CRÓNICA

Una precisa simulación de Queen en el Sant Jordi

El grupo revivió sus clásicos con la voz del técnicamente impecable Adam Lambert, en un recinto que registró media entrada

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zentauroepp43702078 icult180611131049 / FERRAN SENDRA

Jordi Bianciotto

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Sigue habiendo ganas de tener la sensación de haber asistido a un concierto de Queen, y a satisfacerlas se dedica esta formación dirigida por dos supervivientes del grupo, el guitarrista Brian May y el batería Roger Taylor. No es Queen, porque sin Freddie Mercury la misión es imposible, pero esta formación enésimamente reformada, ahora con Adam Lambert al micro, suministra una simulación de altas prestaciones técnicas, como pudimos comprobar este domingo en un Palau Sant Jordi que esta vez se quedó con media entrada.

Un concierto heredero del que ofrecieron hace dos años, aunque en versión corregida y aumentada: escenario más espectacular (en forma de guitarra eléctrica, con su mástil tendiendo una pasarela), plataformas, pantallas de video y paneles de ‘leds’ de impacto y ocasionales incursiones del robot que ilustró la portada del álbum ‘News of the world’ (1977), reeditado con motivo de su 40º aniversario. No, el repertorio no se sustentó en ese disco sino que tiró de ‘greatest hits’, con unos pocos cambios respecto a la visita del 2016, como la elección de ‘Tear it up’ como ‘hardrockera’ canción de apertura.

Rock y cabaret

Más allá de los prejuicios que uno pueda tener sobre Lambert, un cantante surgido del programa ‘American idol’, hay que decir que se ajusta más a lo que cabría esperar de un replicante de Mercury que su predecesor, el ilustre Paul Rodgers. Con sus chaquetas de colores, sus lentejuelas y sus tatuajes, Lambert devuelve un cierto colorido glam al grupo. Y su voz dio la talla desde el principio, en los asaltos más ‘enrockecidos’ de ‘Seven seas of rhye’ y ‘Tie your mother down’, y en las florituras un poco rococó de ‘Play the game’. Cabaretero en ‘Killer queen’, que cantó sentado en la cabeza del robot lamiendo el micro libidinosamente, y estrella total en ‘Don’t stop me now’.

En un juego de equilibrios con el perfil efectista del cantante, los dos históricos del grupo dieron juego: Taylor, entonando con su voz rasgada ‘I’m in love with my car’ y brindando una batalla a cuatro baquetas con Tyler Warren, y May como señor de las seis cuerdas, combinando el receso acústico (‘Concierto de Aranjuez’) con el estilismo de ‘guitar hero’ en ‘Last horizon’. Lambert tuvo ocasión de defender una canción de su obra en solitario, ‘Lucy’, a lo rock-FM sin mayores relieves, y listo él, se encargó de dejar clara su misión en el grupo: “Sé lo que estáis pensando, él no es Freddie…”, soltó con una mueca de escepticismo antes de subrayar lo evidente: “¡Porque solo hubo un Freddie Mercury!”.

Después de todo, los protagonistas del concierto eran intangibles: el aura de Mercury y las propias canciones. Y aunque Queen ya no exista, Queen + Adam Lambert rindieron culto a esos estribillos mitificados, de ‘I want to break free’, bajo una bola de espejos, a la dramática ‘The show must go on’, antes de trepar hasta las cimas de ‘Bohemian rhapsody’ y proceder a la coronación (literal) de Lambert en ‘We will rock you’ y ‘We are the champions’, últimos espejismos de un viejo reinado que se resiste a desvanecerse.