CRÓNICA

MGMT, supervivientes del 'hit'

El grupo de Connecticut mostró el buen momento de su electro-pop psicodélico, propiciado por su cuarto disco, 'Little dark age', en el Hivernacle del Poble Espanyol

Concierto de MGMT en el Hivernacle del Poble Espanyol

Concierto de MGMT en el Hivernacle del Poble Espanyol / periodico

Jordi Bianciotto

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Diez años atrás, MGMT ejercía del sabor del momento con la saltarina cenefa synth-pop de ‘Kids’ y, pese a algunos altibajos, la pareja de Connecticut sigue ahí, manteniendo el tipo y refrescando su oferta con su cuarto disco, ‘Little dark age’. Una obra un poco más concreta y pop que las dos anteriores, bendecida por un público que pobló este jueves abundantemente el Hivernacle del Poble Espanyol, concierto programado por el Cruïlla de Tardor.

Hablamos de una obra en la que MGMT se pone ochentero sin disimulos, empezando por la canción que le da título y que abrió el concierto (iniciado con 45 minutos de retraso debido a un percance con el ordenador del cantante y multinstrumentista Andrew VanWyngarden). Escenario con columnas neoclásicas, proyecciones y el dúo, arropado por tres cómplices habituales y muy justo de carisma escénico, presentándose con esa insinuante apertura cibernética, seguida de otra pieza nueva, ésta más esbelta, ‘When you die’, con toques de sintetizador exótico a lo ‘China girl’, de Bowie. Y un ‘hit’ del primer disco, ‘Time to pretend’, para completar la bienvenida con los ánimos altos.

Fantasías electrónicas

Hacía ocho años que MGMT no actuaba en Barcelona, como recordó el mismo VanWyngarden (“parece que fue ayer”), y el tándem, completado por un Ben Goldwasser parapetado en los teclados, demostró que se las ha apañado para hacer sobrevivir una propuesta que conjuga la inmediatez efervescente con un recogimiento con margen para la especulación. Saben cómo deslumbrar con su repertorio de golosinas electrónicas y teclados de fantasía (‘She works out too much’, con más aparato sonoro que en el disco) y a la vez cultivan el medio tiempo delicadamente excéntrico, como en el rescate de ‘Alien days’, y el senderismo psicodélico.

Esta última parcela la representaron, sobre todo, canciones del pasado, muy en particular ‘Siberian breaks’ y su sucesión de pasajes visionarios a lo largo de 12 minutos con voces en falsete dignas de Jon Anderson (Yes). Belleza contemplativa en contraste con el tirón ‘funky’ de ‘Electric feel’, que disparó el uso del móvil, y la conmovedora languidez de ‘Me & Michael’, una pieza nueva por la que habrían suspirado Stock, Aitken & Waterman (y Pet Shop Boys).

Cartas afortunadas que allanaron el camino al éxito de éxitos, ‘Kids’, camino de un bis abierto por otra novedad sugerente, ‘TSLAMP’, y que culminó la repescada ‘The youth’. Una canción que alertaba de una revolución, ya que “la juventud está empezando a cambiar”. Bueno, así lo decía hace 11 años.