CONCIERTO

En los reinos de Paolo Conte

El cantante y pianista piamontés muestra su mundo de canciones, cruce de fantasía y melancolía, en el Festival Jardins de Pedralbes

Paolo Conte

Paolo Conte / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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La política italiana puede acentuar sus convulsiones crónicas y Europa verse sacudida desde fuera y desde dentro, pero nada de eso alcanza la condición de material literario inspirador para Paolo Conte, a quien solo mueven los vaivenes de su imaginación. La realidad es siempre demasiado vulgar para el cantante y pianista piamontés, que regresa este martes a Barcelona para estrenarse en el Festival Jardins de Pedralbes (22.00 horas).

Recorrerá un cancionero que sigue debatiéndose entre el exotismo y la melancolía, mirando hacia las músicas de ayer, el jazz pre-be bop y la latinidad de fantasía, y fabulando con historias tocadas por un punto de excentricidad. "Siempre he mantenido separado el reino de la realidad del de la fantasía", explica Conte a este diario respondiendo a un cuestionario por correo electrónico, el único medio a través del cual podemos acceder a él.

Es el autor de la canción italiana más famosa del mundo, según dictaminó hace casi una década la Società Dante Alighieri, destinada a difundir la lengua y cultura del país transalpino, y que no es otra que 'Azzurro', situada, según esa institución, por delante de 'Nel blu dipinto di blu' (más conocida como 'Volare'), de Domenico Modugno. Aunque no se la asocia tanto a su voz como a la de Adriano Celentano, que le dio vida en 1968. Conte, licenciado en derecho y abogado en ejercicio, era entonces un compositor por cuenta ajena que firmó éxitos para Patty Pravo, Enzo Jannacci y otros intérpretes.

LAS ESTRELLAS DEL JAZZ

No se decidió a grabar discos por su cuenta hasta 1974, cuando ya tenía 37 años. "Escribía solo para los demás. No me sentía un cantante. Más adelante adopté la interpretación por razones de identidad", señala. Desde entonces, la composición en su casa de Asti, Piamonte, y la interpretación en público conviven con fluidez. "Son solo placeres diferentes", indica el autor de otras piezas populares de la canción italiana moderna, como 'Gelato al limon', 'Via con me' o 'Happy feet'.

Su obra tiene algo de proyección de las fantasías del italiano de posguerra, influido por el jazz llegado de Estados Unidos y seducido por horizontes lejanos, previos a la globalización, o por la idealización de los más cercanos. Conte puede especular con localizaciones africanas y evocar el 'music hall' parisiense (el musical 'Razmataz', 2000), pero también elevar a mítico lo más próximo: en 'Diavolo rosso' evoca la figura de Giovanni Gerbi, épico ciclista de las primeras décadas del siglo XX, y en 'Genova per noi' expresa la mezcla de fascinación y recelo del tipo de provincias hacia la bulliciosa urbe portuaria.

La música afroamericana, evocada en 'Sotto le stelle del jazz', "sigue ejerciendo solo una ligera influencia", dice, mientras que los ritmos latinos van y vienen "porque se adaptan bien a la lengua italiana". Los cambios son sigilosos. "Yo diría que la evolución es una palabra que me interesa en el sentido de la experimentación", apunta. Ahí, su último disco, 'Snob', se mantiene en parámetros conocidos, aunque acentuando cadencias tropicales en la pieza que lo abre, 'Si sposa l’Africa', y en otras como 'Argentina', que evoca la inmigración piamontesa de finales del siglo XIX, y 'Tropical'.

CONEXIÓN CATALANA

Conte visita ahora Barcelona con cierta regularidad desde que, en el 2005, Borja Sitjà lo rescató para programarlo en el Grec después de tres décadas sin verle el pelo. En los 80, Quico Pi de la Serra lo trajo para compartir tablas frente a la Catedral ("sigo relacionado con los cantautores catalanes por cuestiones de admiración y amistad", señala), y luego hubo que viajar a Francia o Italia para verle.

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Pero con la de Pedralbes serán seis sus visitas en la última década (añadamos tres incursiones en el Festival de Jazz de Barcelona, dos de ellas el Auditori y una en el Palau, así como un recital en Porta Ferrada), siempre con conciertos caracterizados por su mezcla de exquisitez y discreción, sin muchas más estridencias que el pitido de su célebre trompetilla, el 'kazoo', y con repertorios que no suelen acusar cambios profundos. "Para definirme como artista debo disponer una escalera sin fin", dice en referencia a la lista de canciones que maneja. "Pero nunca he renegado de ninguna de ellas", añade. Aunque 'Azzurro' lleva años aparcada. "Es una mis favoritas, pero es difícil de tocar con el grupo", alega.

El público de Barcelona es "como el de todas partes, con los mismos sentimientos, la misma cultura, la misma curiosidad". Y aunque la barrera idiomática impide la comprensión plena del mensaje, "de la palabra", cree que "una buena audiencia sabe ser intuitiva". Lo será, confiamos, la de Pedralbes, nueva cita enmarcada en su girar sin fin. Conte cumplió 79 años en enero y mantiene su pausado pero constante ritmo de conciertos aquí y allá. ¿Y el futuro? "Así de bueno seguirá siendo. Mientras dure".