CRÍTICA DE CINE

Crítica de 'Alex Strangelove': saliendo del armario en el instituto

La comedia de Craig Johnson es un relato sensible de aceptación personal algo estropeado por malos chistes gruesos

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Juan Manuel Freire

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Al director/guionista Craig Johnson le gusta jugar con los contrarios. En su primera película, 'The skeleton twins', seguía los pasos del Hal Ashby de 'Harold y Maude' y sacaba comicidad triste a los instintos suicidas. En su adaptación del cómic 'Wilson' de Daniel Clowes no acabó de encontrar la fluidez a los cambios tonales, alternando sin red entre misantropía y compasión.

'Alex Strangelove' es también una película desequilibrada, intento (quizá equivocado) de mezclar en un mismo tarro los fluidos corporales y la bilis de una comedia sexual adolescente y las lágrimas de un relato de aceptación personal. Híbrido antinatura de 'Van Wilder: Animal party' y 'Llámame por tu nombre', contiene desde los chistes guarros más malos del mundo a escenas que cautivan por su delicadeza de matiz, su capacidad para capturar las contradicciones y el sufrimiento de un personaje que aborda por fin una realidad hasta entonces disimulada con relativo éxito.

El mérito es del propio Johnson, buen guionista, no tan buen director, pero también del actor Daniel Doheny, divertido cuando intenta hacerse el macho alfa y emotivo en sus momentos de asimilación de todo cuanto está emergiendo. A su lado brilla Madeline Weinstein, igual que en la cruda cinta indie 'Beach rats' haciendo de chica hetero con novio gay, pero por suerte menos homófoba.

Combinar grosería con emoción no es misión imposible, como ya demostró en su día 'Supersalidos'. O, del catálogo propio de Netflix, la reivindicable 'Dude' de Olivia Milch, retrato honesto, creíble, deliciosamente malhablado, de cuatro amigas que hacen lo que hacen muchas jóvenes en Estados Unidos: fumar, decir tacos, liarse con quien quieren y, por qué no, citar poetas.