CRÓNICA

Echo and The Bunnymen, 'revival' comprometido en Razzmatazz

El grupo de Liverpool ofreció un recorrido vigoroso y canónico a sus clásicos en el Room Festival

Ian McCulloch, en el concierto de Echo & The Bunnymen en Razzmatazz

Ian McCulloch, en el concierto de Echo & The Bunnymen en Razzmatazz / periodico

Jordi Bianciotto

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Mientras su último disco, ‘The stars, the ocean & the moon’, propone tratamientos más diáfanos de su cancionero clásico, en directo, Echo & The Bunnymen, siguen donde estaban, en su oscuridad y su sentido severo del melodrama, fieles al canon. Pensando quizá más en sus fans que en una clientela pasavolante, los de Liverpool cerraron filas este jueves en un Razzmatazz lleno, en el marco del Room Festival.

Sesión marcadamente retrospectiva, hay que decir: de las 17 canciones que sonaron, 14 procedieron de los años 80, y solo una, la elegante ‘The somnambulist’ (una de las dos inéditas del nuevo trabajo), fue escrita en el siglo XXI. Echo & The Bunnymen, entregados, en fin, a la recreación de su legado con formas vivificantes, empezando por la tensión pospunk de ‘Going up’, canción de su primer disco, ‘Crocodiles’ (1980), del que salió también ‘Rescue’. La guitarra de Will Sargeant, suministrando tramas inquietas a piezas tocadas por una solemnidad marcial, como ‘Bedbugs and ballyhoo’ y ‘All my colours’.

De The Doors a Lou Reed

Pero Echo & The Bunnymen desarrolló en los 80 un material viscoso y cambiante, de matizadas tonalidades, y en cada una de sus turbulencias se escondía un mundo. Ahí estuvieron, reproducidas con notable resolución, la vigorosa ‘Over the wall’ y ese ‘Villiers Terrace’ con vistas a The Doors y su monocorde ‘Roadhouse blues’. Las claves inspiradoras, a la vista: en ‘Nothing last forever’, giro hacia el lirismo melodramático, se incrustó un guiño a ‘Walk on the wild side’, de Lou Reed. El capital más melódico estalló en ‘Seven seas’ y ‘Bring on the dancing horses’, saliendo de las cavernas y buscando la luz.

Ian McCulloch conservó su robustez vocal, aunque insinuando a veces una relación peculiar con la afinación. Mayestático en ‘The killing moon’, con Sargeant manejando una guitarra de doce cuerdas, y dominador en la épica de ‘The cutter’. Una reconstrucción excesivamente larga de ‘Lips like sugar’ abrió el bis con el grupo extraviándose en su dimensión más sensorial, alejándose de la canción y de la partitura y buscando una trascendencia.

Al final, quedó esa imagen de Echo & The Bunnymen como grupo cautivado por las estrellas, y que en ese tramo final buscó la mística en ‘Ocean rain’ y el trance en un ‘Do it clean’ con trazos de ‘Get up (I feel like being a) sex machine’, de James Brown. Quemando las naves, con un McCulloch agotado tras un concierto que, pese al repertorio ‘retro’, no tuvo aspecto de trámite nostálgico, sino de experiencia comprometida.