NOVEDAD EDITORIAL

Marta Sanz hace un retrato cómico y crítico de Malasaña

La autora madrileña publica 'Retablo' dos cuentos ilustrados por Fernando Vicente sobre la gentrificación

La autora Marta Sanz y el ilustrador Fernando Vicente, en la librería Laie.

La autora Marta Sanz y el ilustrador Fernando Vicente, en la librería Laie. / periodico

Elena Hevia

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Marta Sanz se fue a vivir a Malasaña, uno de los barrios más marchosos y nocturnos de Madrid, hace más de 20 años. Se instaló allí porque le encantaba el color local, los pequeños bares y sus cervezas y el bullicio hasta las tres de la mañana. Pasaron los años y empezó a tener la sensación de que a la ciudad se le iba desdibujando el carácter,  mientras a ella cada vez más le costaba asumir cómo estaba perdiendo sus referentes, la memoria, las raíces en ese espacio urbano cada vez más homogeneizado y descafeinado.

De ese sentimiento de pérdida- que Sanz necesita matizar para no resultar refunfuñona- nace ‘Retablo’, dos cuentos urbanos que también son el reflejo de cualquier barrio acosado por la gentrificación. Los relatos forman parte de una colección de Páginas de Espuma en la que un texto breve de un autor cuenta con un ilustrador de altura. Es el caso de Fernando Vicente que ha puesto en imágenes ‘Extraños en un tren’ (un homenaje a Alfred Hitchcock) y ‘Jaboncillos dos de mayo’ (una visión realista de la Malasaña ‘hipster’). El primero es también una reedición de la historia de Patricia Highsmith que inspiró al mago del suspense y el segundo está marcado por la amargura y extrañeza de Ambrose Bierce. Son dos relatos burlones y un tanto esperpénticos, un poco en la línea de otras obras de la autora como ‘Black, black, black’ y ‘Farándula’.

El maduro paisanaje protagonista de estas ficciones parecería estar perdiendo y en retirada: como esas dos viejecitas sin aparente relación una con otra que intercambian una misión, o ese vendedor de antigüedades (que no objetos ‘vintage’) que desconfía de esos jóvenes barbudos pero impolutos que solo toman lecha sin lactosa y escuchan pop blando.

No es tan sencillo

A la vez que hace su crítica, Sanz también se expone a una sana autocrítica: “Quería abordar el tema de una forma que no fuera simplificadora. En mi barrio cada vez hay más asociaciones de vecinos surgidas de problemas concretos: los alquileres turísticos que no están bien regulados, los pequeños negocios subsumidos por las grandes franquicias. Pero también quería contemplar eso de una forma equilibrada, no me gusta pensar que estamos en una pequeña aldea irreductible”. Y percibe también que lo que más le enamoraba en el pasado de su barrio, la tolerancia, se  ha transformado en todo lo contrario con los vecinos encerrados en sus capsulas de soledad. “Cada vez estamos menos dispuestos a hacer concesiones al otro”.

La autora, de visita en Barcelona y obligada a hacer un paralelismo de su ciudad con la nuestra, percibe que el modelo de gentrificación barcelonés va en estos momentos, por desgracia, muy por delante del madrileño. “Ahora en Madrid se está empezando a vivir la crítica ciudadana con la misma intensidad que la de Barcelona, el fenómeno es allí algo relativamente reciente. Yo simplemente estaba hablando de los primeros conatos del desarraigo  y de cómo los ciudadanos se relacionaban (mal) con é. Y es que es sabido que si el tejido ciudadano está en permanente transición no se pueden formar comunidades auténticas”.

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