'Aloys': observar antes que vivir

El protagonista de 'Aloys' es un detective suizo más bien solitario, taciturno, parco en palabras e introspectivo que se llama Aloys Adorn, aunque el título de la película, en el momento de su rodaje, 'We are dead', lo convertía en un muerto viviente, en un fantasma que vaga sin saber qué hacer.

El protagonista es un investigador privado, pero Aloys no participa para nada de las señas de identidad de un 'film noir' o de un 'thriller', tan siquiera de un relato de intriga. Es más bien un drama algo hermético y hierático sobre un personaje desclasado y aquello a lo que se dedica como única razón de ser: observar a los demás.

Siempre ha habido algo de voyeurismo en el cometido de un detective: es alguien que mira, espía y vigila a otras personas porque para eso lo han contratado y, a veces, corre el peligro se sentirse fascinando por aquello que está viendo. Aloys, además, filma con una cámara a todos aquellos a quienes vigila, y esas cintas de personajes anónimos se han convertido en lo más parecido a la esencia de su vida. ¿Qué ocurre cuando las cintas le son robadas y pasa a ser él quien es observado?

La puesta en escena del filme está en sintonía con el deambular por la vida de este personaje inusual, aunque el director Tobias Nölle abusa a veces de ciertos efectismos malabares de la cámara; un mayor grado de contención no le habría ido nada mal a la película dadas las características de lo que cuenta.

Y ese es un inconveniente para que 'Aloys' exprese en su plenitud la inquietud y desazón que se supone debe comunicar la errática experiencia de su protagonista, su inherente soledad. En todo caso, el filme sirve también para retratar ciertos aspectos de la mentalidad y forma de vida suizas, una cinematografía nacional  compleja y poco conocida necesitada de productos de prestigio como este.

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