MUESTRA ESTRELLA DE LA PINACOTECA DE LA CALLE DE MONTCADA

Los puerros y el hambre insaciable de Picasso

El Museu Picasso reúne 200 obras del artista malagueño que reflejan su relación con la cocina, los alimentos y los utensilios culinarios

Dos visitantes miran el cuadro de Picasso 'Niño con langosta', en la muestra sobre cocina del pintor malagueño, en el Museu Picasso.

Dos visitantes miran el cuadro de Picasso 'Niño con langosta', en la muestra sobre cocina del pintor malagueño, en el Museu Picasso. / periodico

Anna Abella

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Picasso decía en 1945: “En esta naturaleza muerta he puesto un manojo de puerros, no? Pues quiero que en la tela se sienta el olor del puerro”. Ese óleo, con tres puerros, un jarrón y un cráneo ante una ventana, es una de las cerca de 200 obras del artista -pinturas, esculturas, cerámicas, grabados y dibujos, además de fotos y documentos- que hasta el 30 de septiembre lucirán en ‘La cocina de Picasso’, exposición estrella de la temporada del Museu Picasso de Barcelona, que cuenta con una colaboración del chef Ferran Adrià. “Comía poco y bebía con moderación. Creía que el vino tenía dos peligros, si tomas mucho no sienta bien y hace hablar demasiado. Comía austeramente, mucha cocina mediterránea: verduras, ensalada, pescado, fruta... (como atestiguan sus listas de la compra y refleja su arte). Solo de vez en cuando, algún guisado que le recordada a su España natal. Pero era goloso, de postre solía tomar queso, pastel o chocolate. Él no cocinaba y pese a esa austeridad era un buen anfitrión y generoso con la comida de sus invitados”, explica Claustre Rafart, cocomisaria de la que es la primera exposición que se centra en este aspecto del pintor malagueño.  

“La muestra no es una acumulación de alimentos y utensilios de cocina, eso sería indigesto –puntualiza Emmanuel Guigon, director del Picasso y cocomisario tambián junto a Androula Michael-. Es un relato poético y un discurso sobre qué es comer y cocinar” para el genio, que “tenía un hambre insaciable” y, metafóricamente, “podía comerse el mundo”. Para Michael y Rafart, “las naturalezas muertas” de Picasso son en realidad “naturalezas tan vivas que casi podrías comértelas” y que dialogan con el espectador.

Els Quatre gats

En Els Quatre gats, en 1899, “empezó todo”, señala Guigon, sobre el primer ámbito de la muestra. Picasso pintó para el local modernista barcelonés el menú y el cartel del plato del día (aunque, como decía Josep Pla, “las raciones eran ingrávidas (...) una pura ilusión del espíritu”). Ese espacio, igual que haría con otras “tabernas, cafés, bistrots y cervecerías”, apunta Rafart, “los configura como un lugar social de tertulia con los amigos” de la bohemia y las vanguardias de la época.

De 1904, época azul, es el aguafuerte ‘La comida frugal’, con una pareja ante un plato vacío y un trozo de pan, ejemplo de los días de miseria y privación que Picasso pasó en París. Con la época cubista, con obras como ‘El restaurante’ (1914), las cosas sencillas de la vida cotidiana se multiplicaron en sus obras, “desacralizando la pintura y la escultura” y representando “el sabor de lo que es real”. Léase una cuchara para el vaso de absenta, un pollo, jamón, vino, una botella de Anís del Mono, o los dos coladores que conforman la cabeza de una mujer en una escultura de 1929.

La carestía de las guerras

Con la guerra civil, en sus escritos las expresiones culinarias representan su rechazo, como en ‘Sueño y mentira de Franco’, donde habla de ‘comer mierda’ y de ‘sopa de orina’. En la segunda guerra mundial, una flor de papel enganchada a un trozo de pan negro, de 1941, que regaló a Dora Maar, es muestra de que en aquellos tiempos de carestía, “donde no llegaba la realidad él llega con el imaginario. Mostraba lo que deseaba en la mesa y no podía tener por la guerra", señala la conservadora Rafart. Por ello proliferan abundantes alimentos, utensilios de mesa o su recurrente mantel de cuadros azules, en los que busca sus referentes en época de penuria.

Refugiado en Royan, en 1939, Picasso pintó el café de la localidad francesa, antes de llegar a París, donde pasó la ocupación alemana. Allí, en 1943 frecuentó el bar Le Catalan, regentado por un catalán y donde iba con sus amigos. El poeta francés Robert Desnos reproducía, antes de ser deportado al campo nazi donde moriría, cómo Picasso decidió pintar el bufet de Le Catalan. Lo hizo dos veces. Al día siguiente el bufet había desaparecido: “Debí apropiarme de él sin darme cuenta mientras lo pintaba”, dijo el artista. Ello ilustra, según Rafart, que “se lo apropia, lo mastica, lo traga y lo devuelve, cambiado, a la tela”.  

La paz y la alegría de vivir

Con la paz llegó ‘la joie de vivre’ y la cocina mediterránea llena sus obras. Frutos del mar como pulpos, sepias, anguilas o erizos, pero también una butifarra negra con huevos fritos, se acomodan en sus platos de cerámica. El más emblemático, sin duda, la espina de un lenguado 'a la meunière' que inmortaliza grabada en arcilla después de degustarla y dejarla bien limpia de carne (como testimonian las fotos de David Douglas Duncan). Una alegría de vivir que se traslada también al picnic. Su interés por comer al aire libre, disfrutando de la vida sencila del campo, la transmiten óleos como ‘Le déjeuner sur l'herbe según Manet’ (1960).  

Adrià, Picasso y Cruyff

Picasso, y también Johan Cruyff, es, <strong>confiesa Ferran Adrià, su “icono creativo”.</strong> Admite el prestigioso chef durante la presentación a la prensa de la exposición, no ser “experto en pintura ni en arte”. Se emociona y aprende de todo lo que rodea el arte, asegura el artífice del restaurante El Bulli, que ha armado una sala anexa a la muestra de Picasso sobre su filosofía culinaria.