CRÍTICA
'El hijo de Saúl': el horror, en primer plano
El hijo de Saúl ★★★★
Pensábamos que ya no quedaban historias por contar sobre el Holocausto, pero el demoledor debut del húngaro László Nemes prueba lo contrario. Situado en los últimos días de Auschwitz, acompaña a un atormentado prisionero colaboracionista en permanente movimiento, sin apenas apartar la cámara de su rostro pétreo –negándonos acceso, pues, con su trauma– para explicar qué era realmente un campo de exterminio: una fábrica, un obsceno sistema de producción de asesinatos en masa.
El equilibrio entre lo que vemos y lo que no está formal y moralmente calculado al milímetro para evocar, sin atenuantes ni regodeos, la demencia y la maldad incomparables. Si pusiera imagen a todas las atrocidades que describe, 'El hijo de Saúl' sería una película insoportable. Por ello, se centra en cambio en un hombre dispuesto a arriesgarlo todo para ejercer un acto último de humanidad en medio de la barbarie, y en el proceso nos empuja no solo a imaginar confusión, pánico, miseria y desesperación inimaginables, sino prácticamente a sentir todo eso en carne viva.