CRÓNICA
Bryan Ferry, los brillos del pasado
El cantante británico cautivó en Peralada a caballo de sus logros como `crooner¿ pop y de sus clásicos con Roxy Music
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto / Peralada
Las crónicas sobre Bryan Ferry subrayan la elegancia del personaje y, bien, aunque es cierto que una idea de la sofisticación y el ‘glamour’ le ha acompañado en su trayectoria, su discurso musical no es solo fotogénico: hay una oscuridad, a juego con un trazo rítmico libidinoso, en su obra de los 80 y, retrocediendo hasta los 70, tenemos las estridentes ocurrencias de sus primeros días con Roxy Music.
La producción de esas dos décadas alimentó la totalidad de su repertorio de este viernes en el Festival Castell de Peralada. Ferry ha ido publicando discos en las últimas décadas (el último es ‘Avonmore’, del 2014), pero a la hora de las giras, sus menciones más modernas no pasan de los dos discos en solitario que lanzó en los 80, ‘Boys and girls’ y ‘Bête noire’. El material más envolvente, de ritmos nocturnos y cadencias sensuales, dominó en la primera parte del recital: de ‘The main thing’ (de ‘Avalon’, el disco final de Roxy Music, de 1982) al éxito ‘Slave to love’ y de ahí a la refinada, con cenefas exóticas, ‘Bête noire’ y la densa ‘Zamba’. Luminosidad tenue, ambientes cargados y un Ferry creíble como nublado ‘crooner’, sentado a veces al teclado.
DONDE TODO EMPEZÓ
Banda amplia, nueve músicos, incluidos dos coristas que arropaban con frondosidad los flancos vocales más opacos de Ferry, que algunos hubo, así como una violinista, una saxofonista y clarinetista (Jorja Renn, que disfrutó de varios momentos de protagonismo, como en la rescatada ‘Ladytron’) y la docta guitarra del señor Chris Spedding. Aunque en el primer bloque hubo algunos viajes al Roxy Music más lejano (añadamos ‘Out of the blue’), fue a partir del ecuador cuando, alzando el tono con ‘Stronger through the years’, el viejo grupo dominó el pentagrama.
Ferry citó a Dylan y a Young, pero lo más llamativo fue verle alterando su semblante severo y luciendo una franca sonrisa al terminar la un tanto alocada ‘Remake / remodel’. Se diría que fue en ese tramo regado con reliquias como ‘In every dream home a heartache’ y ‘If there is something’ cuando mejor se lo pasó.
Claro, no podían faltar ni ‘More than this’ ni ‘Avalon’, serias y seductoras, pero las quiso combinar con la frescura remota de ‘Virginia plain’ en un tramo final sacudido por ‘Love is the drug’ y que, ya en territorio de bis, condujo a ‘Let’s stick together’, ‘What goes on’ y la versión de ‘Jealous guy’, de Lennon, sentida y envuelta en poéticos puntos de luz. Bryan Ferry risueño, cómodo no solo en su rol de maduro ‘gentleman’ sino deleitándose con sus recuerdos más juveniles, y estirando la sesión con una propina inhabitual en esta gira, ‘Editions of you’. Resumiendo, en fin, los hallazgos por los que será recordado en 95 sustanciosos minutos.
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