Hielo
Se cumplen 50 años de la publicación de 'Cien años de soledad'

El editor de 'Cien años de soledad' Francisco Porrúa. / periodico

Óscar López
Óscar LópezÓscar López
ÓSCAR LÓPEZ
No soy muy de aniversarios redondos. No sé por qué importan más los cien años que los ochenta y tres. Pero lo de esta columna es una excepción. Por lo que tiene de especial. Y de mágico. En mayo de 1967, Francisco Porrúa publicó en la editorial Sudamericana 'Cien años de soledad' de Gabriel García Márquez. Y se lió. La venta en tres semanas de los 8.000 ejemplares de la primera edición cambió la historia de la literatura.
Pocos libros han alimentado tantas leyendas desde el mismo día de su aparición. Verbigracia: el autor aseguraba en 'El olor de la guayaba', que el inicio de la novela se le ocurrió mientras conducía hacia Acapulco junto a su familia y que no tuvo más remedio que dar media vuelta y ponerse a escribir. Años después confesaría que en realidad siguió con el viaje familiar y que al regresar escribió de un tirón la mítica frase de arranque: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo".
También se suele recordar que solo pudo enviar a Porrúa la mitad del manuscrito de 500 páginas por falta de dinero y que para enviar el resto empeñó varios electrodomésticos. Son esas historias, ciertas o no, que todo mito necesita. Como la que asegura que el editor Carlos Barral rechazó el manuscrito, que un librero ecuatoriano se dedicó a modificar la E al revés de la portada de la segunda edición al considerar que era un error tipográfico, o que el propio Porrúa nunca vio clara esa etiqueta de realismo mágico al parecerle contradictoria.
Lo que sí es meridiano es que han pasado 50 años y su influencia sigue siendo apabullante y para algunos autores insostenible. Su sombra pesó sobre generaciones posteriores de escritores latinoamericanos, que para evitar comparaciones adulteraron su propia carrera. Ni el cine se ha atrevido de verdad con su adaptación, salvo la que el japonés Shuji Terayama realizó en 1984. Charlando hace unos días con Antonio Orejudo sobre su estupenda nueva novela, me dijo que nuestra generación no sería la misma sin los Cinco de Enid Blyton. Es cierto, pero yo añadiría que tampoco sin los Buendía.
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