festival de cine de valladolid

Represión sexual en una fábula trágica

Fotograma de 'Mustang' de la cineasta Deniz Gamze Ergüven.

Fotograma de 'Mustang' de la cineasta Deniz Gamze Ergüven.

BEATRIZ MARTÍNEZ / VALLADOLID

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Cinco niñas hermanas en un pueblo perdido de Turquía, encerradas por sus familiares para preservar su virginidad. Mustang Mustangse convirtió en una de las revelaciones del año tras su paso por el festival de Cannes y, ahora en Valladolid, se ha confirmado el especial talento que se esconde detrás de la ópera prima de la joven realizadora Deniz Gamze Ergüven. La comparación con Las vírgenes suicidas de Sofia Coppola resulta inevitable, no solo por la cerrazón moral y cultural que late en el seno de las respectivas comunidades castrantes en las que se ambientan, sino también por el aroma sensual de sus imágenes, impregnadas de una poesía evanescente.

Desde los ojos de la pequeña Lale nos nos introducimos dentro del pequeño universo íntimo que comparte con sus hermanas. Cinco cuerpos prepúberes que se funden y se confunden hasta configurar una especie de gineceo en el que comienzan a aflorar los inevitables primeros deseos sexuales.

La cámara de Gamze Ergüven nos envuelve de manera orgánica y nos atrapa en un recorrido tan sensorial como asfixiante dentro de una atmósfera viciada en la que la libertad de expresión de la mujer se convierte en un peligro. Puede que caiga en la tentación del discurso estético preciosista indie cool, que los personajes adultos apenas queden perfilados como clichés, pero lo cierto es que la directora se revela muy intuitiva a la hora de plasmar las frustraciones y anhelos íntimos de sus protagonistas hasta configurar una estupenda fábula trágica en torno a la represión sexual.

ESPIGA PARA BINOCHE

Por último, Isabel Coixet fue ayer la encargada de cerrar el certamen con Nadie quiere la noche, protagonizada por Juliette Binoche, que recogerá este sábado la Espiga de Honor en la gala de clausura. En los últimos tiempos, la realizadora parecía haber probado otra serie de registros que la alejaban de sus tics característicos como autora, pero en esta ocasión recupera su esencia para embarcarse en un viaje aventurero, casi a modo de wéstern crepuscular, por los paisajes helados del Polo Norte, y para contar la historia de supervivencia de una mujer que intenta reunirse con su marido después de años embarcado en una expedición.

Coixet consigue crear imágenes de magnética belleza plástica a través del poder expresivo de ese blanco nuclear que lo domina todo. Se puede sentir el frío, la precariedad, el aislamiento y el miedo frente a la furia de la naturaleza. Sin embargo, resulta imposible sentir ninguna empatía por el personaje protagonista, una Juliette Binoche en modo egoísta y caprichoso que ni siquiera pasándolo realmente mal en el Polo Norte consigue que nos apiademos de ella.