Munch-Van Gogh: miradas paralelas

El Museo Van Gogh de Ámsterdam explora por primera vez las afinidades artísticas de dos de los creadores más icónicos y reconocidos del siglo XX

'NOCHE ESTRELLADA'  MUNCH  / 'NOCHE ESTRELLADA SOBRE EL RÓDANO'  VAN GOGH Pintado por Van Gogh en Arlés y por Munch en Ekely, las dos pinturas expresan la experiencia cósmica de forma parecida,  y presentan diminutas figuras para evidenciar

'NOCHE ESTRELLADA' MUNCH / 'NOCHE ESTRELLADA SOBRE EL RÓDANO' VAN GOGH Pintado por Van Gogh en Arlés y por Munch en Ekely, las dos pinturas expresan la experiencia cósmica de forma parecida, y presentan diminutas figuras para evidenciar

NATÀLIA FARRÉ / ÁMSTERDAM

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¿Dónde está El grito? Esta es la pregunta que más a menudo se oye por las salas del Museo Van Gogh desde su apertura, según cuentan sus responsables. Algo curioso si se tiene en cuenta que la pieza no la pintó el genio holandés, y algo curioso si se sabe que la obra nunca había colgado, hasta la fecha, de las paredes de la pinacoteca de Ámsterdam. Curioso pero no sorprendente, a juicio de los mismos responsables, puesto que Vincent Van Gogh (1852-1890) y Edvard Munch (1863-1944), el autor del lienzo, no están muy alejados ni vital ni artísticamente: ambos vivieron tormentosamente y ambos son precursores del arte moderno, y padres del expresionismo. Visto así, confundirlos no parece tan grave. Y esto, las similitudes y la insistente pregunta de los visitantes, llevaron a los especialistas del museo holandés a plantearse la posibilidad de ponerlos cara a cara. Seis años después, El grito, junto con otras piezas del artista noruego lucen, desde hoy y hasta el 16 de enero, en el Museo Van Gogh confrontadas con las mejores obras del autor de Los Girasoles.

Cuadros icónicos

Munch: Van Gogh reúne 80 cuadros, algunos icónicos, y 30 dibujos de los dos creadores en la muestra más ambiciosa y completa sobre ambos que se ha hecho nunca. Y la primera que investiga las conexiones y paralelismos entre ellos. El precedente hay que buscarlo en 1912, cuando en Colonia (Alemania) se expusieron piezas de los dos pintores para evidenciar su papel de fundadores del arte moderno, pero entonces, a diferencia de ahora, los lienzos colgaban en habitaciones separadas. Aquí la confrontación es directa: Autorretrato como pintor y Autorretrato en Ekely, de Van Gogh y Munch, respectivamente, están en la misma pared, lado a lado, de manera que los genios se miran cara a cara; Noche estrellada sobre el Ródano y Noche estrellada también comparten espacio evidenciando que ambos evocaban a la experiencia cósmica de una manera muy similar, como similar es el atrevimiento en el uso del color del holandés en La casa amarilla y del noruego en La enredadera de virginia roja que también se presentan juntos. El objetivo es «evidenciar las afinidades artísticas entre ambos genios», según Maite Van Dick, comisaria de la muestra junto con Magne Bruteig.

Dos figuras atormentadas

Dos genios que no llegaron a conocerse pero que bucearon en los mismos temas y crearon potentes obras de arte en el mismo periodo, además de tener visiones muy similares de la vida y el arte. Así, ambos decidieron convertirse en artistas el mismo año, en 1880, acudiendo a la Real Escuela de Arte y Diseño de Kristiania (actualmente Oslo), Munch, e ingresando en la Real Academia de Bellas Artes de Amberes, Van Gogh. Los dos se fueron a París, en 1885 y 1886, respectivamente, y se movieron en los mismos círculos donde bebieron del impresionismo y posimpresionismo. Y los dos se impregnaron del trabajo de Manet, Pissarro, Monet, Toulouse-Lautrec y, sobre todo, Gauguin para luego crear su propio estilo con la misión de modernizar radicalmente el arte y cargarse todas las convenciones. Ello significó que ambos llevaron la representación de sus imágenes hasta el extremo, salpicaron los lienzos de colores, simplificaron y estilizaron las formas, y buscaron nuevas perspectivas y composiciones. El resultado es una pintura aparentemente muy sencilla pero en realidad técnicamente muy compleja.

Paralelismos artísticos al margen, Van Gogh y Munch también comparten una experiencia vital turbulenta y una salud mental delicada. Conocida es la pobreza en la que vivió el holandés, así como su enfrentamiento con Gauguin cuyo final fue la automutilación de una oreja y su posterior suicidio, sin olvidar sus diferentes reclusiones en sanatorios mentales. Munch no se quedó corto, también estuvo al borde de la psicosis e ingresado, en su caso por su adicción al alcohol. Quizá de ahí, el interés de los dos por las emociones. «Las grandes emociones existenciales tienen un papel central en sus trabajos» y ambos «necesitaron el arte para expresar la condición humana», afirma Van Dick. Pero tantas líneas convergentes no significa que no hubiera desencuentros en su producción, que los hubo; entre otros la diferente manera que tenían de expresar el sufrimiento: mientras Munch optaba por la figura humana, Van Gogh se valía de la naturaleza. La exposición lo deja claro exhibiendo juntos El niño enfermo yuna vista del jardín del sanatorio de Arlés donde el holandés estuvo recluido, el primero es una clara referencia a la muerte de la madre y de la hermana del pintor noruego, y el segundo, de los problemas mentales del holandés. Más similar es la forma que tienen de expresar el miedo existencial enfatizándolo los dos con unos colores similares y una composición parecida. Ahí están El puente de Trinquetaille, de Van Goghy El grito de Munch para certificarlo.

La obra más icónica de Munch, la primera de las cuatro versiones que realizó, no ha llegado sola a Holanda, con ella ha viajado uno de los documentos manuscritos en el que el noruego explica las sensaciones que motivaron la pieza: «Paseaba por un sendero con dos amigos, el sol se puso, de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve [...]. Mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza». El fragmento se exhibe junto con otros documentos de ambos artistas, porque la escritura es otra de las muchas cosas que tienen en común Van Gogh y Munch, que también apostaron conjuntamente por las series, o sinfonías como ellos coincidían en llamarlas. Las dos más conocidas de ambos: El friso de la vida y Decoración despiden al visitante.

Una exposición -organizada conjuntamente con el Museo Munch de Oslo donde ya se ha exhibido- que además de tender puentes entre los dos padres del expresionismo presenta obras tan icónicas como las citadas, además de piezas de Millet, Gauguin, Monet, Manet, Guaguin, Seurat, y muchos otros. Y que es, según Axel Rüger, director del museo, «un sueño hecho realidad».