CRÍTICA DE MÚSICA

Arteta y su amor por Strauss

La soprano firmó una impecable versión de 'Las cuatro últimas canciones' en el Palau de la Música Catalana

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Pablo Meléndez-Haddad

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Ainhoa Arteta le debía a Barcelona sus ‘Vier letzte Lieder’ desde un ahora lejano 1 de octubre de 2017, día en que no pudo cantarlos en la temporada de Camera Musicae en el Palau de la Música Catalana. El domingo se recuperó el proyecto y, aunque el pasado 28 de abril Barcelona también estaba algo revuelta por las elecciones, el concierto pudo llevarse a cabo sin problemas, y en un Palau con un lleno casi absoluto.

Engarzadas como diamantes en un programa eminentemente romántico, las cuatro canciones póstumas de Richard Strauss encajaron como un guante ante la precoz obertura ‘Egmont’ de Beethoven y la ‘Segunda Sinfonía’ de Schumann. La melodía infinita straussiana, de claros ecos postrománticos, encontró en la voz de Ainhoa Arteta una aliada devota, potente y respetuosa, que puso todo su talento y capacidad dramática al servicio de unos poemas –tres de Hesse y uno de Eichendorff– sublimados por la impresionante inventiva musical del compositor que, ya al final de su vida, compuso este soberbio ciclo, una auténtica obra maestra.

La soprano guipuzcoana adora las canciones y procuró cincelarlas con todo detalle, consiguiéndolo sin mayores dificultades 

Ya en ‘Frühling’ Arteta dejó claro que, con su control del ‘fiato’, su afinación y su capacidad para colorear y dar sentido al fraseo, su versión estaría empapada de eficacia, pero también de honestidad y ambición artística. Era evidente que la soprano guipuzcoana adora las canciones y procuró cincelarlas con todo detalle, consiguiéndolo sin mayores dificultades. Su canto voló por el Palau con un ‘Beim Schlafengehen’ de manual y, después de una calurosa ovación, regaló una muy sentida versión de ‘Morgen!’, también de Strauss. 

Pero estas maravillas no son nada si la orquesta no responde como debe, y la Simfònica Camera Musicae lo hizo con unas cuerdas brillantes, una madera excelente y unos bronces de lujo. El conjunto, dirigido con mano firme por su titular, Tomàs Grau, realizó asimismo una notable la lectura de la ‘Egmont’, brillante, arriesgada de ‘tempi’ y plena de contrastes, características que también se escucharon en la ‘Segunda’ de Schumann, de inspirada corrección. Y si en el ‘Scherzo’ pudo haber algún compás emborronado, eso pareció deberse más al entusiasmo del momento, ya que los otros tres movimientos se ofrecieron tan brillantes como impecablemente y articulados, con un ‘Adagio espressivo’ esculpido en un friso tan hermoso como equilibrado.