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'La caída del imperio americano': una sátira económica sobre el capitalismo

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Eduardo de Vicente

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Para la mayoría de los mortales, la economía es esa gran desconocida repleta de subterfugios y trampas en la que, curiosamente, los trabajadores siempre somos los que más tenemos que perder aunque los que más dinero atesoran siempre encuentran un método para esquivar pagar altas cantidades. Ahora, una película intenta explicarnos de una manera bastante sencilla cómo se resuelven estos temas en las altas esferas y, en vez de hacerlo con dramatismo, adopta el formato de comedia amable, lo que la hace mucho más digerible.

Se trata de La caída del imperio americano, la última película del canadiense Denys Arcand (Jesús de Montreal) que combina comedia con intriga y está protagonizada por dos jóvenes actores poco conocidos, Alexandre Landry y la modelo y presentadora televisiva Maripier Morin, y su actor fetiche, Rémy Girard, visto en Incendies. Recientemente obtuvo el premio de la FIPRESCI, la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica, al mejor filme en el Festival de Valladolid.

No es una tercera parte

Los más cinéfilos sospecharán, por el título, que se trata de la tercera parte de una trilogía iniciada por Arcand con la tragicomedia El declive del imperio americano (1986) y que tuvo un segundo episodio con la crepuscular Las invasiones bárbaras (2003), con el que obtuvo el Oscar a la mejor película extranjera, pero no. Se trata de una historia totalmente distinta sin relación alguna con las otras dos cuyo único elemento en común es la presencia de Girard.

La trama se centra en un joven doctorado en filosofía que tiene dificultades económicas y se ve obligado a trabajar como mensajero para ganarse la vida. Casualmente es testigo de un atraco y opta por quedarse con el botín, dos bolsas negras de deporte repletas de dinero, ya que nadie lo ha visto. No sabe qué hacer con ellas, dónde esconderlas, cómo mover una cantidad tan importante, por lo que recluta a un delincuente experto en economía que acaba de salir de la cárcel para que sea su asesor financiero. Paralelamente se enamorará de una atractiva prostituta de lujo por la que se siente fuertemente atraído sin ser consciente de que no será fácil conquistarla. Y al mismo tiempo, tanto la policía como la banda víctima del asalto intentan atraparle y recuperar lo robado.

Los paraísos fiscales y el blanqueo de capitales

Tras esta apariencia de comedia con gotas de intriga, el filme esconde una crítica feroz al capitalismo y sus consecuencias. Habla de la evasión y los paraísos fiscales o el blanqueo de capitales y te enseña de una manera muy fácil de entender algunos de los métodos que utilizan los más ricos para mover su dinero pagando los mínimos impuestos (o ningunos). Si tienes una suma importante siempre hay trucos legales para escaquearse. Pero no solo habla de los millonarios con ironía, tampoco el estado, la policía o los políticos cínicos salen muy bien parados. Es una sátira económica muy bien explicada que muestra las consecuencias de esos tejemanejes políticos mostrando las caras de los pobres, auténticas víctimas de la avaricia de los poderosos denunciada, por ejemplo, en los planos finales.

Su director nos explica sus intenciones: “Hago películas intentando, a mi manera, cumplir con una consigna secular: actuar como espejo de la vida y el tiempo. Todos estamos sometidos al imperio americano, incluso en los rincones más remotos de nuestro planeta. Ese imperio se está muriendo y sus convulsiones nos afectan en toda su brutalidad. Los que depositaron sus esperanzas en una hipotética dimisión de Trump, olvidan que después de Calígula llegó Nerón y tres siglos de desintegración inexorable. En Canadá vivimos cómodamente bajo el paraguas de la pax americana, pero empezamos a contagiarnos de la decadencia moral del imperio. La omnipotencia del dinero es uno de los síntomas. ¿Encontraremos antibióticos lo suficientemente potentes para luchar contra esta gangrena?"

Una comedia amable sobre buenas personas

Es una película de buen rollo sobre buena gente, que contagia con su entusiasmo a quienes les conocen. El protagonista, de tan bueno que es, resulta muy ingenuo. Ayuda a los sin techo y confía en desconocidos poco fiables como un exconvicto y una prostituta que en cualquier momento pueden traicionarlo y quedarse con todo. Uno de los detalles más divertidos es que el protagonista se pasa la vida repitiendo citas filosóficas en cualquier tipo de contexto con cómicas consecuencias.

Una frase define perfectamente su tono. El ladrón le comenta al joven en un momento clave del filme: “¿Qué te habías creído? No soy un abogado, soy un criminal honesto”.  ¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos? Eso es algo que le tocará decidir al espectador entre risa y risa y mientras pasa un rato agradable y enriquecedor.