CRÓNICA DE ÓPERA

El mejor Flórez arrasa en el Palau

El tenor peruano impone su ley con un variado repertorio de piezas de Rossini, Mozart, Leoncavallo, Puccini y Verdi

fcasals37302239 florez170215130103

fcasals37302239 florez170215130103 / periodico

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Parece como si ya estuviera instalado en Barcelona. Juan Diego Flórez ofreció el martes la que era su cuarta actuación en poco más de un año en una de sus ciudades favoritas. Y en la que, todo hay que decirlo, el público le demuestra una fidelidad indesmayable. No importa que su presencia se repita ni que esa misma noche juegue el Barça en París un partido de Champions. El rey de los tenores ligeros puede con todo y consigue no solo que se agote el aforo del Palau de la Música, sino que se tengan que añadir localidades en el mismo escenario para satisfacer la apasionada devoción que sus seguidores sienten por él. Amor más que justificado, desde luego, porque el artista nunca les defrauda y en cada nueva cita aparece para mostrarles las últimas incorporaciones a su repertorio.

En febrero del año pasado, el divo peruano inició en Palau 100 la primera de las tres actuaciones comprometidas con el ciclo, con un programa dominado por la canción popular italiana. En esta ocasión la exigencia ha sido mayor, empezando con el belcantismo de Rossini, su compositor fetiche, para seguir con Mozart, el verismo de Leoncavallo, Puccini y Verdi y una incursión en la ópera romántica francesa con ‘Werther’, de Massenet, después de su reciente triunfo escénico con este titulo en Bolonia. Fue una forma de mostrar al mejor Flórez exhibiendo la ampliación de su repertorio acompañado al piano por Vincenzo Scalera.

BEL CANTO ROSSINIANO

Simpático e dicharachero, con constantes interpelaciones al público, el tenor se enfrentó sin red pero con una aplastante naturalidad, propia de quien domina estas tesituras, a las dificultades del bel canto rossiniano, con tres canciones de salón: ‘La lontananza’, ‘Bolero’ y ‘Addio ai Viennesi’. La aparente facilidad con la que despachó estas piezas, expuestas con su inmaculado fraseo, cristalinos agudos y un cada vez más poderoso centro, ya anticiparon que estábamos ante una gran noche. El remate, antes del descanso, con la estratosferica ‘Ah, dov’e il cimento’ de la ópera ‘Semiramide’ sirvió para dejar claro que con Rossini no tiene competencia.

En medio, aunque sin el mismo nivel, se exhibió con las delicadas coloraturas del aria de ‘El rapto del serrallo’ y la vigorosa ‘Vado incontro’ de ‘Mitridate, re di Ponto’, ambas de Mozart. En la continuación circuló por los carriles de la apoteosis con tres canciones de Leoncavallo: ‘Aprile’, ‘Vieni amor mio’ y la explosiva y poética ‘Mattinata’, pero fueron ya palabras mayores sus incursiones en Puccini, con ‘Avete torto’ de ‘Gianni Schicchi’ y la celebérrima ‘Che gélida manina’ de ‘La bohème’, interpretada con conmovedora sensibilidad y celebrada con enardecidos bravos. Pero si espectaculares y seductoras resultaron estas interpretaciones, su versión de la ultrarromántica ‘Pourqoui me reveiller’ de ‘Werther’ dejó a la sala anonadada. Dos arias de Verdi,  la cautivadora ‘La mia letizia infondere’ de ‘I lombardi, y la bellísima ‘Die mei bollenti spiri’ de ‘La traviata’ cerraron un completo programa.

Tres previsibles propinas, guitarra en mano, de canción sudamericana pusieron un aclamado punto de distensión después de tan intensa actuación. Hasta la próxima.