idénticas. El día que el arquitecto responsable de la obra me enseñó cómo había quedado el Liceu le fui señalando todas las diferencias que veía. ¡Conté hasta 46!

Pero ahora está mejor equipado.

¡Uf! No hay color. Detrás del telón el espacio es 12 veces mayor que antes del incendio. Antes, cuando se representaba 'Aida', el coro no cabía, tenían que colocarse por los lados.

Usted ayuda a los cantantes. Les da seguridad y les susurra cantando si se quedan en blanco. ¿Qué es lo primero que hace al llegar al Liceu?

Siempre voy a ver al director musical y a los cantantes. He de ver cómo se encuentran y asegurarme de que nadie está enfermo.  

¿Habrá sorpresas en el estreno de ‘Turandot’?

La sorpresa me la llevé el otro día en un ensayo del segundo reparto. Gregory Kunde me sorprendió cantando el 'Nessun Dorma' una vez y después repitiéndolo. No es habitual y además lo hizo de fábula. Había técnicos junto al escenario que se fijaron y me preguntaron: “Oye, este es bueno, ¿verdad?”. 

Precisamente Kunde le cita a usted en un libro de memorias que acaba de editar. Le tuvo que ayudar cuando vino a hacer una sustitución ‘in extremis’ en ‘Anna Bolena’ en el 2001.

Es un cantante excepcional. Tenía que aprenderse en un día el rol de Percy para sustituir a Josep Bros. En los dos días que le vi trabajar hizo cadencias diferentes. Un portento. Es norteamericano pero frasea divinamente a la italiana. Y no solo canta, también dirige. Ha dirigido ópera 'Maria de Rohan' en el festival Donizetti de Bérgamo. Oiga, que eso son palabras mayores. ¡Es como dirigir un 'wagner' en Bayreuth!

¿El Liceu es un teatro de grandes voces?

Sí, siempre lo ha sido. Los dos repartos de esta 'Turandot' ya los quisieran el Metropolitan de Nueva York o la Ópera de Viena. El público aquí aprecia las voces. Gustan grandes, bonitas y bellas. Hace 50 años teníamos a Joan Sutherland, a Montserrat Caballé, a Jaume Aragall, a Plácido Domingo, a Joan Pons, a Josep Carreras. Ahora tenemos a magníficos cantantes como Sondra Radvanovski y Piotr Beczala cantando 'Luisa Miller', por ejemplo. Uno no puede arriesgarse con las voces. Es muy delicado.

Pero el Liceu debe apostar también por nuevas promesas.

¡Y seguro que saldrán! Desde el siglo XIX el Mediterráneo ha dado históricamente bonitas voces de sopranos y tenores. Va con la tierra. Rusia, en cambio, es un país de bajos.

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