UNA COMEDIA DRAMÁTICA DE HERBERT MOROTE

Concha vuelve a casa

La actriz regresa al Goya con 'Olivia y Eugenio', obra en la que comparte escenario con un actor con síndrome de Down

Madre e hijo 8 Concha Velasco y Rodrigo Raimondi, ayer en la presentación de la obra, en el Goya.

Madre e hijo 8 Concha Velasco y Rodrigo Raimondi, ayer en la presentación de la obra, en el Goya.

IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

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Concha Velasco vuelve a su casa de Barcelona. Al Goya, donde triunfó con La vida por delante y ConchaYo lo que quiero es bailar, ambas bajo la dirección de Josep Maria Pou, director artístico de la sala. Ahora regresa con Olivia y Eugenio, comedia dramática de Herbert Morote que dirige José Carlos Plaza con la que retomó los escenarios tras apearse súbitamente por la enfermedad que le obligó a cancelar la gira de Hécuba en abril del 2014.

Ya recuperada, Velasco afronta el trabajo «más difícil» de su carrera al lado de Rodrigo Raimondi (hijo del barítono Ruggero Raimondi) o Hugo Aritmendiz, actores con síndrome de Down (los primeros siempre en escena en un gran montaje) que aportan «una verdad» que se transmite al público. La actriz valora que la función exponga que esas «maravillosas personas, de una extrema sensibilidad y bondad, pueden vivir de su trabajo y convivir con los demás como cualquier persona». Es una «lección de vida» que la ha cambiado «muchísimo», agrega. «Me ha hecho ser mucho más comprensiva con mis compañeros. Soy excesivamente disciplinada y exigo a los demás lo que me exigo a mí misma. He aprendido a ser más paciente».

En la ficción, la actriz interpreta a Olivia, una rica galerista con un hijo con Down. Al conocer que padece un cáncer terminal pretende suicidarse y llevarse también a Eugenio, todo ternura, alegría y vitalismo.Las sonrisas y los kleenex se alternan. «Ella piensa egoístamente que él no podrá vivir sin ella», dice Velasco, que no se reconoce en esa madre derrotista y estuvo a punto de rechazar el papel. «Me pilló en un momento de gran debilidad, suponía un trabajo enorme y tampoco me apetecía hacer a esa mujer que no es capaz de superar su situación. Durante los meses que estuve en el hospital conviví e hice amistad con gente con cáncer terminal que tenía una gran determinación, muy distinta a Olivia. Esta señora que entra en escena insultando a su hijo y decidiendo quitarse la vida me producía un rechazo enorme», se sincera.

«Los personajes que hago no deben tener necesariamente cosas mías pero sí tengo que quererlos», añade Velasco, que cita al gran Bruno Ganz, el Hitler de El hundimiento, como referente. «A diferencia de otros actores, como Chaplin o Juan Diego, que recrearon a Hitler y Franco desde fuera, él lo hace desde dentro. En una entrevista, dijo: 'No me pregunte si soy nazi, si admiro al personaje. Yo le he dado vida'. Y, claro, eso es lo que tengo que hacer cuando rechazo un personaje. Como contó también Meryl Streep, 'lo maravilloso es no ser el personaje y serlo en el escenario'. Los actores debemos ser personas, tener vida propia».

Hay vida para Velasco más allá del telón. «El teatro es mi gran pasión, pero el mundo no se acaba aquí», sostiene la actriz, que en su próximo montaje defenderá a Juana La Loca en un monólogo de Ernesto Caballero a las órdenes de Gerardo Vera, y esta semana empezará a rodar la segunda temporada de Bajo sospecha. «He adelgazado mucho pero me encuentro muy bien. Ya no me duele nada», informa la artista, que cumplirá los 76 el 29 de noviembre.

Atrás quedaron la peritonitis y los problemas con la vesícula; los tremendos dolores y vómitos, incluso de sangre, que, ¡tozuda ella!, no la impidieron seguir sobre las tablas. «Cuando hice aquí Yo lo que quiero es bailar, tenía un cubo en la esquina. He llegado a vomitar sangre en escena. Como nunca iba al médico, me tomaba bicarbonato con whisky, pensaba que esos dolores durante tantos años ya era algo natural, de nervios. Si no llega a ser por mis hijos, que me llevaron al hospital...».

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