¿Tensión sexual entre Darth Vader y Palpatine?

Los autores de 'Star wars. Filosofía rebelde para una saga de culto' le buscan segundas al sable láser, a Jar Jar Binks y a la falta de diversidad racial de la Estrella de la Muerte

El emperador y Darth Vader, en el Episodio III de 'Star Wars'

El emperador y Darth Vader, en el Episodio III de 'Star Wars' / periodico

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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Mira si es fácil explicar en pocas palabras las razones por las que cientos de millones de personas han seguido fielmente la saga 'Star Wars' y están a la espera de su resurgir con el próximo estreno de 'Star Wars. El despertar de la fuerza': "Sus efectos especiales revolucionarios, su rico simbolismo enraizado en la mitología clásica, su claridad moral, sus trepidantes escenas de acción y sus adorables personajes". Así de clarito lo explica Christopher Deis, uno de los autores del volumen colectivo 'Star Wars. Filosofía rebelde para una saga de culto' (Errata Naturae). Pero mantener la industria de los departamentos de estudios culturales necesita mucho más que eso. Es necesario adentrarse en el lado sesudo de la fuerza, el que es capaz de analizar el homoerotismo latente en la relación entre Darth Vader/Anakin Skywalker y Darth Sidious/Palpatine, buscar razones al odio general de toda la humanidad por Jar Jar Binks, analizar la relación entre el auge del capitalismo global, la Estrella de la Muerte y el urbanismo de Coruscant o interpretar el Imperio como una dictadura racial (por ahí acaba yendo incluso Deis, experto en "teoría crítica de la raza blanca").

De hecho, Errata Naturae ha hecho una trampucha con su título, bastante más sexi que el original, 'Cultura, identidades y tecnología en las películas de Star Wars'. Pero se le perdona. Los ensayos recogidos en el volumen editado por Carl Silvio y Tony M. Vinci chapotean con tanto entusiasmo en el lado espeso de la fuerza (¡hasta se buscan en las películas "lecciones sobre el empoderamiento") que de tan pedantes incurren en un maravillosa comicidad involuntaria: disfrutemos un poco, sin tomárnoslo tan en serio como sus autores.

LUCAS HOMÓFOBO VS. EL DÍA DEL ORGULLO SITH

Empecemos por el artículo 'Género y sexualidad en el universo de 'Star Wars'. Si, es cierto, cualquier mente con un mínimo de suciedad en su interior vio algo en la máquina que iba a interrogar a la princesa Leia ya en la primera y más inocente película. Pero Veronica A. Wilson va más allá. Acusa a George Lucas de misógino y homófobo: según ella, el director asocia la feminidad "con la oscuridad, el engaño y el declive moral" y vincula "el homoerotismo masculino con el poder destructivo del Lado Oscuro de la Fuerza". Bueno, la relación entre jedis y padawans también tiene lo suyo. Pero que la ficción no te estropee la teoría. Así analiza el "patriarcal y homófobo" desenlace de la segunda trilogía: "El afecto patriarcal de Anakin Skywalker se impone sobre su díada destructora y homoerótica con Palpatine". Y es que, por si faltaba alguna prueba, los siths se corresponden al arquetipo femenino de la bruja, el emperador tiene "planes de dominio erótico, de violación espiritual" y ¡hasta el senador Palpatine se queda "en el armario" hasta que descubre su personalidad como Darth Sidious! ¡Y a Anakin le dice "Libérate, sal, Anakin!" (la cursiva es de Wilson).

POR QUÉ ODIAMOS A JAR JAR BINKS

Desde el estreno del 'Episodio I' la opinión ha sido unánime: Jar Jar Binks, premio Razzie al peor actor secundario de 1999, es un engendro odioso, incluso para quienes lo han escuchado farfullar doblado y no en el irritante acento seudocaribeño del original. Buscar en Google 'Jar Jar Binks must die' da 131.000 resultados. "¿Se menosprecia a Binks por ser irritante y molesto, o por ser un estereotipo racista?", se pregunta Dan North. Su respuesta: realmente se le odia por ser el primer protagonista completamente digital del cine, en el que no se solucionó un peliagudo dilema: "Su deber como espectáculo le exige revelar su esencia mecánica, entrando en conflicto con el deseo de que actúe de una manera lo bastante orgánica como para ganarse la empatía del público". Bueno, y además no tenía puñetera gracia.

UN SABLE LÁSER ES TAMBIÉN... VALE, LO HABÉIS ADIVINADO

Sí, efectivamente: esta es fácil de adivinar. Un objeto cilíndrico, sostenido a dos manos, que vibra y golpea. Es obvio qué sucede si alguien le quiere buscar las vueltas al sable láser. En su primera aparición, además, es el sable láser 'del padre'. "Se fetichiza como el padre ausente en el sentido freudiano", sentencia Kevin J. Wetmore Jr.  Es el fetiche de entre todos los fetiches del fetichismo de Star Wars. Y Freud definió el fetiche, recuerda Wetmore, como "un sustituto del pene, una protección contra la castración y una fuente de poder".

EL IMPERIO Y LA LIMPIEZA ÉTNICA

Volvamos a Christopher Deis, el especialista en "teoría crítica de la raza blanca". Fijémenos: los tripulantes de la Estrella de la Muerte visten uniformes de inequívoca raigambre fascista, y solo son hombres blancos. El imperio inaugura un "Nuevo Orden" que "transforma lo que antes era una sociedad multicultural y pluriespecie en una sociedad que privilegia a los humanos y a su cultura". Qué diferencia con la marginal taberna de Mos Eisley o el Senado de la República, una auténtica imagen de la alianza de las civilizaciones donde hasta los descendientes de ET tienen escaño. Hay quien ha acusado a la serie, al contrario, por su falta de diversidad racial. Deis defiende en cambio su progresismo, incluso en la discutida segunda trilogía, donde la relación padre-hijo entre Palpatine/Vader y la oferta de dominar el mundo de Vader a Luke, sostiene, son alusiones a la dinastía Bush y "metáforas de la vida política doméstica e internacional bajo el régimen posterior al 11-S de George Bush".

'STAR WARS' Y EL CAPITALISMO. ¿PODEMOS O CIUDADANOS?

Y para acabar. ¿Qué visión del capitalismo da 'Star Wars'? Es cierto que la creación de ese universo por Lucas hizo chup chup en los años de la guerra de Vietnam, y se acabó plasmando en una lucha de rebeldes contra el imperialismo opresor. En su ensayo ''Star wars y el capitalismo global', Carl Silvio sostiene que la trilogía original, con la presencia aterradora del destructor imperial y la Estrella de la Muerte, "nos induce a investirla con nuestra fascinación y nuestros miedos hacia la cultura tecnológica del tardocapitalismo", en unos años 70 y 80 en que "una profunda sensación de incertidumbre epistemológica contradecía la promesa asociada a ese cambio cultural". En la segunda trilogía, Coruscant representa "los aspectos supuestamente positivos del capitalismo global". Y, según Silvio, que la Federación del Comercio o el Clan Bancario pasen a ser los malos no muestra una actitud estilo 'Occupy the Death Star', sino que (respiren, por favor) "no representa tanto una crítica del capitalismo como un desplazamiento de los efectos negativos del tardocapitalismo a unas formas anticuadas de capitalismo monopólico".