Álvaro Pombo «Yo soy pregay. Lo gay me parece hortera»

Entrevista con el autor de 'Un gran mundo'

Álvaro Pombo, en su abarrotado piso del barrio madrileño de Argüelles.

Álvaro Pombo, en su abarrotado piso del barrio madrileño de Argüelles. / DAVID CASTRO

ERNEST ALÓS / BARCELONA

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No está muy fino Álvaro Pombo, convaleciente de dos intervenciones quirúrgicas. Recibe en su abarrotado quinto piso del barrio madrileño de Argüelles, mitad librería de viejo, mitad cabina de capitán de vapor fluvial. Con una manta sobre las rodillas y los pies bajo la mesa camilla que oculta una estufa eléctrica. Ve a «muy poquísima gente» y tiene ganas de charlar, y no solo de su último libro, Un gran mundo (Destino), protagonizado por una mundana tía Elvira, una figura de la alta sociedad que resulta ser muy poco ficticia.

-En su crítica del libro, Domingo Ródenas escribió que las protagonistas son como las de muchos de sus libros: conservadoras pero libres, plantas exóticas de otros tiempos. ¿Aún existen esas mujeres?

-Han existido, eran personas del pasado, de mi familia, mi madre, mis tías. La narradora del libro, una mujer que tiene mi edad, es perspicaz, tiene un movimiento continuo del alma. Una persona que se puede parecer mucho es por ejemplo Alicia Giménez Bartlett. Tiene ese de carácter, esa especie de gracia hablando.

-¿Se planta usted como un admirador ante esas mujeres, o hasta cierto punto se proyecta en ellas?

-Sí, supongo que no solo las miro desde fuera sino que soy yo también esas personas. El hombre, si no pasa por una fuerte baño de purificación, es mucho peor que las mujeres porque es más tonto. Las mujeres que yo he conocido eran rectas, íntegras. A veces cabezotas, muy vehementes. Con una gran capacidad de entender. Una mujer tiene el cuidado metido en el alma. Tiene que vigilar que el puto niño no se descalabre. La mujer es una gran educadora de los sentimientos. No es tanto pedagogía amorosa como una pedagogía del cuidado.

-La tía Elvira del libro ya es una mujer avanzada a su tiempo...

-El problema que tenía era que era muy brillante pero muy superficial. Las mujeres que yo suelo pintar suelen ser apasionadas y con más corazón. La narradora la describe con benevolencia pero no puede ocultar que era una lianta, desapegada. Ella no podía vivir sin financiación, y eso hacía que fuera una sablista. Sus memorias eran malísimas, absolutamente reprobables. Decía que era una artista genial pero sus poemas eran ridículos, tan arte como lo de tocar Bach con castañuelas o vestirse con rosarios y cruces. Lo que mejor hizo fue ser directora de ventas de una casa de modas de París porque tenía el arte de venderte la moto.

-Vendría ser una versión femenina de Jaime de Mora y Aragón.

-Era un personaje muy parecido. Ella fue una de los creadores de la Marbella de Jaime de Mora y de los Hohenlohe, pertenecía a ese gran mundo que hoy está muy pasado.

SEnDEra. ¿Hasta qué punto es ficción y es un personaje real?-El personaje original es mi abuela Anita. Ana de Pombo. Y esta es una especie de biografía.

-¿Lo de desenterrar el cadáver de su hijo y volverlo a enterrar en otro sitio por despecho a la nuera...?

-Sí. Ese era mi padre (...)

-Desagradable.

-Sí, muy desagradable. Era una mujer muy fría. Y entonces, claro, yo no puedo admirarla.

-Esa mujer que es secretaria de Coco Chanel y viste a Eva Perón tiene todo para ser fascinante. Pero quizá lo es más la historia de su nieto, el Aguilucho, y sus dos primas, que acaban convertidos en solterones.

-Solterones, que le vamos a hacer... Pero ese el afecto de toda la novela. Son niños y al final tienen mi edad y esa relación no se ha roto nunca. Esos son afectos en los que yo creo. Dicen que la vida te cambia. Pero el corazón no cambia. El mío no cambia.

-¿La relación entre el Aguilucho y el pescador andaluz es casta?

-En otras novelas he narrado la homosexualidad con mucha explicitud, pero esta refleja un tipo de emoción amorosa, dentro de un gran pudor, que es como éramos nosotros de jóvenes. En todo caso sería pregay. A mí Eduardo Mendicutti siempre que dice que soy pregay. En ese mundo pregay el amor entre dos muchachos no tenía esa especie de morralla, que hizo falta, sin duda alguna, para romper barreras, pero a veces es muy ridícula. No el amor entre personas del mismo sexo, sino esa especie de sociología torcida que lo llaman ahora, esos festivales... En ese sentido yo soy pregay. Lo gay me parece hortera.

-La narradora se define «por temperamento, puritana». ¿Y usted? ¿Homosexual y puritano?

-¿Yo? Sí lo soy, sí. No he sido una persona casta, pero soy puritano por temperamento. Por supuesto que se puede ser homosexual y puritano. A un chico de Barcelona le dije que los homosexuales debíamos tener las cuatro virtudes cardinales, prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Le causó una sorpresa extraordinaria. ¿Pero cómo no vamos a tener esas virtudes? Yo admiro a las parejas homosexuales ejemplares y virtuosas, que son justo lo verdadero frente a ese postureo. Porque si no, dices que la homosexualidad consiste en una especie de ligue perpetuo. Y llega un momento en que estás del erotismo hasta las narices. Tiene que haber una especie de sobria ebrietas, un control de las emociones. Yo puedo sentarme aquí contigo sin que estemos pensando en la polla todo el rato.

-La Provincia es otro personaje. 

-Es una Santander que es, igual que todo en mis libros, memoria. Un fondo. La provincia, la hidalguía, los apellidos, el dinero... El banquero, contra el que tía Elvira despotrica.

-Eso de que culpar de las deudas a quien te ha prestado el dinero es muy español, ¿no? De Quevedo a Podemos.

-Lo encuentro insoportablemente español. Cuando eres deudor, eres deudor, y si olvidas que te has quedado con los euros de otro entonces eres un sablista. Y eso en España se nos olvida. ¡Estamos en un momento muy español! Me parece que, frente a Pablo Iglesias, una de las cosas buenas que tiene Albert Ribera [aunque Pombo, tras haber recibido una llamada de Rosa Díez, puntualiza que seguirá votando a UPyD] es que ha heredado una especie de sentido económico de Catalunya. Es el problema que tuvieron mis padres con la tía Elvira. Mi madre le prestó tres o cuatro millones y se convirtió en el usurero que la fiscalizaba mientras ella gastaba el dinero en el aaaarte. A los catalanes les llaman peseteros. Pues sí. ¿Cómo demonios no vas a ser pesetero?

-Los personajes del libro pertenecen a una clase social que define como «la alta burguesía que incluye a la antigua aristocracia».

-Y que en parte la imita. Son familias muy antiguas, de un Santander que tuvo un gran brillo en los años 20. Y que se arruga, y se vuelve franquista. Este es un libro de personas muy franquistas.

SEnDEl Madrid de esta alta burguesía aristocrática, ¿hasta qué punto sigue existiendo, y mandando?

-La tenemos toda en el Hola.

-¿Y en el Consejo de Ministros?

-Pues un poco también.

-A la hora de comprender el independentismo catalán, ¿entiende que alguien quiera independizarse de un Estado controlado por esta clase?-Bueno, también hay en Catalunya unas familias burguesas muy potentes... Yo siempre he vivido con la idea de que Catalunya es un sitio fenomenal, y además único. En cuanto a simpatía, no tengo ninguna duda. Aunque lo del independentismo no lo entiendo bien, y me cuentan que se ha producido una situación de hostilidad, y eso me entristece.

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