EL ANFITEATRO

Con Goerne estalló el silencio en la Schubertíada

El barítono ha vuelto a Vilabertran en plena forma con un programa dedicado a Wagner, Strauss y Pfitzner

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Rosa Massagué

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Hubo varios atardeceres, rojo, gris, de ensueño. También el que concluye con la muerte. Y al final, un silencio, un largo silencio de casi un minuto. Así, conmovido, como en trance, quedó el público que asistía al recital de Matthias Goerne en la Schubertiada de Vilabertran el martes 21. Luego, los contundentes aplausos de este público puesto en pie.

El barítono acudió fiel a su cita con el festival ampurdanés con un programa atrevido que cubría casi cien años de canción poética que van de Richard Wagner a Richard Strauss, pasando por Hans Pfitzner Éste último es un compositor poco interpretado por incómodo. Rechazaba toda vanguardia, era antisemita y amigo de destacados nazis, pero al mismo tiempo, era antinazi. Pese a todo, su obra merece una mayor difusión y es de agradecer que Goerne la incluyera en su programa. El pasado año, había hecho otro tanto con la obra de otro compositor bastante desconocido entre nosotros, la de Hanns Eisler, que había pertenecido a la Segunda Escuela de Viena para pasar después a la órbita artística del realismo socialista.

Goerne llegó este año a Vilabertran entre una y otra representación de ‘La flauta mágica’, de Mozart, en el Festival de Salzburgo donde interpreta el papel de Sarastro, papel que la crítica ha considerado poco acertado para él. El pasado año también actuó en Vilabertran entre representaciones de la muestra salzburguesa y la suya no fue una de sus mejores actuaciones en la Schubertíada que frecuenta año tras año. Por ello, antes de empezar había entre el público una cierta inquietud que se desvaneció enseguida. El barítono está en plena forma, más maduro si cabe a la hora de interpretar, y con una voz de la que sabe sacar todos los matices pese a que el paso del tiempo la oscurezca.

Acompañado al piano por Alexander Schmalcz, Goerne empezó con ocho canciones de Pfitzner, hechas de nostalgia unas, nocturnas otras, con un primer atardecer, ‘Abendrot’, en el que sacó toda la potencia de su voz. Sin solución de continuidad, con su voz de barítono atacó ‘Cinco poemas para voz de mujer’, los conocidos como ‘Wesendonck-Lieder’, las canciones que Wagner compuso con letra de Mathilde Wesendonck, la poetisa esposa del banquero que acogía al compositor en su finca de Suiza y con la que el compositor mantuvo una relación supuestamente platónica, pero que dio lugar a su ópera romántica por excelencia, a ‘Tristan und Isolde’.

Si al principio podía causar sorpresa escuchar estas canciones con su voz de barítono, la sensación se desvaneció enseguida. En la última, ‘Träume’ (‘Sueños’), que fue un estudio para su ‘Tristan’, Goerne se transformaba en Brangäne, el personaje de aquella ópera y al final siguió el silencio de un público sobrecogido por la emoción.

Sin embargo, Goerne iba a deparar muchas más emociones. Lo hizo con cinco canciones de Strauss. Las cuatro primeras las había compuesto en su juventud y fueron estrenadas por su esposa, Pauline de Anha. El barítono empezó con ‘Traum durch die Dämmerung’ (‘Sueño al atardecer’) y las fue desgranando  con una gran ternura, con ligereza en la voz, las bailaba sobre la punta de sus pies, parecía que fueran una declaración personal.

La última, ‘Im Abendrot’ (‘Al anochecer’), una de sus célebres ‘Cuatro últimas canciones’, la compuso Strauss cincuenta años después. Goerne interpretó desde lo más profundo esta canción crepuscular de largo fraseo. El último verso, “Quizá esto es la muerte”, sonó muy dramático, pero también muy humano en la voz del barítono. El largo postludio pianístico mantuvo el clímax hasta la última nota. Al final, 42 segundos de silencio. Después los aplausos del público puesto en pie. No hubo bis. No hacía falta. Goerne lo había entregado todo.     

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