CRÍTICA DE CINE

Crítica de 'Polar': John Wick solo hay uno

Este intento de arrancar una franquicia 'hardboiled' cuenta con Mads Mikkelsen como único elemento redentor

Un fotograma de 'Polar'

Un fotograma de 'Polar'

Juan Manuel Freire

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En esta adaptación libre de la primera novela gráfica de la saga 'Polar', Jonas Åkerlund (mejor con videoclips que con películas) pasa bastante de los claroscuros expresionistas y el minimalismo del historietista Víctor Santos; su estilo es más crudo, especialmente al retratar ese mundo de asesinos mercenarios del que quiere retirarse Black Kaiser, el antihéroe central.

Desde luego, Åkerlund no ha seguido el camino de Robert Rodriguez en 'Sin City', cuyo original de cómic parece una influencia para Santos. Apenas dialoga con el lenguaje de las viñetas, más allá de alguna composición aislada (como en el asedio a la cabaña de Montana) y un puñado de transiciones por barrido. Prefiere que 'Polar' se integre de forma coherente en su filmografía: los fragmentos de sueño recuerdan al relato de adictos al speed 'Spun'; algunos de los asesinos o sus víctimas, excéntricos parias sociales, parecen salidos de la desconcertante 'Small apartments'.

'Polar' combina, a veces de forma mareante, la masacre con la melancolía: el protagonista cree encontrar su camino de vuelta a la humanidad en una joven apocada (Vanessa Hudgens) que vive cerca de él en su retiro nevado. Las interacciones entre Black Kaiser y este nuevo personaje son posiblemente lo mejor de la película: rayos de empatía se cuelan entre las grietas de un bloque de oscuridad cínica e implacable, solo presuntamente divertida.  

Parece claro que 'Polar' es el intento de Netflix de arrancar una franquicia 'hardboiled' al estilo 'John Wick'; incluso hay perro por medio. Pero solo se parece a aquella en que su protagonista va sobrado de carisma impertérrito. Por lo demás, faltan estilización suprema, humor inspirado y un grado extra de creatividad en la acción. Es decir, aún queda camino.