entrevista

Àlex Rigola: "El capitalismo ha hecho bien su trabajo, las izquierdas no"

El director teatral estrena en Madrid una personalísima adaptación de 'El enemigo del pueblo, que en octubre irá al Temporada Alta

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Beatriz Martínez

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Àlex Rigola abre este miércoles la temporada del Teatro Pavón Kamikaze de Madrid con una personalísima adaptación de 'El enemigo del pueblo', de Henrik Ibsen, que llega dispuesta a levantar polémica, pero sobre todo un montón de reflexiones en torno no solo a la sociedad en la que vivimos, sino también a nuestra propia responsabilidad ética como personas dentro de ella. El director no quiere que el público se convierta en un sujeto pasivo, por ello le otorga el poder para decidir el rumbo de la función. Así, se plantean tres preguntas al inicio de la representación: ¿Creéis en la democracia? ¿Pensáis que el Teatro Pavón Kamikaze debería decir lo que piensa, aunque eso supusiera perder subvenciones? Y la última y más importante: ¿Preferís ver la función o paralizarla como un acto reivindicativo a favor de la libertad de expresión? La obra podrá verse en el Temporada Alta el 11 de octubre. 

¿Por qué ahora precisamente volver a ‘El enemigo del pueblo’, qué le interesaba de ella?

Para mí había una cuestión clave: ¿cuál es el precio de nuestra ética? ¿Hasta dónde somos capaces de llegar? Todos los días cada uno de nosotros negamos nuestra ética. Y lo hacemos a través de actos pequeños e insignificantes o a través de decisiones cruciales. Y ambas cosas terminan definiéndonos. Puede que nuestro jefe trate mal a nuestro compañero delante de nosotros y prefiramos callarnos para no entrar en colisión y perder nuestro trabajo. Intereses personales versus ética, esa es la cuestión. Y nadie se salva de ese enfrentamiento, yo tampoco. Continuamente tengo claroscuros y esa tensión, la encuentro interesantísima.

Uno de esos cuestionamientos éticos lo llevó usted hasta el final al dimitir de los Teatros del Canal después del referéndum catalán y la manera como lo gestionó el Gobierno.

En realidad, fue una decisión egoísta para estar tranquilo conmigo mismo. No soy el faro de nadie, lucho cada día contra mis propios fantasmas. Al final, el enemigo del pueblo eres tú contigo mismo.

La pieza, entre otras muchas cosas, reflexiona sobre la democracia.

La demagogia del sistema democrático, o su mal uso, nos lleva a que el protagonista reflexione sobre la necesidad o no del sufragio universal, que es una cuestión peligrosísima. Pero antes, en la introducción, nosotros mismos hacemos preguntas engañosas para evidenciar el uso pervertido del sistema. ¿Se podría reformular el sistema democrático, creamos en él o no? Hace poco un economista llamado Jason Brennan sacó un libro llamado 'Contra la democracia' en el que habla de las ventajas de la epistocracia (solo tendrían derecho a votar aquellas personas que tuvieran un cierto conocimiento en la materia). Puede que su lógica sea manipuladora, pero sería una cuestión a debatir.

"En España el sistema no acaba de funcionar, está corrupto, pero nadie replantea nada"

¿Surgió de algún sitio esta necesidad de hablar sobre este tema en concreto?

Ni de Trump ni del 'brexit'. Surge de mi día a día. Además, vista la política española desde la Transición hasta nuestros días, no hay que buscar ejemplos extranjeros, con lo que tenemos en casa ya hay material suficiente. El sistema no acaba de funcionar, está corrupto, pero nadie replantea nada.

También se habla sobre la libertad y la censura.

Es que vivimos en una situación bastante complicada. Y el hecho de hacer una acción a favor de la libertad de expresión es más necesario que nunca. Todo lo que sucede y la poca reacción de nuestra sociedad, representa un retroceso en torno a las libertades. El capitalismo ha hecho bien su trabajo, ha hecho los deberes, sí, las izquierdas no.

"Nos hemos convertido en esclavos de la democracia"

Y después está la autocensura.

Cada vez irá a peor. Nos ponemos filtros para eso, para no decir lo que pensamos. Nos hemos convertido en esclavos de la democracia, ya no hace falta ni que digamos nada. También os pasa a los medios de comunicación, no sois independientes de grupos económicos, y por lo tanto sois los primeros en tener unas líneas rojas sobre lo que se puede opinar y lo que no. Algunos juegan al límite, y su función se convierte no en informar, sino en destrozar a su contrincante. Y en esa guerra todo vale, incluso inventarse noticias.

En los últimos tiempos siempre se ha esforzado por que el público sea una parte activa de sus representaciones.

El teatro empezó cuando no había ni cine ni televisión. Pero con el tiempo, estos últimos han ido ganando terreno. Y el teatro tiene que tomar otra posición si quiere sobrevivir. Por eso considero fundamental romper la cuarta pared. Porque, además, eso no lo puede hacer ni el cine ni la televisión, es un territorio de las artes escénicas. Pues vamos a ese encuentro, vamos a situarnos cara a cara con el espectador. ¿Quiere decir que no se puede hacer ficción? No. Aquí estamos trabajando con un texto de teatro clásico, pero desde otra perspectiva. A mí ya no me interesan los personajes encima de un escenario, sino las personas. ¿Por qué no se pueden cambiar las reglas del juego? Hasta ahora el actor estaba al servicio del director y yo he intentado darle la vuelta. Que sean las personas las que usen al director para contarse ellas mismas a través de la obra.

Por eso los actores se presentan como ellos mismos al empezar.

Claro. Irene Escolar, Israel Elejalde... él no interpreta a Stockman, el médico del balneario. Ni siquiera se llama así. Él defenderá ese personaje en el escenario, asume ese papel.

"¿Vamos a hacer siempre lo mismo, nos vamos a sentar en una silla y comportarnos como corderos"

En mi función, salió el sí a favor del acto reivindicativo y nos fuimos todos a casa a los diez minutos.

¿Y no te pareció maravilloso? ¿Vamos a hacer lo mismo de siempre, nos vamos a sentar en una silla y a comportarnos como corderos? ¿No saliste con preguntas?

Con muchas, la verdad es que salí muy contenta, aunque no hubiera visto la obra. No sé cómo se quedarían los demás espectadores. Algunos parecían contrariados.

La gente que no se lo creía. ¡Pero si lo habéis votado! Si lo hemos avisado muchas veces. Hacemos una acción, podemos decir sí o no. Ojalá con cada espectáculo suscitáramos ese coloquio que se crea después de la función. Cuando se ve entera también sucede lo mismo. Yo no quiero que el público se cabree. Lo curioso es que nos cabreemos con esto y no con el día a día. Lo que hacemos es tirar un ácido en una disolución y el líquido que hay dentro, reacciona. Nuestra sociedad parece muerta y hay que despertarla, es lo que debería hacer el teatro. No hemos venido aquí a dormir, sino a participar y a reflexionar. No importa lo que dure el espectáculo, sino lo que te suceda dentro y lo que saques de él.