EL PLAN CULTURAL PARA HOY
"We love Queen": los adoradores de la Reina más rockera
La compañía Yllana recuerda en el Coliseum a la mítica banda con un espectáculo participativo
Eduardo de Vicente
Periodista
Eduardo de Vicente
La visita este pasado fin de semana de la renovada formación de Queen con Adam LambertQueenAdam Lambert ha vuelto a poner en el mapa de la actualidad a este legendario grupo. Quienes se quedaron con ganas de más o no pudieron verlos tienen una segunda oportunidad en el Teatre Coliseum, que va camino de dejar atrás esta denominación y pasar a denominarse Catedral Coliseum. Tras programar el vibrante espectáculo Forever, casi una misa de góspel en honor a Michael Jackson, ahora llega al mismo escenario We love Queen, un tributo al grupo de Freddie Mercury que, curiosamente, también está ambientado en una iglesia para fanáticos de la banda. Es un homenaje humilde pero sentido y con múltiples puntos de interés. Debía finalizar este domingo, pero el éxito de público ha provocado que se prorrogue hasta el día 24 e incluso habrá una función especial de verbena el día 23, a las 19 horas.
El show se inicia con los artistas disfrazados de monjes bajando por la platea al ritmo de una versión de estilo eclesiástico de We will rock you. Un sumo sacerdote cual maestro de ceremonias nos da la bienvenida y se convertirá en el cantante de algunos de los temas. Se trata de Enrique Sequero, que podría parecer el doble de Ben Kingsley pero su personaje es más parecido al Joel Grey de Cabaret. Es todo un veterano de musicales como Jesucristo Superstar, Cats o Notre Dame de París. Uno de los grandes, todo un lujo. Más tarde se unirá al grupo un joven vocalista (Manuel Bartolí) que pretende ser algo así como una reencarnación de Mercury. Ambos se combinarán para interpretar sus clásicos y mostrar cómo dos generaciones distintas pueden sentirse atraídas por ellos. Completan la compañía cuatro músicos (siempre se agradece la música en directo) y seis bailarines que también hacen la función de coro.
Carece de trama más allá de evocar los recuerdos personales pasados por el filtro de las canciones o explicar las anécdotas sobre el momento histórico o por qué fueron compuestas. La escenografía representa una iglesia con púlpito incluido y un trono y la luminotecnia con los focos dirigiéndose al público recuerda más a la de un concierto que a la teatral. Tiene detalles humorísticos, sello de gran parte de las producciones de Yllana, compañía que se inició en este género para después diversificarse y que ha puesto su granito de arena dirigiendo, produciendo o colaborando en los recordados Hoy no me puedo levantar, The Hole o Mayumana, entre muchos otros.
Los mejores momentos del espectáculo
Los números se suceden alternando himnos, baladas y temas rockeros: Crazy little thing called love (todos a chascar los dedos), I want to break free (parodiando el vídeoclip original donde Mercury se disfrazaba de mujer y pasaba la aspiradora), la fusión entre Innuendo y Who wants to live forever o Bohemian Rhapsody (con una participación activa del coro). Los momentos álgidos son la interpretación de Another one bites the dust, donde los espectadores aprenden una sencilla coreografía y se convierten en bailarines improvisados, el emotivo The show must go on o el vibrante Don’t stop me now (imposible no dejarse contagiar por su ritmo).
Una de las virtudes del espectáculo es que ninguno de los dos cantantes intenta copiar el tono de Freddie Mercury. Era un artista irrepetible al que nadie puede imitar sin caer en el ridículo y tanto Sequero como Bartolí cumplen con creces llevándolo a su propio estilo.
Los espectadores tararean por lo bajini las melodías, se dejan ir bailando y siguen con las palmas cuando toca. Los niños también participan con ganas y disfrutan haciendo el típico movimiento de tirar la cabeza hacia delante y hacia atrás que imitan con entusiasmo descubriendo que también son rockeros. El principal inconveniente que se le puede poner es que, a diferencia de otros montajes similares, el final es poco potente, uno de sus himnos favoritos en vez de uno de los temas más marchosos o un medley de algunos de los clásicos que no han sonado que provocarían que los espectadores salieran más conectados. Sería un punto final ideal a una fiesta para los adoradores de la Reina.
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