EL ANFITEATRO

Un 'Parsifal' cada vez más próximo a la realidad

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Rosa Massagué

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Este es el tercer año que el Festival de Bayreuth representa ‘Parsifal con la puesta en escena de Uwe Eric Laufenberg y cada año que pasa gana actualidad revelando la agudeza del director por captar las corrientes de fondo que se agitan en la sociedad alemana, y en Baviera en particular. Musicalmente, hay varios nombres nuevos en esta producción del drama escénico sacro de Richard Wagner, entre ellos el de Semyon Bychkov en el podio, y las voces excelentes de Günther Groissböck como Gurnemanz y la de Thomas J. Mayer como Amfortas, junto a los ‘repetidores’ Andreas Schafer en el papel protagonista y el de Elena Pankrtaova, en el de Kundry con un resultado muy brillante.

En su estreno en el 2016, este ‘Parsifal’ planteaba el choque de culturas entre el mundo cristiano y el islam. El año anterior, Angela Merkel había abierto la puerta de Alemania a miles y miles de refugiados que huían de una guerra y que solo encontraban fronteras cerradas en su camino hacia la salvación. La dramaturgia de este ‘Parsifal’ lo sitúa en una iglesia cristiana de Oriente Próximo, en una zona de guerra, en la que encuentran asilo unos refugiados de camino hacia algún lugar.

El símbolo de la cruz, dominante en toda la puesta en escena, parecía hace tres años incongruente por su exceso. Ahora adquiere una preeminencia que refleja cuánto ocurre en la muy conservadora Baviera donde está Bayreuth. Desde el pasado mes de mayo, todos los lugares públicos deben tener un crucifijo colgado en la pared. Así lo decretó el primer ministro de la región, el socialcristiano Markus Söder, entrando de esta forma en el debate identitario en oposición al multiculturalismo. La deriva ultraderechista pretende frenar el auge de la xenófoba y antieuropea Alternativa para Alemania (AfD), un partido que cuando se estrenó este ‘Parsifal’ no estaba en el Bundestag, el Parlamento federal, y hoy, con 94 escaños, es la tercera fuerza política alemana.

Al final de ‘Parsifal’ Laufenberg hace una declaración de principios sobre la redención que es la cuestión sobre la que gira la obra en particular y el pensamiento wagneriano en general. En esta puesta en escena la redención llegará el día en que las tres religiones del Libro, la cristiana, la musulmana y la judía, abandonen sus símbolos. Personas de estas tres creencias acaban enterrando dichos símbolos, el primero de ellos, la lanza con la que Longinos atravesó el cuerpo de Jesús, dentro del ataúd de Titurel y, novedad este año, quedan bajo una gran piedra del monasterio en ruinas. La salvación llega pues fuera de la religión y lo hace con una luz brillante que acaba iluminando toda la sala.

Reflejo del debate político fue también la recepción de este ‘Parsifal’. En el año de su estreno hubo pocos abucheos al equipo escénico. Este año fueron mucho más numerosos.

En las dos ediciones anteriores el bajo Geog Zeppenfeld había creado un Gurnemanz casi de libro, vocalmente imponente en su papel del caballero que narra las cuitas del templo del grial y confía en la llegada del salvador y además lo identifica. Este año Günther Groissböck lo superó en autoridad, vocal y escénica, con su potente voz que no flaqueó en ningún momento. Thomas J. Mayer, como el doliente y pecador arrepentido Amfortas, fue también otra voz grave que impuso su autoridad sobre todo, en el último acto. También nuevo en el papel de Titurel en Bayreuth era Tobias Kehrer que hizo alarde de otra gran voz grave.

El tenor Andreas Schager, que ya había asumido este papel en la pasada edición, demostró haberlo hecho más suyo todavía, manifestando netamente la diferencia entre el carácter naif del personaje inicial con el maduro a partir de la segunda mitad de la obra, cuando sacó toda su fuerza vocal. Dereck Welton, como Klingsor fue una revelación el pasado año y este año sigue avanzando en el papel del caballero repudiado por su ambición y que en esta producción es un ‘friki’ sadomasoquista coleccionador de cruces.

Y ¿qué decir de Elena Pankratova como Kundry, esta mujer de múltiples facetas sobre la que descansa el conocimiento del mundo y de la historia y quien traspasa esta sabiduría a Parsifal? La soprano rusa asume el papel con una gran solidez y todos los agudos en su sitio. Si su voz tuviera algo más de carnosidad y de terciopelo, sería la bomba.

Semyon Bichkov debutaba en el festival y su lectura de ‘Parsifal’ fue muy trabajada, con todas las inflexiones que Wagner puso en la partitura. El tempo lento de la obertura ya presagiaba que sería musicalmente muy mascado y deglutido. Dicen que en total duró más que el de Hartmut Haechen el año del estreno de esta producción. Quizá, pero ¿quién mira le reloj ante tanta belleza?

Ópera vista el 27 de julio.

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