EL FESTIVAL GREC

'Beware of pity', deslumbrante maravilla teatral

El director Simon McBurney firma un despliegue de talento en la adaptación escénica de la novela de Stefan Zweig

Un momento de la obra 'Beware of pity' ('La impaciència del cor'), que este fin de semana se presenta en el Teatre Lliure.

Un momento de la obra 'Beware of pity' ('La impaciència del cor'), que este fin de semana se presenta en el Teatre Lliure.

JOSÉ CARLOS SORRIBES

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De la conexión entre dos de las grandes factorías teatrales europeas solo podía brotar un montaje mayúsculo, uno de aquellos que marcan la pauta y el camino a seguir. Dicho y hecho: 'Beware of pity', traslación escénica de la novela de Stefan Zweig 'La impaciencia del corazón' (1939), confirmó que era una de las incuestionables joyas del Grec. La alianza entre unas compañías tan aclamadas, la británica Complicité y la berlinesa Schaubühne, dejó otra huella del teatro de relato total, con diversidad y aprovechamiento de lenguajes, que define los pasos de Simon McBurney, el piloto de Complicité.

Cinco años después de la impresionante adaptación de la novela de Mijail Bulgákov 'El maestro y Margarita', un prodigio tecnológico teatral, el regreso al Grec de McBurney llegó con otro artefacto preciso, milimétrico, desbordante de talento. El director, y también actor, británico es un mago que saca continuos trucos de su chistera. Aquí con menos aparato técnico, pero no menor brillantez. Cierto es que, solo de salida, el montaje acusa el peso de su oralidad para poner en pie el entramado de esta novela moralista de Zweig. Un tratado sobre el alcance y los efectos de la compasión, esa suerte de mentira piadosa y también cobarde, que puede llegar a provocar efectos devastadores.

EN LA ÉPOCA DE LA GRAN GUERRA

La obra narra la historia de un joven soldado del ejército austrohúngaro, en la época que dio paso a la Gran Guerra, que seduce en una fiesta a la hija de un noble judío. Una muchacha a la que invita a bailar sin darse cuenta de que ella sufre una parálisis que apenas le deja moverse. A partir de ahí surge un carrusel de malentendidos, de dudas e incertezas en las que el oficial Anton Hofmiller, atrapado por un sentimiento de culpa, parece abocado a tomar malas decisiones. Como esa Europa que se colapsa tras el asesinato del archiduque Francisco de Austria en 1914. Un eco convulso que hoy también resuena.

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McBurney despliega un dinámico relato polifónico que atrapa por su imaginativa y talentosa puesta en escena. Nada resulta efectista porque todo tiene su justificación. Juega, además, el director con la ventaja de contar con siete extraordinarios intérpretes de la Schaubühne. Ni un solo desfallecimiento, ni una salida de tono, soluciones maravillosas de vídeo, iluminación y sonido... Todo engrasado para dar realce al texto.

Los trucos se suceden uno tras otro. Algunos ya vistos en espectáculos suyos previos, como esa manera tan sencilla, directa e inteligente de llevar a escena el movimiento de los personajes, sea en cualquier clase de vehículo o a pie. Es auténtica marca de la casa Complicité. O ese instante entrelazado de vida y muerte, en apenas un segundo de ingenio teatral, en una mesa camilla en la que a un nacimiento le sigue un fallecimiento. Que vuelvan pronto, juntos o por separado, pero que vuelvan.

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