The Tallest Man On Earth, melancolía a todo color
El cantautor Kristian Matsson pasó por la sala Barts con su primera gira con grupo
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
JUAN MANUEL FREIRE / BARCELONA
Kristian Matsson, alias The Tallest Man On Earth, adquirió buena fama por actuaciones en las que echaba por tierra la idea de que un cantautor folk solitario ha de ser estático por necesidad. Como una especie de predicador, el joven sueco recorría sin cesar el escenario de un extremo a otro, buscaba miradas con las que conectar y se detenía en ellas más allá de lo común en una relación artista-espectador.
Algo de esa rara intimidad se ha perdido en su primera gira con banda, en la que presenta ‘Dark bird is home’ (2015), emotivo disco “de divorcio” para el que se sirvió asimismo de músicos adicionales. Compensan la pérdida los nuevos matices instrumentales; una paleta sonora (teclados, violín, percusiones, lap steel…) que sirve a Matsson para alternar acercamientos y extender el repertorio hasta las dos decenas de temas sin que asome en exceso la monotonía.
La noche arrancó con ‘Wind and walls’, de su álbum ‘There’s no leaving now’ del 2010; la instrumentación añadida viste la composición sin sobrecargarla. Y del mismo disco, acto seguido, ‘1904’: una de las canciones sobre la muerte más vivaces que imaginarse pueda, sobre todo en la versión de esta noche, dirigida con pulso dinámico por el batería Zach Hanson.
AQUEL CONTRATO DISCOGRÁFICO
El primer guiño al nuevo disco llegó con ‘Fields of our home’, de inicio desnudo (recuerda al Bright Eyes más folk) pero desembocadura en un clímax de folk-rock atmosférico al estilo de Bon Iver. No en vano, Kristian Matsson trae consigo a su músico Michael Noyce, quien aportó en la parte final de esta canción unos sobrecogedores coros en falsete.
Matsson recordaba poco después su paso por el Primavera Sound del 2009; cómo se hospedó en el Hotel Princess y recibió allí a unos señores de traje que le ofrecieron un contrato discográfico. “Quizá pueda dedicarme a esto para ganarme la vida”, dijo haber pensado. Fue una introducción para ‘The wild hunt’, tema titular de su primer disco (del año 2010) para el sello Dead Oceans.
Tras la springsteeniana ‘Darkness of the dream’, se quedó solo para un trío de temas, entre ellos un coreado ‘I won’t be found’. Ya con banda, se atrevió con ‘Sagres’, uno de los temas más dolientes del último álbum: “La tristeza, supongo/ Me mantendrá en el suelo/ Donde estoy forzado a encontrar la quietud/ En un lugar por el que no aparecerás”. Algunos temas después (incluyendo un ‘Little nowhere towns’ con él mismo al piano y el 'hit' ‘King of Spain’), Matsson veía la ruptura con otros ojos: “Esto no es el final; no, esto está bien”, canta en ‘Dark bird is home’ con un estilo conversacional propio de Aimee Mann. Hermosa canción de madurez.
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