OTROS ESCENARIOS POSIBLES

El festival más pequeño del mundo

El Centre Cívic El Carmel ha inventado un formato con cuatro escenarios en el que el público ni siquiera tiene que caminar

The Enemy Within  en directo  con la Orquestra del Barri a su derecha

The Enemy Within en directo con la Orquestra del Barri a su derecha / periodico

Nando Cruz

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Los ciclistas del Tour no podrían coronar la empinada calle Llobregós sin una ayudita extra. Es el Tourmalet del Carmel. Pero llegar a lo más alto de la cuesta tiene premio. Bueno, solo faltaría subir los treinta y tantos escalones que conectan con la terraza más alta de la plaza Salvador Allende y, entonces sí: una fuente y... ¡un festival con vistas a Collserola! En dura competencia con el Sónar, el centro cívico del barrio celebra esta tarde la segunda edición de su Batalla de la Música, el macrofestival más pequeño del mundo.

Hace rato que todos los bancos están tomados por las abuelas. Los trabajadores del Centre Cívic El Carmel sacan sillas y más sillas. “Después de la jornada y antes de llegar a casa, haz una pausa, tómate un aperitivo vespertino y disfruta de una tarde musical”, proponía la convocatoria. Y siguen llegando vecinos de todas direcciones. La música también sonará en todas direcciones. En el lado norte de la plaza hay una orquesta. Frente a ella, un trío acústico. A su derecha, un grupo de punk-rock. A la izquierda, un combo rumbero.  En el centro está el público, que irá girándose en función del grupo que toque en cada momento. Nada aquí se deja al azar. Antes de empezar, suena ‘Asimbonanga’ en memoria del cantante surafricano Johnny Clegg, fallecido días atrás.

Beatles, Abba y Arctic Monkeys

La Orquestra del Barri la forman unos aficionados de Sants. Son dos chelistas, tres violinistas, una pianista y la directora, que los anima a atreverse con sinfonías clásicas y éxitos de Beatles o Abba. Tocarán dos piezas y cederán el testigo a The Enemy Within, cuatro inglesitos del barrio de El Coll que traducen en rabia eléctrica su angustia adolescente. Su segunda canción es ‘I bet you look good on the dancefloor’, de los Arctic Monkeys. Cuando los de Sheffield la editaron en el 2005, aún gateaban. Tras ellos, La Coctelera Negra, de Horta-Carmel, maniobra con suavidad en el soul-reggae. Y cuadrando el círculo, Rumba Alborada; ídolos del barrio, a tenor de los aplausos, vítores y bailoteos que desatan.

Habrá dos rondas más a dos canciones por grupo. Y el público, girando sus sillas a norte, sur, este u oeste y aplaudiendo por igual a violinistas, ingleses, al trío y a los rumberos. La orquesta ataca el tema central de ‘Misión imposible’, tal vez en honor a tan insólito invento. El cantante de The Enemy Within grita “Put your hands together! Clap as if you never clapped before!” antes de otra versión de Arctic Monkeys. ¡Y el público le entiende! Laia, la cantante de La Coctelera Negra, nos recuerda que hay servicio de barra. “Consumamos en nuestros espacios de cultura para que el centro cívico pueda seguir montando cosas", propone. Por lo que te cobran por una cerveza en un macrofestival, aquí te toca una ración de guacamole, una empanada y un granizado de limón.

Rumba Alborada contraataca con dos versiones. Una familia china los observa con interés. Dos jóvenes con aspectos de turistas perdidos camino del Parc Güell sonríen. No hay que aclararles nada: viven en el barrio y saben a qué han venido. Entre las 300 personas que corren por la plaza hay más diversidad racial, estilística y generacional que en el 97% de festivales del país. Un pelmazo con camiseta de la roja está empeñado en filmase junto al grupo. No hay equipo de seguridad, pero hay algo mejor: las bailaoras rumberas. Una se le arrima y lo aparta bailando. La orquesta se suma al festín dando palmas. La cantante de La Coctelera Negra tararea el estribillo de Los Delinqüentes. 

Diez altavoces y tres mesas

La Batalla de la Música se inventó en otro centro cívico, la Casa Groga de Sant Genís dels Agudells. Allí se celebraba por la noche. Aquí, a plena luz del día, todo es más facil. Además, en el Carmel son expertos en sacar el máximo partido al tiempo, al espacio y a la escasez mediante la cooperación. Con diez altavoces y tres mesas de sonido de centros cívicos amigos, han transformado el mirador de la calle Santuari en un espléndido microfestival vecinal. En hora y media, la gente verá cuatro conciertos sin moverse del asiento. “¿Esta silla está ocupada?”, pregunta una anciana rezagada. “Sí, pero para usted, no. Usted la necesita más”, responde un currante salao. Y se la cede con sonrisa de regalo.

La orquesta echa ya el resto con su número más festivo, la balcánica ‘Bubamara’. El cantante de los Arctic Monkeys de El Coll rebaña una tarrina de helado Ben & Jerry’s antes de iniciar su tercer pase. El más enérgico. Él y el guitarrista avanzarán hacia el público y cantarán tirados en el suelo. La grada rumbera aplaude sorprendida. En unos minutos, varios padres y madres de la colonia inglesa bailarán al son de Rumba Alborada. “¡Marcha, queremos marcha!”, gritan las Rosarios del Carmel. “¡Gracias! ¡Thank you!”, bromea el cantante.

Si esto fuese un concurso de actitud, habrían ganado The Enemy Within. Si se premiara la conexión con el público, arrasaría Rumba Alborada. Si fuera un concurso de cantantes, La Coctelera Negra. Si hubiese sido uno de versatilidad, premio para la Orquestra del Barri. Pero esto no era una competición sino un encuentro musical y acabará con una interpretación colectiva de ‘When the saints go marchin’ in’. El público ahora gira y gira para aplaudir la estrofa que toca cada grupo: la orquestal, la punk, la acústica.... Rumba Alborada la adapta a su idioma: “Lolailo lá, lolailo lá, lolailo lá, lo lai lo lá”. Insuperable fin de fiesta.

“Gràcies i visca el Carmel!”, remata un responsable del centro cívico. Hoy la rivalidad tenía tan poca cabida que mientras recogen cables e instrumentos, los rumberos felicitan a los adolescentes, que luego se acercan a La Coctelera Negra para hablar de modelos de guitarras. Y la directora de la orquesta quiere comprar un pastel y pide consejo a los rumberos del barrio. Una madre se acerca al guitarrista de The Enemy Within. Su hijo de diez años quiere hacerse una foto con él. Acto seguido, repite la escena con los rumberos. Solo ha tenido que andar 20 segundos. No hay macrofestivales que fomenten tanto la proximidad.