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'Assaig sobre la lucidesa', una fábula política de Saramago demasiado actual

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Eduardo de Vicente

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Vivimos una época políticamente desconcertante. Poco podíamos esperar hace unos años que tantos individuos poco fiables estuvieran al frente de tantos países importantes en el concierto internacional. La desconfianza sobre los políticos ha llegado a niveles inimaginables. En este contexto resulta especialmente oportuno revisar una novela del premio Nobel portugués José Saramago que resulta terroríficamente actual y parece escrita ayer. Se trata de Assaig sobre la lucidesa (2004), que puede verse estos días en el Teatre Akademia en una versión adaptada por Jumon Erra y dirigida por Roger Julià al frente de la compañía La Danesa.

Es una prolongación de la angustiosa Assaig sobre la ceguesa (1995) y los  minutos iniciales de la obra se dedican a repasar lo ocurrido en la primera parte. Todo ello en un escenario completamente desnudo. Tan solo hay pintado un cuadrado blanco en el suelo y el telón negro al fondo. Eso sí, en los laterales hay depositados toda una serie de objetos que se utilizarán en el transcurso de la pieza como un paraguas, un diario, sillas, un megáfono, un atril y un micrófono. El único decorado consistirá en los dibujos o palabras que se añadirán con tizas de colores en el suelo.

Unos resultados electorales insólitos

El reparto al completo entra en escena, se trata de un grupo de tres políticos encorbatados y dos mujeres. “Hi havia una vegada una ciutat...” Las primeras palabras ya nos indican que vamos a enfrentarnos a un cuento, una fábula sobre la sociedad moderna y nos explican que ese lugar en el que se encuentran se ha convertido en la ciudad de los hechos inexplicables. Una misteriosa epidemia provocó que todos sus habitantes se quedaran ciegos, lo que provocó un caos generalizado. Pero esos problemas ya quedaron atrás.

Han pasado cuatro años desde que recuperaron la vista y la vida en esa localidad ha vuelto a la normalidad… o no, porque la convocatoria de unas elecciones municipales ofrece un resultado inesperado que sorprende al partido de izquierdas, al partido de derechas, al nuevo partido de izquierdas y al nuevo partido de derechas: el porcentaje de votantes es bajísimo y los votos en blanco superan el 80 por ciento. Este insólito recuento provoca que inmediatamente los políticos se pongan en marcha: el primer ministro, el de interior y defensa están indignados y buscan soluciones.

De la risa a la amargura

Repetición de elecciones porque el pueblo no ha votado bien (¿nos suena de algo?), pero el resultado de los segundos comicios es aún peor y entonces pasan a la acción ya que temen que el fenómeno contamine al resto del país y se expanda por el mundo. Todo vale para conseguir la supervivencia de la democracia. En el primer acto asistimos a una inteligente sátira que provoca las carcajadas pero a medida que avanza el texto se nos congela la sonrisa.

Los políticos buscan conspiraciones inexistentes, consideran que un gran grupo de vecinos se han convertido en unos sediciosos y los tildan de terroristas, se plantean declarar el estado de sitio, levantar un muro para aislarlos, organizan una campaña de propaganda utilizando los medios de comunicación... Y a todo esto, un misterioso atentado acaba por sacudir los cimientos de esa sociedad. Pero no todos están de acuerdo con esta postura, el alcalde se opone y la crispación va en aumento. Se necesitan culpables y la víctima propiciatoria parece ser una mujer, la única que durante la anterior plaga podía ver…

Demasiado parecida a la actualidad

Es una escalofriante metáfora: el ser más peligroso es el que ve claras las cosas, el único que podía ver. La ceguera de la población, en el fondo, es beneficiosa para el poder. Durante hora y media asistimos atónitos a la representación de un texto de hace 15 años que retrata con certera visión muchos de los acontecimientos que estamos viviendo ahora mismo. Es teatro comprometido, que hace reflexionar, que interpela directamente al espectador (los actores/políticos se dirigen cara a cara al público para pedirle explicaciones por su voto). Imposible quedar indiferente ante todas las cargas de profundidad que nos han lanzado. Quizás sea mejor abrir los ojos...