OTROS ESCENARIOS POSIBLES

El Liceu de Font d'en Fargues

Los imponentes A Contra Blues sacudieron al tranquilo vecindario de este barrio de Horta y también el coqueto teatro que alberga su casal

El grupo A contra blues en el Casal de la Font d'en Fargues.

El grupo A contra blues en el Casal de la Font d'en Fargues. / periodico

Nando Cruz

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"¡Esto parece el Liceu!", exclaman unos espectadores que acaban de entrar en el Casal Font d’en Fargues. Uno viste camiseta del grupo canadiense de rock progresivo Rush. Dos lucen melenas rizadas de rockeros añejos. El comentario es exagerado, pero, ¿cómo iban a imaginar que este equipamiento de barrio en el que está a punto de empezar un concierto del grupo A Contra Blues esconde un teatro tan coqueto? Con su escenario perfilado por columnas, con su suelo de madera, con su telón, con su balconada, con su grada retráctil de butacas...

Estamos en Font d’en Fargues, un barrio a los pies del Parc del Guinardó que hasta los años 40 apenas estaba urbanizado. Aún hoy conserva su aire tranquilo, con algunas casas modernistas, sin apenas comercios y con la red eléctrica colgando de postes. El casal del barrio se inauguró en 1928, como recuerda el cartel que preside la fachada: ‘90 anys fent barri’. Y es muy cierto. En un barrio residencial como este, ningún espacio ha trabajado tanto para la cohesión social y dinamización cultural de su vecindario. La rehabilitación del edificio, en 2011, ha inyectado nueva vitalidad a un casal de gestión vecinal que acoge una quincena de entidades y cerca de 300 actividades anuales.

El primer disco de Manel

Lo de este sábado es algo inusual. Un concierto de rock eléctrico para sacudir los renovados cimientos de este Liceu de barrio. Y ya puestos, inyectar algo de vidilla a este tranquilo rincón de Horta. Los aplausos con que el público recibe a la banda confirman que esta es una noche especial. “Bona nit, som Manel i avui tocarem sencer tot el nostre primer disc. Aquesta cançó es diu ‘Al mar’”. Nada de lo que ha anunciado Jonathan Herrero es cierto. Al cantante de A Contra Blues le gusta bromear, pero en cuanto empiecen a tocar quedará claro que este es un grupo muy serio. “¿'Ready'?”, pregunta Jonathan al guitarrista de su izquierda. “¿'Ready'?”, pregunta al de la derecha. “¿'Ready'?”, pregunta ahora al público sentado en las gradas. Y el vecindario, sorprendido, exclama: “'Yeah'”.

 El sonido apabullante de A Contra Blues empapa las paredes del teatro. Mucha banda, muchas tablas y muchos decibelios para este recinto cuyo aforo no supera las 200 personas. El quinteto ha venido a por todas y no hay modo de escapar de la electricidad que derrama. Su música se te mete en el cuerpo aunque no estés predispuesto a ello. Anécdota. Sabido es que el exdiputado de la CUP David Fernández no se arrodilla ante nadie: ni ante la BRIMO ni ante Rodrigo Rato. Sin embargo, tras ver en directo a A Contra Blues en el festival No Callarem de 2017, se arrodilló ante Jonathan Herrero e hizo un amago de besarle la mano como un vasallo cualquiera. Tal fue su admiración repentina.

El Casal Font d’en Fargues también se sumó la pasada primavera a los actos culturales de la plataforma No Callarem. En la entrada aún cuelga una pancarta con el lema Volem Acollir. Y de cara al último Día de la Hispanidad, como aquí no había nada que celebrar, organizaron una lectura de cuentos infantiles africanos. Es lo que tienen los equipamientos de gestión vecinal: que su espíritu lo define, lo decide y lo defiende el propio vecindario.

Lo que no tiene este casal es presupuesto para sacar partido al teatro. Solo tras incorporarse al ciclo Barcelona Districte Cultural ha podido programar conciertos remunerados dignamente. El ayuntamiento aporta un dinero a unos 40 centros cívicos y casals y estos deciden los espectáculos que desean. Por desgracia, eso se traduce en solo seis conciertos anuales. Aunque en 2009 se presupuestaron 4’6 millones de euros para rehabilitar el edificio, su teatro sigue infrautilizado el resto del año. La paradoja de tantos equipamientos culturales.

Tesoros ocultos en la ciudad

A Contra Blues llevan 13 años en activo. Se han ganado a pulso un hueco en el circuito europeo de blues. Su colección de aventuras en festivales escandinavos es infinita, pero no han venido al casal a despachar un concierto rutinario. Saben que deben ganarse al público barrio a barrio. Y que un buen concierto les ayudará a vender una decena de cedés y otras tantas camisetas. Es su cuarto concierto en el ciclo Barcelona Districte Musical y ellos también se han llevado una gran sorpresa al descubrir este teatro. Ya se llevaron otro días atrás al tocar en el Centre Sant Pere; otro tesoro oculto del barrio de la Ribera.

En la grada retráctil de Font d’en Fargues la media de edad del público es tirando a elevada. Hoy no debe haber nadie menor de 40. Ese vecino ha colado una cerveza, aunque está prohibido. Rock’n’roll. Esos otros dos filmarán todo el concierto con el móvil. Souvenir. Ese matrimonio ha dejado al niño con los abuelos para disfrutar del único concierto de blues que se verá este otoño en el casal. Aunque A Contra Blues no sea exactamente un grupo de blues. Ahora tocan una que, traducida al castellano, se titula ‘No sé qué es el blues (Ni me importa)’. Luego sonará otra con aires de Ennio Morricone. Y el inflamable solo de guitarra en ‘En el lago’, de Triana, provoca el mayor chute de euforia que ha vivido este casal desde que se anunció la largamente esperada instalación del ascensor inclinado con el que superar las elevadas pendientes del barrio.

La platea está caliente

La platea está calentita. Hasta los que han venido solo por curiosidad se están llevando una tremenda sorpresa. Cualquier banda se daría con un canto en los dientes por un guitarrista que saque esas chispas del instrumento. Ellos tienen dos. El bajista ha desenfundado el contrabajo para que el grupo suene más a madera. La batería marca ritmos que nos transportan a paisajes africanos. Los cuatro rockeros ya no aguantan más en las butacas y han bajado a bailar en un lateral. Los aplausos del público han dado paso a los silbidos y los aullidos. A Contra Blues cumple con creces el objetivo de todo concierto: secuestrarte de forma legal, llevarte de viaje y devolverte hora y media después como nuevo. Los calambrazos de las guitarras de Albert y Héctor, en incandescente diálogo con la poderosa garganta de Jonathan, son pura vida. La gente acabará en pie.

“No está de más recordar que lejos de los grandes focos pasan cosas que están bien”, proclama el cantante antes de los bises. “Espero que esta sea una de ellas”, añade. Nadie en el Casal Font d’en Fargues lo negará hoy.

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