CRÍTICA DE TEATRO
'Saigon', o la historia como melodrama
Caroline Guiela Nguyen explora las consecuencias que la política deja en las vidas cotidianas con un retrato del exilio vietnamita
Si buscamos un establecimiento que cosa en casi infinitas puntadas cada rincón de Francia, ese es el restaurante vietnamita, o también el 'traiteur chinois', porque el pasado colonial galo en la entonces llamada Indochina aún hoy condiciona una forma de interpretar Asia –su gastronomía, su iconografía– a partir de los rastros dejados por retornados y sobretodo por refugiados. En uno de esos restaurantes vietnamitas trascurre 'Saigon', caudalosa pieza de la compañía francesa Les Hommes Approximatifs que el viernes y sábado ha llenado el Lliure de Montjuïc de huida, memoria y exilio, una obra –nos advierten– construida con lágrimas.
Dos épocas articulan el relato, dos momentos clave de la historia franco-vietnamita. Por una parte 1956, cuando las autoridades coloniales se baten en retirada abandonando a su suerte a un país dividido. Graham Greene en 'El americano tranquilo' retrató ese ambiente pecando de eurocentrismo. Eso ya pasó. Aquí la directora Caroline Guiela Nguyen –francesa de ascendencia vietnamita– atomiza de forma más sincera el punto de vista, se acerca a todas las partes para evidenciar el resultado último de la política, su reflejo en los dramas humanos.
Se entrelazan diferentes relatos: una pareja mixta en su periplo hacia Europa, un joven cantante vietnamita abocado a la huida por su estrecha relación con los ocupantes, la esposa de un alto funcionario que acabará ayudando a una madre que busca a su hijo entre los pliegues globales de la segunda guerra mundial. De allí saltamos al mismo restaurante, pero ya en París, los recién llegados se tendrán que adaptar a las duras condiciones de un país que no les espera. La otra inflexión de tiempo nos conduce a 1996, momento a partir del cual el gobierno vietnamita permitirá regresar a los Viet Kieu (ciudadanos en el extranjero). ¿Volver o no? Un instante para evaluar la adaptación, el legado, el recuerdo y las heridas nunca cicatrizadas.
De la verdad al folletín
El argumento se ha trabado a partir de improvisaciones en escena, se busca esa magia cotidiana y anónima, la base de la historia de los libros. Se incorporan algunos actores amateur –una pareja vietnamita debuta a los 75 años– que junto a una escenografía realista y potente consiguen convocar la verdad algún tiempo. Sin embargo, a medida que avanzan las tres horas de función nos atrapa el folletín, y una densa capa sonora nos sepulta bajo un melodrama clásico pero con cabos sueltos. Esa constante elevación de la potencia emocional acaba arrinconando a los personajes, forzándolos a una hiperventilación que los ahoga. A quien busque un resultado agridulce le faltará el azúcar.
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