GRAN CITA DE LAS ARTES ESCÉNICAS

Aviñón, el diván escénico de Europa

El gran festival teatral francés indaga en los dramas del presente, en especial en la crisis de los refugiados y en el laberinto en que vive el continente

Un momento de la representación de 'Nous, l'Europe', banquet des peuples'

Un momento de la representación de 'Nous, l'Europe', banquet des peuples' / periodico

Manuel Pérez i Muñoz

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las míticas trompetas de Maurice Jarre han anunciado algunas noches más memorables del teatro contemporáneo. El pasado jueves, la repetición de estas once mayestáticas notas volvió a servir para inaugurar en el Palacio de los Papas el 73º Festival de Aviñón, una edición que vuelve la vista hacia los mitos fundacionales de occidente para enfrentarse a los dramas del presente, en especial al laberinto europeo y a la crisis de los refugiados.

Pascal Rambert, uno de los directores y dramaturgos franceses de mayor proyección –artista asociado con el Pavón Teatro Kamikaze de Madrid–  fue el encargado de la puesta de largo ante las dos mil butacas de la Cour d'Honneur. 'Architecture', un espectáculo de cuatro horas denso y discursivo, fue recibido con aplausos apocados y más de un varapalo entre la crítica local. A pesar de contar con un reparto de lujo, esta historia sobre una familia de intelectuales centroeuropeos que a principios del siglo XX asiste con terror al advenimiento del fascismo se recibió como un dejà vu. Demasiado cercana a la versión de 'La caída de los dioses' que montó Ivo van Hove en el mismo escenario hace tres años. A diferencia del despliegue multimedia del director holandés, Rambert no quiso vestir su propuesta con otro recurso que no fuera el actor y la palabra. Lenguaje contra la violencia. 

Al día siguiente, el influyente 'Le Monde' hacia responsable de la pérdida de brillo de las noches inaugurales al director del festival Olivier Py, el primer artista encargado de la programación desde que Jean Vilar fundara la cita en plena posguerra, 1947. Más allá de decepciones puntuales, lo cierto es que entre los 43 espectáculos del programa oficial de este año (hace poco tiempo se pasaba de los 50) hay pocas de las antes abundantes estrellas del panorama escénico internacional más vanguardista, con algunas excepciones como el colectivo Rimini Protokoll y el coreógrafo Akram Khan. Últimamente más enrocado en una oferta de espectáculos muy caros y/o muy textuales pensados para girar por el circuito francés, Aviñón se deja comer terreno por otros festivales más pequeños como el Kunsten belga o el Festwochen austriaco. Si el espejo de Aviñón aún funciona, nos devuelve la imagen de una Francia un poco más pendiente de sí misma. 

La odisea de los refugiados

Christiane Jatahy es otra de las excepciones en lo que a nombres importantes del panorama internacional respecta. En su espectáculo 'O agora que demora' –que podremos ver en el próximo festival Temporada Alta de Girona–  la creadora brasileña plantea una proyección cinematográfica en la que diferentes refugiados de Palestina, Líbano o Suráfrica interpretan al Ulises homérico. La pantalla (el pasado filmado) y el público (el presente real) están separados por siete metros, la distancia que mide una frontera, el 'no man’s land'. El dispositivo híbrido entre teatro y cine es de una fuerza poética incuestionable, y supone una carta importante para configurar el discurso dominante de la edición, retratar los temas actuales que más escuecen, como el de los refugiados, y hacerlo desde una perspectiva clásica.

Así lo hace también la francesa Maëlle Poésy que en su versión de 'La Eneida' mezcla danza, teatro y las voces de exiliados y refugiados de nuestros días. También el tradicional 'feuilleton' (espectáculo gratuito del mediodía) dedicará sus 13 sesiones a la lectura de la 'Odisea' de Homero con vocación de aportar reflexiones a los desafíos del presente. 

Jugar a ser el “1%”

Ir al teatro y acabar en un casino. Una de las propuestas más originales del primer fin de semana de Aviñón fue el espectáculo interactivo '£¥€$' (mentiras en inglés formado con los símbolos de las divisas). Alrededor de diversas mesas con crupier, los espectadores simulan con sus jugadas de dados el funcionamiento de la economía global, hacen inversiones e incluso emiten deuda que acaba en otras mesas. La propuesta del colectivo belga Ontroerend Goed es una lección práctica y divertida sobre el funcionamiento de los mercados globales, que comienza como un juego en el que los espectadores se meten en la piel de ese famoso y exclusivo 1% de la población que mueve la economía, y con que sus dinámicas de acumulación también acaba provocando crisis.

Divertido y didáctico, '£¥€$' tiene las butacas muy codiciadas. Pero que no cunda el pánico, si las entradas para el programa 'in' se agotan, el gigantesco festival paralelo, el 'off', ofrece casi 1.600 espectáculos. Toda la ciudad está tapizada con carteles y los repartidores de propaganda nos asaltan a cada esquina para explicarnos las bondades de sus espectáculos. 

Hollande sube al escenario

A Aviñón le duele Europa, como no puede ser de otra forma. Producido por el teatro de L'Archipel de Perpinyà (comandado por el otrora director del Grec Borja Sitjà, que vigilaba desde bastidores), 'Nous, l’Europe, banquet des peuples' de Roland Auzet con textos de Laurent Gaudé es una de esas caras producciones de tres horas, con una docena de actores, músicos, una coral completa y muchas arengas sobre el pasado, presente y futuro de Europa. Tanto es así que en un momento dado irrumpe en escena el mismísimo François Hollande y se marca un mitin escénico de 15 minutos. “¿Es Europa un sueño de clase?”, le preguntaba uno de los intérpretes “¿A caso la democracia lo es?”, contestaba el expresidente. El cameo sirve para ilustrar esa corriente actual del festival que busca más la reflexión y el ensayo, el teatro como diván para exorcizar los traumas de una Europa desorientada pero tan necesaria como lo ha sido siempre. Aviñón, como Cannes, será político o no será. 

Aurresku de vanguardia

Después de algunos abucheos para 'La fiesta' flamenca de Israel Galván en el 2017, y tras la cálida acogida del 'Grito pelao' de la bailaora Rocío Molina el año pasado, la danza sigue siendo la puerta de entrada de nuestros artistas en Aviñón. Este año la compañía vasca Kukai Dantza presenta 'Oskara', donde invitan al coreógrafo Marcos Morau –director de la compañía barcelonesa La Veronal– a mezclar su particular universo onírico y barroco con la danza tradicional de Euskadi leída en presente. El resultado es una reflexión individual sobre la muerte pero también sobre la memoria colectiva y sus fantasmas. Un espectáculo con un largo recorrido que seguro se extiende aún más gracias a los numerosos programadores internacionales que se concentran estos días en Aviñón. 

TEMAS