CRÓNICA DE TEATRO
Un Lorca tragicómico, fresco y delicado
El montaje de Genoveva Pellicer de 'Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín' seduce al público de La Seca Espai Brossa
César López Rosell
Periodista
CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA
De las diferentes versiones que se han hecho de la farsa de García Lorca 'Amor de don Perlimplín y Belisa en su jardín', el montaje que dirige Genoveva Pellicer ('Les criades', 'Novecento') en La Seca es, dentro de su sencillez estructural, uno de los más frescos, delicados y mejor interpretados. Lo cómico y trágico, envueltos por un onírico trasfondo poético, evolucionan con eficacia en esta producción que tiene su antecedente en 'El retablillo de don Cristóbal', pieza para guiñol.
De hecho, la propuesta de esta obra pasa del mundo del títere (Don Cristóbal) al del candoroso Perlimplín, hombre maduro e inexperto que accede a contraer matrimonio con una exuberante joven para atender a las convenciones sociales.
La función arranca con un personaje del 'Retablillo' recordando el mundo del guiñol pero pronto deriva hacia la dimensión humana de los personajes. Especialmente remarcable es la transformación que se produce en el viejo protagonista tras descubrir la belleza deslumbrante del cuerpo de Belisa, encarnada por una sensual y desinhibida Almudena Lombe.
Perlimplín siente como su mundo interior cambia al entrar en la desasosegante dimensión desconocida de la pasión. Al comprender que su mujer busca en sus amantes la fogosidad que él no puede darle, decide enfrentarse al reto de enamorarla dejando de lado el honor del marido agraviado. Para ello crea un personaje ficticio, él mismo desde su disfraz, para que caiga en la trampa del enamoramiento. Cuando lo consigue se inmola presentando el trágico desenlace como un triunfo a pesar de causar la infelicidad de la joven.
BUEN TRABAJO DE MANUEL VEIGA
Este tránsito de lo caricaturesco a lo dramático está muy bien defendido por Manuel Veiga, sólido actor que interviene también en la dramaturgia de la introducción de la producción.
Una de las virtudes del montaje, arropado por una simbólica escenografía de Paco AzorínPaco Azorín y por las inspiradas coreografías de Anna Briansó, es que aborda los diferentes niveles de la obra. Ella, en su doble faceta de actriz y creadora de atmósferas, da con la tecla en el perfil de la criada Marcolfa, personaje que lo mueve todo y aconseja, desde una visión realista de la existencia, al soltero Perlimplín que contraiga matrimonio,
La actriz se desdobla en el personaje de uno de los duendes del relato, seres bohemios, marginales y sabios. El otro es Jordi Sanosa, que se multiplica interpretando a la travestida madre de la novia y al director de la compañía. En conjunto, una tragicomedia muy bien resuelta que consigue que el espectador salga de la sala con la sonrisa en los labios.
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