ANIVERSARIO

El Prado celebra su bicentenario con una exposición histórica

La pinacoteca explica su formación y los avatares vividos durante estos dos siglos a partir de 134 obras de su colección y 34 invitadas

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Natàlia Farré

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El 19 de noviembre de 1819 el Museo del Prado abría puertas para "propagar el buen gusto en materia de Bellas Artes" al tiempo que se "hermoseaba la capital del reino y se contribuía al lustre y esplendor de la nación", según aseguraba la 'Gaceta de Madrid' al día siguiente. La promotora de la iniciativa había sido Isabel de Braganza, esposa de Fernando VII y fallecida un año antes. Y el lugar escogido, el edificio levantado por Carlos III para albergar el Gabinete de Historia Natural. Del contenido no había ninguna duda: las colecciones reales de arte. 

El centro abrió en 1819 con las colecciones de la monarquía y en 1868 dejó de ser real para convertirse en nacional 

Las obras que durante generaciones la monarquía había ido atesorando. Desde los reyes más ilustrados en el tema, como Felipe IV, bajo la protección del cual hizo carrera Velázquez y que estuvo siempre atento al mercado: compró en la almoneda de Rubens, ( 'El jardín del amor', 'Las tres Gracias', 'Ninfas y sátiros', entre otras piezas), y en la del malogrado Carlos I de Inglaterra ('El tránsito de la Virgen', de Mantegna; 'Sagrada Familia', llamada 'la perla', de Rafael, y 'Autorrertato', de Durero); a los monarcas menos doctos en arte pero igualmente acumuladores de obras.

La iniciativa, herencia de la Ilustración, pretendía hacer accesible a todo el mundo el patrimonio de la realeza, hasta entonces reservado a cabezas coronadas y alegados, y reivindicar a los pintores españoles, grandes desconocidos por aquellas fechas. Ambos objetivos se cumplieron. La revolución liberal de 1868, que puso fin al reinado de Isabel II, cambió el apellido del centro: dejó de ser 'real' para convertirse en 'nacional'. Y el libro de visitas del Prado es un 'who is who' del mundo del arte de los dos últimos siglos. Desde los impresionistas a los contemporáneos, todos pasaron por el Prado y todos se rindieron, básicamente, a Velázquez: "Cuánto me gustaría que estuviera aquí, que alegría habría experimentado al ver a Velázquez, que por sí solo vale todo el viaje", escribió Manet Fantin-Latour, en 1865.

De todo ello y mucho más habla la exposición que abre los fastos del bicentenario de la institución el próximo lunes: 'Museo del Prado 1819-2019'. Una muestra centrada en una "laguna imperdonable del museo", a juicio de su director Miguel Falomir, que es el hecho de "carecer de una reflexión propia" sobre la historia de la pinacoteca. La muestra pretende subsanar tal carencia poniendo la colección del centro a trabajar. De manera que muchas de las piezas de las salas, 134 del centro,  han dejado su pared habitual para ocupar el espacio de las exposiciones temporales. Y, además, han recibido la visita de 34 lienzos cuyo domicilio está fuera del Prado. 

Una bomba incendiaria

Es el caso de 'Las meninas' de Picasso llegada desde Barcelona. Uno de los más de 50 cuadros de la serie que el malagueño, director del museo durante la guerra civil, realizó en tiempo récord desde su exilio de Cannes para homenajear, cómo no, a Velázquez. A Goya y a sus 'Pinturas negras' dirigieron la mirada Motherwell y Zoran Music para crear sus piezas, también llegadas de otros museos, sobre los horrores del siglo XX. Y en el 'Caballero de la mano en el pecho' del Greco ahondó Carlos Saura para su 'Retrato imaginario de Felipe II', arribado desde Cuenca.

Las obras del museo trabajan para explicar partes de la historia: como la evacuación de los fondos durante la guerra civil y cómo lo recaudado con estas piezas en una exposición en Suiza permitió comprar 'San Andrés y san Francisco' del Greco, que en la muestra está junto a un fragmento de una bomba incendiaria que cayó cerca de la pinacoteca. De las que impactaron en el museo, que también hubo, no queda ni rastro. Y la 'Inmaculada de los Venerables' de Murillo ilustra la dispersión patrimonial, en este caso durante la guerra de la independencia y el expolio del mariscal Soult. Regresó al Prado en 1940 en un intercambio entre el Gobierno francés y el español. Son dos ejemplos, pero hay otros.

Columna vertebral

Además de un deseo no conseguido: "Una obra que me habría encantado exponer, hubiera sido como un enorme encuentro de la historia de toda la pintura española es 'Mujer en azul' de Picasso, fórmula que Picasso encontró para dialogar con 'La reina doña Mariana de Austria' de Velázquez, pero este dialogo tiene un episodio intermedio 'La reina María Luisa con tontillo' de Goya. Hubiera sido la columna vertebral del relato de la pintura español: Velázquez, Goya y Picasso aunados en las tres obras", lamenta el comisario de la muestra y jefe de conservación del museo Javier Portús.