ENTREVISTA

Margarethe von Trotta: "Siempre he sentido que crecí a oscuras"

La cineasta alemana regresa con el drama de tintes autobiográficos 'El mundo abandonado'

La directora alemana Margarethe Von Trotta.

La directora alemana Margarethe Von Trotta. / periodico

NANDO SALVÀ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Desde que se dio a conocer con 'El honor perdido de Katharina Blum' (1975) y, sobre todo, tras el éxito internacional de 'Las hermanas italianas' (1981), la alemana Margarethe von Trotta se ha especializado en contar historias de mujeres fuertes y de lazos familiares problemáticos. Vuelve a tocar ambos temas en 'El mundo abandonado', un drama de tintes autobiográficos sobre una mujer que descubre a quien parece ser la réplica exacta de su madre fallecida.

¿Cuál es exactamente su conexión personal con 'El mundo abandonado'?

Tras la muerte de mi madre descubrí que ella tenía otra hija y que, por tanto, yo tenía una hermanastra. Para mí fue un verdadero 'shock'. Mi madre y yo teníamos una relación extremadamente intensa, y por eso yo no podía concebir que me hubiera ocultado algo así. Me sentí herida y ofendida durante mucho tiempo. Que hiciera una película sobre el tema era solo cuestión de tiempo.

{"zeta-legacy-phrase":{"name":null,"position":null,"text":"\"Tras la muerte de mi madre descubr\u00eda que ella ten\u00eda otra hija y que, por tanto, yo ten\u00eda una hermanastra. Fue un 'shock'\""}}Pero incluso antes de recibir la noticia usted ya hacía películas sobre hermanas y sobre secretos familiares. ¿Casualidad?

No lo creo. Tengo la teoría de que en mi subconsciente yo siempre supe que tenía una hermana, que mi madre me había transmitido ese conocimiento. Existe un ensayo de Sigmund Freud sobre cómo los bebés están conectados telepáticamente a sus madres. Cuando yo nací, estoy segura de que mi madre tenía pensamientos muy intensos acerca de esa otra hija a la que tuvo que abandonar. Tal vez me transmitió esos pensamientos y yo viví con ellos sin saberlo. El hecho es que crecí rodeada de secretos familiares, también porque durante años no supe que mis padres no estaban realmente casados. Siempre he sentido que crecí a oscuras. La posguerra, al fin y al cabo, fue una época negra. El recuerdo más antiguo que tengo es la oscuridad de los refugios antiaéreos.

Usted ha hecho películas sobre Rosa Luxemburgo, Hildegard von Bingen y Hannah Arendt. ¿Es muy distinto trabajar con modelos históricos a hacerlo sin ellos? 

Cuando retratas a una personalidad histórica siempre sientes que no estás a la altura, ni intelectualmente ni como narrador. Asimismo, también acabas luchando contra las ideas preconcebidas que el público tenga del personaje en cuestión. Cuando haces ficción pura la presión es definitivamente menor porque solo compites contigo misma. 

Y, aun así, una y otra vez regresa a los asuntos históricos y políticos. ¿Le gusta complicarse la vida?

Bueno, no puedo evitarlo. Supongo que soy una reliquia, el producto de una época pasada en la que el cine era otra cosa. De todos modos, yo no hago esas películas porque sienta que mi cometido es hablar de problemas sociales o suministrar mensajes sobre nada en particular. Las películas son una extensión de mí misma, mi forma de ver el mundo.

¿Le molesta que se le cuelgue la etiqueta de directora feminista?

Siempre digo que yo ya era feminista incluso antes de saber qué era el feminismo. Era parte de mi condición humana. Al principio renegaba de la etiqueta porque de algún modo significa aceptar que te encierren en un gueto. Que te consideren solo una directora feminista es una forma de restarle importancia a tu trabajo. Pero en última instancia no puedo pasar por alto que, aunque en el mundo occidental las mujeres seamos iguales ante la ley, no lo somos en la realidad ni a ojos de muchos hombres.

¿Qué opina de ProQuota-Regie, la iniciativa que un grupo de cineastas han puesto en marcha en su país para demandar que el 50 por ciento de las películas alemanas las dirijan mujeres?

Yo encabecé una iniciativa parecida a finales de los 70. Creo que es necesario. Es cierto que cada vez más mujeres hacen películas y más chicas van a la escuela de cine, pero para ellas es más difícil encontrar trabajo que para los hombres. Y, por supuesto, reciben mucho menos dinero que los hombres por el mismo trabajo. Yo, por ejemplo, estoy convencida de que recibo menos ayudas públicas que mis colegas por el hecho de ser mujer. Absurdo, ¿verdad?