CRÍTICA DE CINE

'The neon demon': Un relato en el abismo

QUIM CASAS

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La última película de Nicolas Winding Refn provoca reacciones similares a las suscitadas por su anterior filme, 'Solo Dios perdona'. Divide a los espectadores, los desafía entre el rechazo y la admiración, deja satisfecho a medias, parece en muchos momentos gratuita pero, en todo caso, es sumamente coherente con el grueso de su obra, solo que aquí la violencia física de 'Pusher', 'Walhalla rising', 'Drive' o 'Solo Dios perdona' aparece de manera menos explícita aunque igual de lacerante.

Uno sale del cine sin saber de qué manera exacta le ha afectado el filme, y eso ya es un triunfo: provocar reacciones enfrentadas, alimentar la duda, sugerir y molestar. Su puesta en escena hierática liga con el universo retratado, el de la moda y los celos y la ambición que anidan. La película baraja muchos conceptos durante más de hora y media: lo efímero de la belleza artificial, el artificio del mundo de la moda... Para presumir hay que sufrir, asegura una de las modelos, en defensa de la cirugía estética. La belleza no lo es todo, es lo único, afirma un diseñador.

Sobre esa superficie de estética crítica afloran las extrañezas del estilo Refn, su fractura con la realidad: un puma en la habitación de motel o la joven que maquilla indistintamente modelos y cadáveres (una analogía algo pueril). Todo es tan insólito como magnético, desagradable y fascinante. Hasta que el director vira en la parte final hacia algo parecido a un 'giallo' y el relato entra en un abismo. Puede que se parezca algo al David Lynch de 'Carretera perdida' o 'Mulholland Drive', pero estamos en otros ámbitos. Como Lynch, Winding Refn solo hay uno.

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